Consagración en Montjuïc

Carolina Durante, más pasión por la vida que desencanto generacional en el Sant Jordi Club

La banda madrileña sacudió la sala, en el primero de sendos conciertos, con la presentación de su elogiado álbum ‘Elige tu propia aventura’, combinando guitarrazos rockeros, lírica ácida y un cuarteto de cuerda

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Concierto del grupo Carolina Durante en el Sant Jordi Club // Ferran Sendra

Concierto del grupo Carolina Durante en el Sant Jordi Club // Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Sentirse en un agujero de miseria moral y conjurar esa circunstancia con canciones furiosas de textos costumbristas con mala uva (y pellizcos de humor) es la ecuación sobre la que opera Carolina Durante. Si es cierto que vuelven las bandas de guitarras, y no se trata de un espejismo, puede que ellos estén aquí para perdurar. Disponen de muchas cartas en la manga, como las 25 canciones con las que cortocircuitaron esta noche de sábado en el primero de sendos conciertos en el Sant Jordi Club.

‘Elige tu propia aventura’, su tercer álbum (mejor disco de 2024 en EL PERIÓDICO), ha refinado la apuesta sin perder el ‘punch’ ni domesticar su catastrofismo arrebatado, tocado por fraseos adorables como “joderse la vida es lo más divertido”, que abrió la sesión. Escenario con posibles: mobiliario de despacho, con sus mesas, sus ordenadores y su máquina de café (y la banda sonora de ‘The office’ como preámbulo), como apuntando a una realidad aséptica en la que ellos son la deslenguada nota discordante.

La vida es dura, pero estos madrileños (un sexteto en escena) saben sacar punta a los espectros del desencanto generacional con algo más que agrias invectivas: tienen un don para la melodía y el estribillo, como testificaron ‘Dios plan’ o ‘San Juan’ (esos fondos de teclado y la textura de armónica), en tenso diálogo con piezas más galopantes como la anfetamínica ‘Tomé café’, donde retorcieron e hicieron rechinar las guitarras a placer.

Aunque citen la plausible opción del suicidio en sus letras, hacen canciones demasiado buenas y conciertos demasiado apasionados para hacerse pasar por nihilistas. ‘Mis amigos suman más que mis demonios’, se podía leer en una de las camisetas del ‘merchandising’, citando el tema ‘Hamburguesas’. En el fondo, el ‘durantismo’ es amor, o qué es sino la ácida pero tierna ‘Cayetano’, que humaniza al adversario. Se complicaron la vida al contar con un cuarteto de cuerda y una trompeta en una sección del repertorio, incluyendo la propia ‘Elige tu propia aventura’, subrayando nuevos caminos.

No inventan ningún género, pero extraen oro de los cánones flotantes, ya sea la cantinela de Los Planetas, los bajos pospunk o el eco de Oasis: la excelente ‘Probablemente tengas razón’, una de esas cavilaciones expiatorias con las que el cantante y letrista Diego Ibáñez se fustiga. Como esa perla llamada ‘Normal’ (“fatal, estuvo mal, yo también me odié”), en la que por supuesto no apareció Rosalía (“la número uno”). Sonaron ambas en un tramo final desatado, con rescates de ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’ (donde apareció el cómplice discográfico Barry B) y ‘Perdona (ahora sí que sí)’, otras muestras álgidas de un cancionero y un modo de hacer que viven en estado de gracia.