La tragedia del HMS Wager
Canibalismo, motines y escorbuto: David Grann sigue la pista del naufragio más espantoso jamás contado
El autor de 'Los asesinos de la luna' reconstruye la odisea de los supervivientes de una nave de guerra de la Marina Real británica en 'Los náufragos del Wager'
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El Wager en un detalle de la portada del libro / EPC


David Morán
David MoránPeriodista
Periodista de la sección de cultura.
En septiembre de 1740, en plena Guerra del Asiento, 250 oficiales y marineros británicos zarparon del puerto de Portsmouth para dar caza a una galeón español atiborrado de plata y se dieron de bruces con un naufragio de leyenda y un atracón de muerte, perdición y ‘fake news’ ‘avant la lettre’. Motín a bordo, canibalismo a pie de isla y escorbuto por todos lados. La tormenta dentro de la tormenta y la espantosa historia del HMS Wager, nave de guerra de la marina real británica, como nunca antes se había contado.
“No tenía ni idea de lo que el escorbuto te provoca en el cuerpo. Cuando empecé a leerlo, aluciné”, asegura David Grann (Nueva York, 1967), coloso de la no ficción de tintes novelescos y escritor de cabecera de Martin Scorsese que se ha echado a la mar para seguir la pista del comodoro George Anson, el comandante en jefe David Cheap, el artillero John Bulkeley, y el guardiamarina John Byron, abuelo del legendario Lord Byron y pieza clave en todo este embrollo.
Pero, un momento, ¿lo que provoca el escorbuto? Veamos. “Cuando la plaga afectó la cara de los marineros, algunos empezaron a parecerse a los monstruos de su imaginación. Tenían unos ojos rojos y grandes como naranjas. Se les caían los dientes y el pelo. Un compañero de Byron dijo que su aliento tenía un hedor malsano, como si la muerte ya le hubiese condenado. Parecía como si el cartílago que mantenía unido sus cuerpos se estuviese deshaciendo”, escribe Grann en ‘Los náufragos del Wager’ (Random House; Ara Libres en catalán), asombrosa crónica de un naufragio que, como ya ocurriera con ‘Los asesinos de la luna’, el director de ‘Taxi Driver’ planea llevar a la gran pantalla junto a Leonardo Di Caprio. “Si te llama Scorsese para hacer una película, ¿qué vas a decir?”, relativiza Grann, en conexión por Zoom desde su despacho.

Grabado de 1805 que muesta a los naúfragos del Wager construyendo su campamento / EPC
La chispa de John Byron
A su alrededor, un cuidado desorden de cajas a medio abrir y carpetas desperdigadas que evocan los siete años que se ha pasado encajando todas las piezas y rastreando archivos, diarios de abordo y cuadernos de bitácora. “Cuando terminé ‘Los asesinos de la luna’ me senté a esperar la inspiración divina, pero no llegaba, así que me dije que quizá debía ser un poco más activo y salir a buscar un tema”, recuerda.
Los motines, añade Grann, siempre le habían interesado en cuanto a “forma peculiar de rebelión, de desorden dentro de un orden jerárquico”, así que cuando encontró un archivo digital con el relato en primera persona del joven guardiamarina John Byron, sólo tuvo que acerca la chispa a la gasolina. “Había unas frases alucinantes, una de las más grandes historias de supervivencia humana. No solo era un examen de la condición humana, era casi una parábola de los tiempos modernos”, explica.
Para acabar de ambientarse, el neoyorquino salió a navegar y, en plena tormenta, se puso el audiolibro de ‘Moby Dick’ es su Iphone. “Sí, es lo peor que puedes hacer”, bromea.

El Wager antes del naufragio en un cuadro de Charles Brooking de 1744 / EPC
Isla desierta
La historia, tal y como la resume Grann, parece sencilla: el Wager zarpó, se encontró con un huracán en el cabo de Hornos y se fue a pique. Sin más. Otra fragata engullida por el mar. Sólo que no. “283 días después de que la nave fuese vista por última vez, los hombres aparecieron milagrosamente en Brasil. Habían naufragado en una isla desierta cerca de la costa de la Patagonia. La mayoría de oficiales y tripulantes habían muerto, pero 81 supervivientes habían construido una embarcación con los restos del Wager y se habían hecho a la mar”, escribe Grann. Durante la travesía, más de 4.000 kilómetros en tres meses y medio, otros 50 hombres perdieron la vida.
Justo acababa de terminar el libro cuando leí que había habido un motín en Rusia. Un motín contra Putin después de la invasión de Ucrania y en Rusia ni siquiera se nombraba la palabra. La noción misma de motín puede ser peligrosa.
A los que tocaron tierra, leemos, "se les ensalzó por su ingenio y coraje". Una heroicidad rápidamente doblegada por un nuevo e inesperado giro. Porque seis meses después, otra barcaza encalló en Chile. A bordo, tres cuerpos consumidos y demacrados que en cuanto recuperaron la cordura acusaron a los primeros supervivientes de ser en realidad los amotinados.
En Londres, el juicio se prometía sonado, pero el imperio lo acabó enterrando. “Había mucho interés por silenciar los motines”, aclara Grann.
Porque la historia del HMS Wager es, en efecto, la de una tripulación amotinada tras el naufragio y abandonada a su suerte en una isla perdida del archipiélago Guayaneco. Una tragedia hecha de traiciones, asesinatos y canibalismo con la que Grann rastrea los efectos del imperialismo y la desinformación. “El imperio británico se veía a sí mismo como una civilización superior, lo que se traducía en un comportamiento implacable. Cuando están en la isla, la propia civilización se convierte en una especie de ‘El señor de las moscas’, una auténtica locura”, explica.

David Grann, en una imagen promocional / Rebecca Mansell
Ilustración y depravación
"Mientras estuvieron varados en la isla, los oficiales y la tripulación del Wager habían luchado por perseverar en las circunstancias más extremas. Enfrentados al hambre y a unas temperaturas gélidas, construyeron un puesto avanzado e intentaron recrear el orden naval. Pero, a medida que su situación se deterioraba, los oficiales y la tripulación del Wager, esos supuestos apóstoles de la Ilustración, cayeron en un estado de depravación 'hobbesiana'. Hubo facciones en guerra, merodeadores, abandonos y asesinatos. Algunos de los hombres sucumbieron al canibalismo", relata el escritor. Al regresar a Inglaterra, añade, "los supervivientes empezaron a confirmar una historia alternativa para suavizar lo caótico que había sido su comportamiento”.
Para el también periodista de ‘The New Yorker’, la historia del Wager y sus supervivientes permite narrar “con la ventaja de la historia” un relato contemporáneo en la que resuenan temas de actualidad como las ‘fake news’ o el frágil equilibrio sociopolítico. “Justo acababa de terminar el libro cuando leí que había habido un motín en Rusia. Un motín contra Putin después de la invasión de Ucrania y en Rusia ni siquiera se nombraba la palabra", recuerda. "La noción misma de motín puede ser peligrosa”, apunta acto seguido.
Mientras tanto, en la isla Wager, nombre que recibió el islote en el que recaló la tripulación tras el naufragio, el tiempo se ha esforzado en borrar las huellas de todo aquello. “Si nos alejamos un poco de la costa, encontramos, medio enterradas en un riachuelo helado, unos cuantos postes de madera podridos que, hace cientos de años, llegaron a la isla arrastradas por las olas. Son postes de unos cinco metros de largo, con clavillas, y provienen de la estructura de un buque del siglo XVIII: el HMS Wager. De la lucha feroz que tuvo lugar allá, o de los fervorosos sueños imperiales, no queda nada más”, remata Grann.

'Los naúfragos del Wager'
David Grann
Random House / Ara Llibres
408 páginas
20,90 euros
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