Arma de propaganda masiva
Los noticieros de Hearst, entre ellos seis filmaciones en escenarios asturianos, reviven en versiones digitalizadas
El magnate de la prensa, impulsor del sensacionalismo y obsesionado por influir en política, fue un pionero en enviar cámaras por el mundo

William Randolph Hearst, en sus inicios como editor. / LNE
La digitalización del tesoro que acumuló el magnate de la prensa William Randolph Hearst con cientos de archivos inéditos sobre la Guerra Civil española, entre ellos seis filmaciones en escenarios asturianos, devuelve a la actualidad a una figura del periodismo tan controvertida como influyente. A Hearst se le debe un impulso fundamental en el nacimiento y auge de la prensa escrita, y luego en el apogeo de los noticieros cinematográficos que informaban desde las salas a las audiencias cuando la televisión no estaba ni se la esperaba. Su inmensa capacidad para emprender y aprender fue siempre acompañada por las sombras de una tendencia predominante al sensacionalismo y de una obsesión imparable por manejar la agenda política de la época. Un espejo en el que parecen mirarse algunos magnates tecnológicos de hoy.
Los Hearst Metrotone News arrancaron allá por 1910 de forma rudimentaria pero en los años 20 y 30 pasaron a ser habituales y muy populares. Como haría luego el NO-DO en España, aquellos informativos breves sobre noticias políticas, catástrofes naturales, eventos deportivos o episodios bélicos se proyectaban en las salas antes de las películas con la marca de la casa: imágenes que impactaran en los espectadores, música que subrayara el dramatismo y una narración acorde con ello. En definitiva, el equivalente al estilo amarillista de los periódicos del imperio, como bien reflejó Orson Welles en el clásico "Ciiudadano Kane", inspirada con poco disimulo en los rasgos más megalómanos, manipuladores y ambiciosos del magnate. Hearst gastó una fortuna en nuevas tecnologías para la grabación de sonido y aumentar el atractivo de unos noticieros que contaban con profesionales de primera fila en muchos casos para grabar y grabar por todo el mundo. La Segunda Guerra Mundial fue, en ese sentido, una fuente de contenidos de tamaño descomunal.
Hearst también fue una figura destacada a la hora de convertir sus medios en panfletos que no titubeaban en tratar de influir en las agendas de los gobiernos o promover acciones que beneficiaran a sus intereses más personales. Célebre es su artimaña para que la guerra hispano-estadounidense de 1898 fuera una realidad, con los ecos de la voladura del acorazado "Maine" como eje central de una campaña brutal que hizo hervir el ultrapatriotismo contra España.
Su posición en la Guerra Civil fue agresivamente anticomunista y de apoyo explícito a las fuerzas de Franco (un líder poderoso y disciplinado, desde su punto de vista), con el gobierno republicano en el punto de mira para influir en la opinión pública al dibujarlo como un instrumento de la Unión Soviética y poniendo de relieve la participación de las Brigadas Internacionales como demostración de una "conspiración comunista global". Las historias presentaban a los nacionales como defensores de la religión, el orden y la estabilidad frente al caos comunista. Las escenas de combate, de bombardeos y de sufrimiento de la población civil, aunque reales, eran seleccionadas y editadas a favor del mensaje franquista, subrayando sus avances y minimizando los éxitos republicanos.
La década de los 40 ya empezó a vivir el declive de los noticieros cinematográficos porque las noticias ya llegaban a través de la televisión. Y nada volvió a ser lo mismo.
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