Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

La muñeca izquierda de Zuckerberg nos recuerda que nuestro tiempo (invertido en redes) es oro para ellos

Si el anuncio de que a partir de ahora los bulos circularán libremente por las redes fue inquietante, el reloj de un millón de euros de la firma Greubel Forsey que Zuckerberg decidió lucir en su mensaje este marte era tan transparente como insultante. Su muñeca izquierda nos recuerda que nuestro tiempo (invertido en redes) es oro para ellos.

El propietario de Facebook, Instagram y Whatsapp lucía un reloj artesanal de Greubel Forsey valorado en más de un millón de euros en el anuncio, el martes, de la eliminación de los filtros antibulos.

El propietario de Facebook, Instagram y Whatsapp lucía un reloj artesanal de Greubel Forsey valorado en más de un millón de euros en el anuncio, el martes, de la eliminación de los filtros antibulos. / EPC

Para congraciarse con Trump y proclamar el fin de la verificación de la información en redes, Mark Zuckerberg apareció el martes en un vídeo de cinco minutos ataviado con una aparentemente sencilla camiseta negra de manga corta de hombros caídos y una cadena dorada. Y aunque la noticia ya era impactante por sí sola; casi tanta o más información marcaba su muñeca izquierda para quien gustara y supiera interpretarla… El propietario de Facebook, Instagram y Whatsapp lucía un reloj artesanal de Greubel Forsey valorado en más de un millón de euros. Una pieza única suiza de oro blanco hecha con 6.000 horas de fabricación y de los que sólo se producen dos o tres al año. Siendo la tercera persona más rica del mundo con un patrimonio neto de 214,7 mil millones de dólares, Zuckerberg se ha convertido desde hace unos meses en un amante de la alta relojería y colecciona máquinas de Patek Philippe, Jaeger-LeCoultre, De Bethune o F.P. Journe.  

Y es que el CEO tecnológico está en plena renovación de su imagen. Lo mismo se presenta con una cazadora de piel de borrego que surfeando con un smoking o probándose cadenas de distintos tamaños y materiales como todo adolescente (“bro”) que se precie, aunque las suyas lleven rubíes o brillantes y puedan costar unos 8.000 euros. También se ha dejado crecer el rizo de la melena, aparece con un ligero bronceado en su piel, ha integrado las marcas de moda a sus conversaciones y muestra sus abdominales sin camiseta. Y aunque a algunos se les antoje que Zuckerberg simplemente está atravesando la dura crisis de los 40 (Mark, yo te entiendo: ¿por qué me tratan de señor@ si yo aún me veo como un chiquill@?); lo cierto es que la estética del propietario de Meta persigue conectar con un público más joven. La generación Z prefiere los vídeos cortos/tontos de TikTok y su nueva estrategia estética busca poner remedio. 

Al igual que ocurría con el look de Steve Jobs, pensar que la imagen de Zuckerberg fue algún día despreocupada es no conocer al personaje ni su trabajo. Las “sencillas” camisetas grises de manga corta con las que se uniformó durante años de la firma Brunello Cucinelli costaban 340 euros la unidad (y tenía para no repetir). Por aquel entonces, cuando le preguntaban por su repetitivo e inmutable estilismo respondía predecible como todo falso asceta: “Realmente quiero despejar mi vida para tomar la menor cantidad posible de decisiones superfluas y centrarme en cómo servir a esta comunidad”. Su outfit de millonario rebelde encontró su excepción al ir a declarar al Senado de los EEUU con traje y corbata -ataviado de adulto serio que cumple las normas estilísticas impuestas- por el robo masivo de datos por Cambridge Analytica o los daños provocados en sus plataformas a multitud de víctimas. 

Si el anuncio de que a partir de ahora los bulos circularán libremente por las redes fue inquietante, el reloj de un millón de euros que Zuckerberg decidió lucir en su mensaje era tan transparente como insultante. Su muñeca izquierda nos recuerda que nuestro tiempo (invertido en redes) es oro para ellos. Y, no menos importante, que el auténtico lujo es analógico (y no digital). En fin, que somos idiotas.  

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