Festival Mil·lenni

Paco Ibáñez, un recital de magia y emoción en el Palau

El trovador cantó sus clásicos, citando a Lorca, Alberti y Brassens, en un cálido recital en el que contó con Soleá Morente en dos canciones

Concierto de Paco Ibáñez en el Palau

Concierto de Paco Ibáñez en el Palau / Manu Mitru

Jordi Bianciotto

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El recital se titulaba ‘Érase una vez’, y así comenzó, con ese mundo al revés un día deslizado por José Agustín Goytisolo, con su ‘lobito bueno’ y sus guiños a “un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado”. Versos para niños y mayores, respondones pero tiernos, porque así es el mundo de Paco Ibáñez, tan propenso al verbo alzado como a la extrema sensibilidad, como pudimos observar una vez más este jueves en el Palau, cita del Festival Mil·lenni.

Las pompas de jabón de Pep Bou nos habían dado la bienvenida cual abracadabrante telón, si bien el cantautor nos bajó de golpe al mundo terrenal cuando dijo disponerse a “empezar despotricando” y clamó contra el “anticatalanismo” promovido por los “fachas canallas”. Ya calmadas las aguas, la voz de Paco Ibáñez se fundió con precisa modulación, transmitiendo alma, entre los pliegues de ‘Es amarga la verdad’, cita a Quevedo. Junto a él, la guitarra exquisita de Mario Mas, dando paso al acordeón con raíces de Joxan Goikoetxea en un trío de canciones en euskera que culminó el clásico ‘Txoria txori’, el poema sobre la libertad que escribió Joxean Artze y musicó Mikel Laboa.

Inmortal Brassens

Recital con ese punto de informalidad e improvisación tan familiar, con sus cuchicheos con Mario para decidir cuál sería la siguiente canción y los titubeos de los colaboradores al entrar y salir a escena. Pero todo fluyó, hubo calidez, mucho oficio y genio, y pellizcos de humor que el público cazó al vuelo. El trovador cantó a Lorca (‘Yo vuelvo por mis alas’) envuelto por las olas del mar salidas de la parada de instrumentos improbables de Pep Pascual, y abordó con todo el brío ‘La mala reputación’. “¡Brassens siempre seguirá vivo!”, exclamó, y alguien replicó desde el primer piso: “¡Y tú también, Paco!”.

También hubo sorpresas. La primera, Soleá Morente, cuyo padre fue un querido amigo del trovador, bordando la ‘Nana de la mora’ y abordando también, se diría que sin esperarlo, el poema de Alfonsina Storni ‘Quisiera esta tarde divina de octubre’. Y Javier Mas, el padre de Mario (que fue en otros tiempos escudero de Maria del Mar Bonet y de Leonard Cohen), en ‘Tus ojos me recuerdan’, con texto de Machado.

‘Andaluces de Jaén’ fue cantada por el Palau entero, y tras ‘Soldadito boliviano’, ya solo quedó despedirse con el canto guerrero ‘A galopar’, a la sombra de Alberti, y ahí podíamos fácilmente imaginar en quién podía estar pensando Paco Ibáñez al cantar que a ciertos sujetos imprecisos hay que “enterrarlos en el mar”. Pero, más que ira, hubo emoción profunda en el Palau. Larga ovación final de un público volcado, entre el que se pudo ver a la presidenta del Congreso, Francina Armengol (secándose los ojos humedecidos) y la ‘consellera’ de Cultura, Sònia Hernández.

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