Cumpleaños de gala

Mala Rodríguez, diva deslenguada entre violines en un multiplicado ‘Lujo ibérico’ en el Palau

La rapera y cantante jerezana dio un enfoque renovado del álbum, en su 25º aniversario, valiéndose de los integrantes de la Orquestra Simfònica del Vallès

Jordi Bianciotto

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Barcelona
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Si en el 20º aniversario de ‘Lujo ibérico’, Mala Rodríguez quiso deconstruir el disco en una serie de conciertos a voz y guitarra (con parada, en 2021, en la Barts, actual Paral·lel 62), para el 25ª se ha decidido por caminar en un sentido inverso. Toda una Orquestra Simfònica del Vallès la arropó este miércoles en el Palau, entregada a esa obra que en el año 2000 constituyó un hito del hip-hop en castellano.  

Obra que la Mala ha querido llevar a otro lugar, darle una distinción orquestal muy distintiva. Podríamos preguntarnos si resulta cabal quitarle a ‘Lujo ibérico’ su tacto electrónico urbano, su calle, que tan bien casaba con aquellos versos abruptos. Pero, bien, la ira siguió ahí en el Palau, y el sentimiento, mientras que la vanguardia fue reemplazada por unas orquestaciones esbeltas y con fantasía, realzando las melodías y los registros de la Mala cantante (y no solo rapera). No se trató de una fusión de orquesta y grupo pop, que no lo hubo, sino de un empaque enteramente sinfónico (70 músicos), dirigido por la venezolana Mari Leona.

Dominando la escena, María Rodríguez, largo y ajustado vestido brilli-brilli, más diva que nunca, paladeando su noche, “un sueño”. Recorrió 19 canciones, 11 de ellas las que integraron ‘Lujo ibérico’. Una moderna para empezar, ‘Peleadora’, clamando por vivir el ahora. De ahí a la cosecha ‘ibérica’, con un ‘No van’ envuelto en cenefas neoclásicas y abierto a la danza tropical. Y ‘Especias y especies’, donde la voz sentida y acusatoria (“solo hay cabrones y cobardes”) dio juego entre esos arreglos de resonancias copleras. 

Un veterano del hip-hop, Kultama, brindó su vozarrón a ‘Con diez o con veinte’, como en la grabación original, y Sara Socas suplió a Kase.O en otro clásico del disco, ‘En mi ciudad hace caló’, aquí sin la orquesta y con Mari Leona a la guitarra eléctrica. Esa Mala más cercana se lució en el mano a mano con la guitarra de Ismael Heredia (‘La niña’, con su historia de la menor convertida en camello sin saber cómo salirse), tándem al que se sumó una imponente María Terremoto en ‘La cocinera’. 

De nuevo con la Simfònica, la Mala se puso unas gafas negras para que no pudiéramos ver si lloraba al cantar ‘Mami’. Llegó ‘Tengo un trato’, conservando su ‘punch’, ahora entre remolinos orquestales. Y tras recoger del público una bandera de Andalucía, los últimos duetos sellaron ese redoblado ‘lujo ibérico’, literal, con una refinada Vivir Quintana (‘¿Quién manda?’) y el rap refrescante de Diva Deva en otro tótem, ‘Yo marco el minuto’: “Échale huevos / He estado en el punto de mira / y sigo viva”. Y Jorge Drexler, dando la réplica en ‘El gallo’ con dulzura e inventiva, improvisando estrofas y poniéndose (como siempre) al Palau en el bolsillo.

Fue una Mala vestida de gala, pero deslenguada como corresponde, si bien el talante perfumado de la noche produjo un efecto un tanto anti-Mala: la romántica petición de mano de un espontáneo a su amada (que asintió felizmente). Estas cosas no pasaban en sus conciertos del año 2000.

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