Exposición
El Jaume Plensa más íntimo y poético se refugia en la Galería Senda de Barcelona
El escultor barcelonés presenta en 'Murmuri' esculturas de alabastro y pequeñas piezas de vidrio que buscan silencio e introspección
La ‘Carmela’ de Jaume Plensa se queda en Barcelona 8 años más

Jaume Plensa posa frente a una de la esculturas de la exposición ‘Murmuri’ / Guillem Roset / ACN


David Morán
David MoránPeriodista
Periodista de la sección de cultura.
El año pasado, cuando a Jaume Plensa lo invitaron a exponer en la Bienal de Venecia, el escultor catalán pidió hacerlo en la iglesia más pequeña de la ciudad, que resultó ser la diminuta Chiesa di San Gallo, apenas nueve pasos de ancho por veinte de largo. “En 2015 ya había expuesto en San Giorgio Maggiore, que es la gran basílica que está frente a San Marco, pero buscaba un lugar de intimidad”, explica ahora que se ha refugiado en la Galería Senda de Barcelona en busca exactamente de lo mismo. Esto es: intimidad, silencio e introspección. “No siempre se puede ir a catedrales, a veces basta con un capilla”, poetiza Plensa.
A su espalda, en el centro de la sala, ‘Flora (nest)’ y ‘Lucia (nest)’, dos esculturas de alabastro creadas a partir de la misma piedra. Dos rostros femeninos “impecables y cándidos” que, explica el artista, dialogan, se complementan, e invocan la dualidad. “El interés está muchas veces en ir a la cantera y encontrar la piedra adecuada, porque la figura ya está dentro. Es lo que decía Miguel Ángel de rescatarla de su cárcel de piedra”, apunta Plensa sobre las dos piezas centrales de ‘Murmuri’, exposición con la que regresa a la sala de la calle Trafalgar cinco años después de ‘La llarga nit’.
Las esculturas a veces sufren de soledad, sobre todo en los museos, porque nadie las toca, nadie las abraza.
Embarcado en proyectos monumentales en San Juan de Puerto Rico y en la organización de grandes exposiciones en París, Brasil y Rapid City, Plensa considera que muestras de pequeño formato como ‘Murmuri’ son las que mejor reflejan su manera de trabajar. “A mí se me conoce mucho por mi trabajo en el espacio público, ya lo sé, pero este es mi trabajo de todos los días. El día a día en el estudio es esto. Ý es muy importante, porque el estudio muchas veces es también un poco laboratorio. Luego, gracias a toda esta memoria que estás atesorando, tienes capacidad de responder a un espacio”, reflexiona.

'Hortense in Slumberland', escultura realizada en vídrio de Murano / EPC
Poemas de Baudelaire
Entre esas piezas de laboratorio destacan tres pequeñas esculturas de vidrio de Murano; dos intrigantes cuadros con retratos de cera y textos de León de Felipe y William Carlos William; y un par de dibujos-collage enmarcados entre fragmentos de ‘Las flores del mal’, de Baudelaire. “También algo muy intenso, íntimo y personal cuando lo escribió”, recuerda Plensa.
En la entrada, dos bustos de bronce marca de la casa, ‘Flora’ y ‘Silent Hortensia’, completan esta apuesta por la fragilidad y la profundidad. “Esta mañana cuando he llegado, este bronce estaba helado, como si hubiese pasado mala noche”, explica junto a la pieza que recibe a los visitantes. “Las esculturas a veces sufren de soledad, sobre todo en los museos, porque nadie las toca, nadie las abraza”, lamenta.

Detalle de 'Flora (nest)' y 'Lucia (nest)', las dos esculturas encaradas de Plensa en 'Murmuri' / Guillem Roset / ACN
Sostiene Plensa que cada pieza, cada escultura, nace primero en una forma o un color y que es en la entente con el material donde el proyecto cobra sentido. “De alguna manera tienes que ir dialogando con ese material para que su memoria y la tuya lleguen a un acuerdo y la cosa funcione”, explica. Ahora, añade, buena parte de sus esfuerzos se centran en el alabastro y en rocas como las que han visto nacer a ‘Flora (nest)’ y ‘Lucia (nest)’.
"Es un material que tiene una luz interior muy peculiar. Siempre que un escultor ha querido trabajar con el alabastro es para buscar esa especie de alma oculta que tiene esa piedra", ilustra. Por el camino, sin embargo, se le han cruzado otros proyectos, nuevos desvíos. "Hemos terminado unos granitos negros muy interesantes que después con un soplete les quemo la piel y saltan como si saliese la primera piel. También estoy trabajando mucho el hierro fundido, que es lo que me dio a conocer hace mil años", explica.
Lo que no cambia es la condición femenina, ese catálogo de rostros jóvenes deliberadamente anónimos, como hilo conductor de su trabajo. “Cuando hice la Crown Fountain en Chicago, retraté a mil personas que vivían en la ciudad: hombres y mujeres de todas las razas posibles y de todas las edades y condiciones sociales posibles. Pero cuando terminé y seguí con el retrato, decidí que fueran sólo mujeres jóvenes, que están en ese momento en que la belleza es muy rápida, está casi en transición.. Cuando hago el escáner de una cabeza, al día siguiente esa persona ya no existe, es como si hubieras congelado un momento de su evolución, de su vida”, relata el barcelonés.
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