ENTREVISTA

La Tania, la 'Concha Piquer' que empezó en el musical de Nacho Cano y acaba de ganar el Goya: "Lo pasé mal y quería contarlo"

La artista disecciona la crisis que vivió junto al guitarrista flamenco Yerai Cortés a través de la copla modernizada

'Amoríos' es el disco de La Tania con Yerai Cortés.

'Amoríos' es el disco de La Tania con Yerai Cortés. / JOSÉ LUIS ROCA

Madrid
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A La Tania (El Campello, 1987) el éxito no le ha llegado por casualidad. Lleva trabajándolo desde que, bien jovencita, con 18, se mudó a Madrid en busca de un sueño. Allí estudió Interpretación con el salero de Penélope Cruz, llenando cada noche la Gran Vía gracias al musical de Nacho Cano. Fue una de las protagonistas de Hoy no me puedo levantar, el fenómeno teatral que plantó una semilla única en ella. Aunque, bueno, siempre fue una niña cantarina. Lo hacía desde el alma más profunda, era magnética. Quizá, por ello, se la rifaban en cada espectáculo. Grabó un primer disco, llamado Jardines, muy pop, muy bello, pero no ha sido hasta Amoríos, el segundo, cuando ha encontrado su sello. La copla terapéutica es lo suyo. Y se nota. Junto a Yerai Cortés acaba de ganar un Goya por la canción estrella del documental de C. Tangana. Está en estado de gracia. Su mirada lo dice.

“Este álbum ha sido liberador. Gracias a él he aprendido a afrontar el amor desde el cariño y el afecto. Sólo había una premisa: no hacernos daño. Aunque, por instantes, ha sido inevitable. Lo he pasado muy mal y quería contarlo. Nadie te enseña a lidiar con el dolor”, explica la artista. Conoció a Yerai cuando tenían 24 y 17 años, eran unos críos. Pero jamás les pesó el miedo a tropezar. Se han caído. Y mucho. Así lo han relatado en el cancionero que les coloca en el paredón. Una historia que ha hallado la paz en plena batalla.

P. ¿Hay que ser valiente para contar su intimidad de esta forma?

R. Fíjate, yo me lo he planteado más como una necesidad. Incluso como algo egoísta. Necesitaba soltarlo y así lo he hecho. ¿Por qué no? Vengo de un pueblo donde una infidelidad da para meses de rumores. Eso me ha molestado siempre.

P. Durante el proceso de creación de las canciones, ¿en qué punto vital estaban?

R. Fueron surgiendo a lo largo de un año y medio, de manera orgánica. Él tiene una facilidad absoluta para componer, es su desahogo. Para nosotros, este álbum es una reinvención de nuestro amor. Queríamos cuidarnos, hablarlo todo.

P. Llama la atención el ejercicio de autoflagelación que realiza Yerai en las letras.

R. Tiene un grado de empatía brutal. Me parece de una gran generosidad lo que ha hecho: es muy difícil escribir sobre cómo se siente alguien durante un duelo. En Besitos de otro, por ejemplo, le cuento lo que estoy pasando y, poco a poco, desde su posición, lo cuenta. Este proceso me recuerda al que vivían las folclóricas hace décadas: Rocío Jurado y Concha Piquer lo hacían con sus compositores de cabecera.

P. ¿Qué tiene la copla para hablar de un desengaño?

R. Actitud. Te ayuda a pisar fuerte, a decir verdades a la cara. Es una manera de expandirse.

P. Empodera.

R. Sin duda. Es un género súper feminista. Las copleras arriesgaban mucho. El pueblo estaba tan a favor de ellas que no se las podía condenar por nada. Hacían soñar a otras mujeres en una época de España compleja. A través de sus mensajes las animaban a liberarse, a soñar con otros hombres. Es de las cosas que más me fascinaron cuando empecé a investigar sobre ellas. Me encantaría que se desvinculara de una etapa concreta y se quedara sólo como una música enriquecedora.

P. ¿Cómo ha conseguido que suene actual?

R. Seguí mi instinto. Adoro el folclore y, en este caso, estoy haciendo algo visceral. Preferí no racionalizarlo para que fluyera solo. Entre mis influencias están de Nusar3000 a Manolo Caracol.

P. ¿Qué papel ha jugado C. Tangana en este proceso?

R. Le conocí durante el rodaje de La guitarra flamenca de Yerai Cortés. Rápidamente nos hicimos amigos. En alguna fiestecita nos arrancamos con una canción y, un día, con total naturalidad, le propusimos entrar en el estudio. Lo hicimos de forma intermitente porque él tiene muchísimos proyectos, pero con la amistad por delante.

P. ¿Qué cosas ha aprendido del amor que no le dijeron con 15 años?

R. Que nos faltan referencias. Ahora bien, creo que ya no tiendo a romantizarlo. Intento tener un pie dentro y otro fuera, pero me sigo entregando. No puedo evitarlo. He entendido que la vida conlleva sufrimiento y, aunque el amor es bonito, duele.

P. ¿El Goya ha sido el cierre perfecto a años de dolor?

R. Estoy feliz, en un momento dulce. No sólo por nuestra historia, sino por todo lo que hay detrás.

P. ¿Dónde lo tiene colocado?

R. En casa, en el centro de la estantería. Siempre que viene alguien le digo que lo toque, da suerte.

P. La Tania de Amoríos no tiene nada que ver con la de Jardines. ¿Qué ha cambiado?

R. Los artistas pasamos por distintas etapas y, en cierto modo, siento que aquel disco pasó desapercibido y que no me pertenece. No obstante, seguramente me sirvió para crecer y convertirme en la persona que soy hoy.

P. ¿A qué ha tenido que renunciar para llegar hasta aquí?

R. A nada, la verdad. Todo ha surgido como la vida misma, desde la pasión. Y, cuando no me han dejado hacerlo, me he inventado la fórmula para hacerlo. Tengo la vida que elegí, soy afortunada.

P. Tras abandonar su Alicante natal y poner rumbo a Madrid, ¿soñaba con una carrera así?

R. Si, tenía tantas inquietudes que no dudé en emprender el camino. Mi dedicación ha sido pura y absoluta, no he hecho otra cosa. Aunque he trabajado en tiendas de ropa y otros sitios, al acabar, siempre estaba sobre un escenario o dentro del estudio.

P. ¿Qué le dijeron sus padres?

R. Son maravillosos. En casa somos cuatro hermanas y nunca nos han dicho lo que teníamos que hacer. Estaba claro que, si no estudiábamos, tocaba trabajar. Nada más. Ellos entendieron que quería estudiar Interpretación y me apoyaron. Jamás han dejado de hacerlo. Cuando ganamos el Goya, lo celebraron igual que yo. O más.