Crítica de 'Mickey 17': Bong Joon-ho se rebaja al nivel de Trump

El cine de Bong Joon-ho se ha dedicado consistentemente a denunciar los estragos sociales, políticos y medioambientales causados por el capitalismo usando la sátira, la alegoría, a veces la farsa y casi siempre la violencia, y haciendo virtud de la fluctuación tonal. Y su primera película tras la oscarizada ‘Parásitos’ (2019) funciona a modo de cruce entre sus incursiones previas en la ciencia ficción ‘Rompenieves’ (2013) y ‘Okja’ (2017), en cuanto que también retrata un mundo futuro fundamentado en la desigualdad y la explotación económica, dominado por élites narcisistas y extremadamente cruel para con el mundo animal. A diferencia de ellas, eso sí, es su primera ficción que habla explícitamente de Estados Unidos.

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Protagonizada por un Robert Pattinson que exhibe aptitudes para el ‘slapstick’ inéditas dando vida a dos clones de un tipo condenado a morir y resucitar de forma indefinida en virtud de una tecnología aberrante, en efecto, ‘Mickey 17’ pretende ser sobre todo un alegato tanto contra las actitudes colonialistas, xenófobas, explotadoras y despiadadas que ejemplifica Donald Trump -las inconfundibles alusiones a él funcionan a modo de parodia trillada y facilona- como contra la mentalidad de rebaño que vota por ellas, por lo que no se molesta en explorar los dilemas éticos, psicológicos y filosóficos derivados de la clonación humana.

En cualquier caso, la película se muestra tan ocupada tratando de controlar el caos provocado por su exceso de ideas, subtramas y personajes que descuida su faceta satírica, exhibiéndola solo a través de obviedades y toscas caricaturas y, en consecuencia, restando convicción a su mensaje final de esperanza en la capacidad del ser humano para vencer a la tiranía.