Concierto en Barcelona

Alcalá Norte se zampa a mordiscos la 'vida cañón' en Razzmatazz

La banda madrileña tuvo suficiente con 65 minutos de bolo para imponer el pospunk ácido y abierto de miras de su piropeado primer álbum, casi tres meses después de su suspensión por la apendicitis del cantante, Álvaro Rivas

Concierto de Alcalá Norte en Razzmatazz

Concierto de Alcalá Norte en Razzmatazz / Jan Jofre

Jordi Bianciotto

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Barcelona
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La suma de unas canciones arrolladoras, con madera de ‘hit, y de una actitud muy 2025, de celebración a cajas destempladas de la humilde ‘vida cañón’, disfrutona y no por ello tontorrona, ha hecho de Alcalá Norte uno de los grupos del momento. Su pegada no se limita a ese álbum de debut (el segundo mejor disco español del año pasado en EL PERIÓDICO), sino que gana si cabe fogosidad en directo, en conciertos como el de este viernes en un Razzmatazz con el papel agotado desde hacía meses (sesión prevista para el pasado 20 de noviembre que tuvo que aplazarse cuando una apendicitis aguafiestas mandó al quirófano al cantante de la banda, Álvaro Rivas).

Su ascendiente pospunk no equivale a un cancionero de dientes apretados, sino que en Alcalá Norte hay buen humor y cierta guasa literaria, más allá del fondo político acusatorio. Ahí estuvo el dicharachero batería, Jaime Barbosa, que, como es costumbre, abrió el concierto alzando una bota de vino y repartiendo puros a la afición. “¡Somos Alcalá Norte y estamos en la puta Razzmatazz!”, celebró, dispuesto al aquelarre. De ahí a la apertura con ‘Los chavales’, su galopante línea de bajo y su cita a ‘La marsellesa’ (y a Serge Gainsbourg). Público mezclado, con bastante muchachada, pero también presencia ‘senior’, a la que no importa que Alcalá Norte evidencie deudas de las bandas de 1979-85, sino que es precisamente eso lo que le encanta.

Un toque de chulería

Al fin y al cabo, estos madrileños de Ciudad Lineal tienen una personalidad marcada y sus canciones reservan un espectro de registros más amplio de lo que podría parecer. Se pudo apreciar en la electrónica gruesa de ‘El guerrero marroquí (bakala norte mix)’, el peliculón histórico-tribal de ‘Westminster’ o el estribillo pop, falsamente cándido, de ‘La calle Elfo’. Álvaro Rivas, torso desnudo, pocas palabras (para ‘entertainer’ ya está Barbosa) no es aquel fino ruiseñor salido del conservatorio y tiene algo de Mark E. Smith pasado por el Manzanares (esa chulería castiza: el deje vocal de ‘420N’ es hijo de Burning y Leño), 

Alcalá Norte arrasó porque tiene un repertorio lleno de canciones para gritar y berrear en pandilla, celebrando la vida sin que eso deba significar que eres un bobo. A las más celebradas (no faltó el ácido retrato de la clase subalterna de ‘La sangre del pobre’) se sumaron otras de sus primeros tiempos (las ‘maquetas tempranas’) y versiones de Los Planetas (‘10.000’) y del ignoto grupo ochentero francés Icare (‘Fil de Lucifer’) en un bolo de una hora y cinco minutos. No hacía falta más. Y como despedida y cierre, la canción bandera, portadora de toda una filosofía. “Peineta pa mi chica y un mantón / Butaca en teatro…” Y concierto en Razzmatazz. ‘La vida cañón’.

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