Exposición

Una infamia con apellidos catalanes: el Museu Marítim muestra el tabú del tráfico de esclavos

El Museu Marítim de Barcelona muestra en la exposición 'La infamia' la 'cara B' de la riqueza de la burguesía catalana del siglo XIX, construida a partir del esclavismo colonial sobre todo en Cuba y Puerto Rico

El Museu Marítim de Barcelona presenta la exposición 'La Infamia. La participación catalana en el esclavismo colonial'

El Museu Marítim de Barcelona presenta la exposición 'La Infamia. La participación catalana en el esclavismo colonial' / EFE

Leticia Blanco

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Barcelona
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Entre los siglos XVI y XIX, más de 12,5 millones de personas fueron raptadas en África y vendidas en las colonias americanas. En España, el penúltimo país del mundo en prohibir el esclavismo en 1886 (Brasil lo haría dos años después) muchos se hicieron de oro. Es imposible saber a ciencia cierta cuántos catalanes se beneficiaron de un comercio tan indigno porque la información siempre fue opaca, las pruebas fueron borradas y el origen de ciertas grandes fortunas sigue siendo un tabú, pero se calcula que un millón de los esclavos secuestrados en África que cruzaron el Atlántico lo hicieron en barcos con bandera española.  

José de Bérriz, Pau Freixas Ribalta, Pere Sala, Francesc Riera, Cristòfol Roig Vidal, Josep Carbó Martinell, Salvador Samà Martí, Josep Ramon Milà de la Roca, Francesc Rovirosa o Antonio López son algunos de los catalanes que se hicieron millonarios a costa del sudor y la sangre de centenares de miles de africanos, tal y como explica ‘La infàmia. La participació catalana en l’esclavatge colonial’, una exposición en el Museu Marítim que podrá verse hasta el próximo 5 de octubre en la que han participado Antoni Tortajada, Martín Rodrigo e Ignasi Cristià. 

Retrato de un velero catalán que transportaba esclavos, el Bahiano, escapando de uno con bandera inglesa.

Retrato de un velero catalán que transportaba esclavos, el Bahiano, escapando de uno con bandera inglesa. / EPC

La muestra explora las vergüenzas de la sociedad vuitcentista (la Exposición Universal de 1888, inaugurada por Alfonso XIII y la Reina María Cristina, marca el inicio del relato) y el rastro urbano de los beneficios esclavistas que llega hasta hoy, del Arc de Triomf a la estatua de Colón o muchos de los edificios del paseo de Gràcia. Y es que el negocio esclavista “llenó bolsillos, fundó bancos y empresas, ayudó a levantar edificios y teatros y causó un dolor infinito”, explica la muestra. La exposición se centra sobre todo en los años de oro del comercio de esclavos en Catalunya, que empezó después de que Inglaterra decretara su fin en 1833 y dejara “una oportunidad de negocio” para los armadores, capitanes de barco y hombres de negocios de nacionalidad española y portuguesa. 

Un visitante recorre el Museo Marítimo de Barcelona que reflexiona sobre el tráfico atlántico de personas esclavizadas y el papel que jugó la sociedad de Cataluña en este sistema.

Un visitante recorre el Museo Marítimo de Barcelona que reflexiona sobre el tráfico atlántico de personas esclavizadas y el papel que jugó la sociedad de Cataluña en este sistema. / Enric Fontcuberta / EFE

En la costa africana, numerosos empresarios catalanes levantaron factorías, campos de concentración donde albergar a los africanos listos para emprender la travesía en la que entre el 10% y el 25% moría. Los barcos eran pequeños y ligeros para moverse rápido y escapar de la policía británica, que patrullaba el mar. Hay retratos de, por ejemplo, el velero Uracà, que logró escapar tres veces de la persecución inglesa. O de la fragata Primera de Catalunya, propiedad de Jaume Torrents Serramalera, surcando el Mississippi. También cruces y pulseras de metal, conchas y otros objetos con los que se pagaba por los esclavos en África, donde no había moneda acuñada. Una maqueta del ingenio de la familia Arrieta en Matanzas reproduce el diseño de las grandes haciendas de Cuba, donde los esclavos convertían la caña en azúcar. Llegó a haber más de 1.300, casi todos de propiedad española. 

La exposición 'La Infamia. La participación catalana en el esclavismo colonial', en el Museo Marítimo de Barcelona.

La exposición 'La Infamia. La participación catalana en el esclavismo colonial', en el Museo Marítimo de Barcelona. / Enric Fontcuberta / EFE

La exposición también recoge el sentir de la época, con una sociedad dividida. Por un lado, la burguesía y las élites económicas, que apoyaron la práctica cuando estaba prácticamente prohibida en el resto del mundo y cuyos intereses se canalizaron a través del nacionalismo español: en 1868, cuando empezó la primera guerra de la independencia de Cuba, 3.500 voluntarios catalanes se enrolaron para luchar al lado del ejército contras los abolicionistas separatistas. En el otro lado, la feminista y abolicionista Clotilde Cerdà, hija de Ildefons Cerdà, el editor Antonio Bergnes de las Casas o el político Frances Pi i Maragall. En 1872 se celebró la primera gran manifestación abolicionista de Barcelona. 

Una de las pulseras con las que se pagaba en especias por los esclavos en África.

Una de las pulseras con las que se pagaba en especie por los esclavos en África. / Colección particular Javier Aznar

“Se ha acabado la época en la que los museos deben ser neutrales”, ha afirmado el director del Museu Marítim, Enric Garcia Domingo, para el que la exposición estaba “pendiente desde hacía muchos años” porque, al contrario que Estados Unidos o las principales ex potencias coloniales europeas, España y Portugal son “los únicos países que no han revisado su historia vinculada al tráfico de esclavos de forma sincera y manifiesta”. 

“Nosotros, como Museo Marítimo, teníamos esa espina clavada desde hacía mucho tiempo. Éste es un tema que no es agradable. Genera polémica. Y por suerte o por desgracia, llega en un momento en el que estamos viviendo una ola de revisionismo que blanquea la historia ocultando las partes más oscuras”, ha explicado el director del museo. “Habrá gente que esté en contra, pero la filosofía de esta exposición no es autoflagelar ni pedir perdón por lo que hicieron nuestros abuelos, de lo que se trata es de contar una historia de la que no hemos querido hablar durante generaciones, que se ha mantenido en secreto en muchas casas y familias”. 

La última sala de la muestra habla de “las consecuencias invisibles” del esclavismo: el racismo. Hay fotos de Nelson Mandela, Rosa Parks, Martin Luther King y también de Idrissa Diallo, el joven guineano que murió en el CIE de la Zona Franca y hoy da nombre a la antigua plaza dedicada a Antonio López, cuya estatua fue retirada durante el mandato de Ada Colau. Las olas del mar de un vídeo de Sally Fenaux titulado ‘Una història de reconciliació’ remiten a las aguas donde miles de africanos siguen muriendo ahogados hoy, tratando de llegar a las costas europeas.