Estreno de cine

'Nosferatu', el monstruo que mejor muerde

Guía por los caminos de Nosferatu, el vampiro de la noche

Escena de 'Nosferatu' (2024), con Lily-Rose Depp.

Escena de 'Nosferatu' (2024), con Lily-Rose Depp. / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

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NOSFERATU

Puntuación: 4

Director: Robert Eggers

Reparto: Bill Skarsgård, Lily Rose Depp, Nicholas Hoult, Willem Dafoe

Año: 2024

Estreno: 25 de diciembre de 2024

A lo largo de su carrera, Robert Eggers se ha inspirado en la historia, el folklore, la religión y los cuentos populares para convertir lo ancestral en algo vívido, febril y sobrecogedor, y con esta nueva versión del clásico homónimo dirigido por F. W. Murnau en 1922 -a su vez adaptación no autorizada de ‘Drácula’, de Bram Stoker-, el estadounidense aúna el terror psicológico del que imbuyó ‘La bruja’ (2015) y ‘El faro’ (2019) con la riqueza mitológica exhibida por su epopeya ‘El hombre del Norte’ (2022) para adentrarnos en el tipo de pesadilla de la que no hay forma de despertar. La película avanza acechante, subida a una cámara que gira, se desliza y se revuelve con agilidad, y en el proceso altera el punto de vista de la historia original para centrarla en la represión sexual y la autonomía femeninas; en todo caso, si ‘Nosferatu, vampiro de la noche’ (1979) usó la película de Murnau como punto de partida para explorar las obsesiones estéticas y narrativas de su director, Werner Herzog, aquí Eggers se muestra menos interesado en reinterpretar el modelo que en jurarle lealtad.

Empapada de atmósfera densa y derrochante de poesía macabra, plagada de imágenes que parecen emerger de las entrañas de la oscuridad, la suya es una película emocionante, repulsiva y embelesadora a partes iguales, y tan evocadora que al verla uno casi puede sentir legiones de ratas corriendo bajo sus pies, revolverse por el olor a podredumbre, y notar cómo se hiela el aire cuando el monstruo titular traga sangre. Encarnada por Bill Skarsgård, esta versión del vampiro Orlok es una criatura a la vez genuinamente aterradora y tremendamente sexual hecha de huesos crujientes, uñas repugnantes, gruñidos guturales, respiraciones sibilantes y miradas mortecinas que, eso sí, rezuma erotismo y testosterona. Ni él ni la película que lo contiene cambiarán la imagen del mito que tenemos grabada en el imaginario colectivo, pero sí suponen una expansión apabullante de su significado y su legado.