Entrevista
José Luis Correa, en BCNegra: “No soporto a los héroes”
Yasmina Khadra, premio Carvalho: “No dejéis que los payasos nos metan miedo”
Virginia Feito: "No sé si es supervivencia o fascinación, pero necesito enfrentarme a la oscuridad"
La Barcelona negra islandesa

El escritor José Luis Correa fotografiado en la sede de Alba Editoral de Barcelona. Presenta 'El bebedor de coñac' en BCNegra. / VICTORIA ROVIRA


David Morán
David MoránPeriodista
Periodista de la sección de cultura.
Quince novelas, todo una vida ya junto a Ricardo Blanco, y no se cansa José Luis Correa (La Palmas de Gran Canaria, 1963) de ese detective con manos de pianista que nació pegado a las faldas de Chester Himes y Dashiell Hammett y que ha acabado cobrando vida propia en títulos como ‘El bebedor de coñac’ (Alba Editorial), novela que el canario anda presentando estos días en Barcelona.
“Ricardo Blanco ya se parece más al comisario Maigret que a Sam Spade”, sopesa el escritor a propósito de este ‘doppelgänger’ literario con el que lleva dos décadas patrullando los márgenes de la novela negra de corte humanista y socialmente comprometida. “A la gente le da un poco de vergüenza reconocerlo, pero yo ni siquiera lo excuso: claro que es un alter ego, nos intercambiamos las voces”, dice orgulloso pocas horas antes de participar, este sábado a las 19 h, en una mesa redonda de BCNegra.

El escritor José Luis Correa fotografiado en la sede de Alba Editoral de Barcelona. Presenta 'El bebedor de coñac' en BCNegra. / VICTORIA ROVIRA
El nombre escogido, ‘Canario en una mina’, no podría ser más atinado. “En el fondo, novelista y detective son el termómetro de que algo va mal”, sentencia Correa.
Celos y muerte
Es la suya, asegura Correa, una novela más social que negra, “incluso a veces hasta existencial”, que huye del procedimiento para entretenerse en los alrededores. Ahí está el cadáver, sí, pero lo importante es el contexto. “Cuando veo cómo mis colegas se esmeran en documentarse con forenses, psicólogos, balística… A mí me encanta, pero para mí no es lo importante. Yo lo que quiero es lo que está todo alrededor de ese crimen”, explica.

El escritor José Luis Correa fotografiado en la sede de Alba Editoral de Barcelona. Presenta 'El bebedor de coñac' en BCNegra. / VICTORIA ROVIRA
En el menú, lo de casi siempre en estos casos: pasiones humanas, el bien y el mal, corrupción, prostitución… “Todo lo que me interese en un momento determinado”, subraya. Y en ‘El bebedor de coñac’, lo que le interesaba era colocar la lupa sobre las miserias cotidianas y las pasiones desatendidas. Celos y muerte entre las calles del barrio de Schamann. “Ya no estamos hablando de corrupción, no hay detrás una mafia, ni un aspecto conspiranoico; lo que hay detrás son celos. El amor no correspondido y un alma atormentada. Un Otelo de 2025”, explica.
En la novela, todo empieza cuando el cuerpo de Amado Martel, padre de familia y tipo aparentemente corriente, aparece en un solar con la cabeza abierta. “No soporto a los héroes. Están bien para Marvel y para divertirte con una serie de este tipo, pero a mí no me dicen nada. Lo que realmente me interesa es el perdedor y el romanticismo que le rodea”, reflexiona Correa mientras maniobra alrededor de la novela para no desvelar elementos esenciales de la trama.

El escritor José Luis Correa fotografiado en la sede de Alba Editoral de Barcelona. Presenta 'El bebedor de coñac' en BCNegra. / VICTORIA ROVIRA
Con Ricardo Blanco siempre pisándole los talones y sin perder de vista a Lorenzo Silva y Alicia Giménez-Bartlett, los únicos autores capaces de seguirle el ritmo en cuanto a novelas negrocriminales protagonizadas por un mismo personaje, Correa cree que la novela negra canaria, ese microcosmos insular azotado por la calima, debe mucho a su ascendencia portuaria. “En el campo también se mata, pero si te fijas, las novelas negras clásicas tienen muchas veces una ciudad con puerto, que es como otro mundo, una ciudad dentro de la ciudad”, teoriza.
“Luego, claro, la violencia es la violencia, y también en las Canarias se muere y se mata”, asegura un autor al que escribir en un mundo en el que ya no están ni Alexis Ravelo ni Antonio Lozano supone un plus de responsabilidad. “Es un compromiso. Lo tienes que hacer bien también por ellos. No puedes descuidarte y hacer estupideces o novelitas de mierda”, zanja.
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