CITA CON EL ARTE CONTEMPORÁNEO
ARCO abre sus puertas con un apagón para protestar contra el IVA de las galerías
Las galerías españolas se han coordinado para hacer evidente la diferencia que las separa de las internacionales, en una edición en la que no falta las obras de impacto político, con menos fotografía que otros años y un visible auge de la artesanía encarnada sobre todo en la cerámica
¿Qué pasa con el IVA del arte por el que protestan las galerías?

La obra de Ramón Mateos que recuerda a las víctimas de las residencias madrileñas, una de las más comentadas en esta edición de ARCO. / ALBA VIGARAY
ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante de nuestro país, ha abierto sus puertas este miércoles por 44º vez: 214 galerías provenientes de 36 países se reúnen en los pabellones 7 y 9 de Ifema en una edición que, durante su inauguración, se veía marcada por la protesta de las galerías españolas contra el 21% de IVA que soporta el sector. "No tiene sentido que las galerías de al lado, que tienen su sede en Francia o en Alemania, puedan vender con imposiciones del 5% o el 7% y nosotros tengamos que añadir un 21%", declaraba a este periódico un galerista veterano durante los días de montaje. "Si tienen que comprarle un cuadro a alguien, ¿a quién van a elegir?".
La lucha por conseguir un IVA reducido (equiparable al que existe en otros sectores culturales como el editorial, el cinematográfico o el de los teatros) es una reivindicación histórica del sector en España, que, aprovechando la atención que les brinda la feria, se ha coordinado para apagar, en modo de protesta, las luces de sus estands durante diez minutos. La acción ha requerido cierta pedagogía hacia los visitantes, ya que muchos de ellos se preguntaban si el apagón se debía a un fallo de la instalación. Esta edición también está marcada por el reciente fallecimiento de Helga de Alvear. La galería que lleva su nombre ha mantenido su estand, que recibe a los visitantes que entran por el pabellón 7; en él pueden verse algunas de las adquisiciones que De Alvear —una de las coleccionistas más importantes del último medio siglo y cuyo legado se preserva en su museo en Cáceres— hizo en la feria.
Como en cada edición, algunas obras parecen llamadas a destacarse en estas primeras coberturas. Por ejemplo, la cortina de cadenillas de Ramón Mateos con un 7291 sobreimpreso (que puede verse en la galería Freijo), en referencia al número de ancianos fallecidos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia. Los posicionamientos políticos (en ocasiones, simplemente panfletarios) en las tripas del mercado del arte siempre resultan problemáticos, porque podría parecer que las causas más nobles quedan a disposición del mejor postor. Hay ejemplos más sofisticados, como el hermoso cuadro de la artista colombiana Beatriz González que cuelga de las paredes de Casas Reigner. Muy insistente en denunciar la violencia con la que el narcotráfico ha martirizado a su país, la pieza, titulada Perspectiva agreste, representa, sobre un enorme campo verde, a unos enterradores que, desdibujados, operan en torno a una fosa.
En esta misma problemática se inscribe el vídeo de Óscar Muñoz que puede verse en la galería Carlier Gebauer, en el que el artista dibuja el rostro de personas desaparecidas, empleando como soporte un ladrillo y como instrumento un pincel mojado en agua. La técnica hace que las caras vayan desvaneciéndose apenas el pincel culmina el trazo, reforzando la sensación de absurdo e impotencia. En este capítulo, también merecen mención las esculturas colgantes de Juan Luis Moraza (unas campanas hechas con la forma de unos cascos militares) que franquean la entrada al estand de la galería Espacio Mínimo.
En la primera visita, sorprende la cantidad de obras de pequeño formato, la insistencia de algunos elementos (ignoro por qué, pero este año hay muchas plumas de aves, figuras de perros y elementos botánicos), la completa desaparición de las pinturas-golosina protagonizadas por muñecos con ojos grandes, el repliegue de la fotografía y la prevalencia de lo artesanal: es decir, de obras hechas en cerámica, con baldosas, tejidos, etcétera. Esto último se hace particularmente obvio en el pasillo de las galerías debutantes, donde creo que solo se descuelga Fermay con unos cuadros excelentes de Damaris Pan.
En esta ocasión, la sección comisariada principal está dedicada al 'amazofuturismo'. Distribuida por un artefacto fabricado con madera conglomerada, la propuesta padece de la misma anemia que sus predecesoras de las ediciones pasadas, y los visitantes podrán encontrarse con un ramillete de objetos que van desde lo naif hasta lo alegórico que, sospecho, olvidarán tan pronto abandonen el espacio. Sea como fuere, quienes se acerquen a Ifema durante esta semana podrán disfrutar de algunas buenas obras, como las piezas de Monia Ben Hamouda en Chantal Crousel, el binomio perruno de Darío Villalba, el hermoso dibujo de Patricia Dauder en ProjectSD, el dúo de Julia Spínola y Katinka Bock entre las galerías Ehrhardt Flórez y Meyer Riegger, las fotografías de Alfredo Rodríguez en Espacio Valverde, la impresionante escultura de Nacho Criado en Formato Cómodo o el hilarante museo de la fama con el que Pablo Helguera satiriza a los coleccionistas en Espacio Mínimo.
Estas son, apenas, algunas de las obras que uno es capaz de retener tras la primera incursión. La mañana del miércoles, muchísimos coleccionistas, artistas y comisarios se agolpaban por los pasillos de la feria. A pesar del mal tiempo, las conversaciones parecían animadas. Es una edición que invita a volver.
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