Entrevista

Mati Diop, una cineasta para despertar conciencias: "Francia y Europa siguen siendo colonialistas"

La directora franco-senegalesa continúa examinando la terrible herencia de los abusos históricamente cometidos por Europa en África con 'Dahomey', ganadora del Oso de Oro a la Mejor Película en la pasada Berlinale, película recién estrenada en España

Crítica de 'Dahomey': cómo discutimos el colonialismo

La directora Mati Diop posa con su Oso de Oro por 'Dahomey' en la Berlinale, el pasado 24 de febrero.

La directora Mati Diop posa con su Oso de Oro por 'Dahomey' en la Berlinale, el pasado 24 de febrero. / Clemens Bilan / EFE

Nando Salvà

Nando Salvà

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“Los cineastas, y los artistas en general, debemos usar nuestra voz para despertar conciencias, no podemos dejar la acción política en manos de nuestros gobiernos; y mis películas, en concreto, tratan de fijar su mirada en aquellos que han sido desposeídos de su propia historia”, sentencia la franco-senegalesa Mati Diop, que ha decidido centrar su carrera en examinar la terrible herencia de los abusos históricamente cometidos por Europa en África desde que hace 15 años debutó como cortometrajista, y que tan solo ha necesitado dirigir dos largometrajes para situarse en la vanguardia del cine internacional.

En ‘Atlantique’ (2019), Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, acompañó a un grupo de jóvenes de Dakar que se adentran en el océano con el fin de llegar a España, solo para regresar al punto de salida poco después convertidos en espectros; y ‘Dahomey’, ganadora del Oso de Oro a la Mejor Película en la pasada Berlinale, plantea un viaje en sentido inverso. “El objetivo es mostrar cómo una sociedad necesita reconectar con su patrimonio cultural para labrarse un futuro”, explica Diop acerca de una obra que hibrida de forma deslumbrante hechuras de documental procedimental, ardientes discusiones sobre el trauma colonial y elementos propios del cine de fantasmas. 

Un fotograma de 'Dahomey'

Un fotograma de 'Dahomey' / 'Dahomey'

Recién llegada a la cartelera española, la película contempla el proceso que se inició en noviembre de 2021 con la restitución de 26 objetos ornamentados procedentes del reino de Dahomey, hoy Benin, que 130 años atrás habían sido robadas por los invasores franceses; pese a tratarse de la repatriación de obras de arte más importante hasta la fecha de una antigua potencia colonial a un país africano, tan solo es la punta de un gigantesco iceberg: más de 7000 artefactos saqueados por los invasores galos en el continente africano siguen en París.

La operación empezó a gestarse en 2017, cuando el presidente Emmanuel Macron dio un discurso en Burkina Faso en el que urgía a las instituciones europeas a impulsar la devolución de tesoros robados como consecuencia del imperialismo. “Teniendo en cuenta la amnesia que Occidente ha aquejado siempre respecto a ciertas cosas, su negativa a asumir su responsabilidad en la historia de África, mi primera reacción ante el anuncio fue tomármelo como un intento de lavado de imagen por parte de Francia”, recuerda Diop, que llegado el momento decidió usar ‘Dahomey’ para convertir ese ejercicio de propaganda en otra cosa muy distinta, un homenaje a “los hombres y mujeres deportados a causa del comercio de esclavos, los que hoy componen la diáspora africana en Europa y los habitantes actuales de Benin”.

La cineasta viajó con las dos docenas de objetos desde las galerías del museo Quai Branly parisino al palacio presidencial beninés, en la ciudad de Cotonú. En su transcurso, como la película constata, capturó con todo detalle del embalaje, el transporte, el desembalaje y la exhibición de las reliquias, y fue tanto del testigo del entusiasmo de las multitudes que celebraban en las calles el regreso de sus tesoros culturales como el regocijo de los benineses que los descubrieron una vez expuestos en su nuevo hábitat; a lo largo del proceso, su cámara se mantuvo pegada a los objetos. “Quise que el espectador experimentara el viaje de primera mano, como si fuera una de las piezas”, recuerda Diop.

Con ese fin, asimismo, ‘Dahomey’ da literalmente voz a una de ellas -etiquetada con el número 26 durante el viaje-, que representa al primer monarca de Dahomey, Ghézo, y que habla con timbre de ultratumba sobre su tiempo en el exilio y las zozobras que le causa la vuelta al hogar. “Tengo miedo de no ser reconocido con nadie, y de no reconocer nada”, se lamenta el rey desde las profundidades de la historia. “Para mí era importante tratar estos tesoros como sujetos, y no como meros objetos”, añade Diop. 

¿Sintió algún reparo a la hora de erigirse ella misma, al fin y al cabo una extranjera, en portavoz de la memoria histórica beninesa? “Hice ‘Dahomey’ porque sentí que era necesario documentar aquel acontecimiento”, responde la directora. “Si algún director local hubiera mostrado interés en hacerlo, yo le habría dado todo mi apoyo. Mientras rodaba y montaba la película, en todo momento me esforcé por permanecer situada a la distancia adecuada”. Antes de ponerse detrás de la cámara, Diop inició su actividad artística en el mundo de la música, y luego se dio a conocer internacionalmente como actriz al frente de ‘35 tragos de ron’ (2008), de Claire Denis. “En seguida me di cuenta de que el mundo de la interpretación estaba en manos de hombres blancos, y no me apeteció formar parte de él; sentí que contar historias me permitiría sentirme más protegida, y mantener el control de mi trabajo. Y desde el principio lo concebí como un punto de encuentro entre el cine y la política”.  

Debatir, no polemizar

A lo largo de su último tercio, ‘Dahomey’ es testigo de un debate estudiantil en la universidad de Abomey-Calavi cuyos participantes expresan emociones contradictorias acerca de la restitución. ¿Por qué devolver obras de arte a un país que ni siquiera existía cuando fueron robadas?, se preguntan. ¿No es insultante repatriar una parte tan pequeña de los tesoros? ¿Qué sentido tiene sentido hablar de arte cuando las consecuencias más tangibles del colonialismo, como el hambre y la pobreza, siguen siendo sufridas a diario por los africanos?. “Era importante presentar numerosos puntos de vista acerca del asunto, mostrar a los estudiantes planteando cuestiones, replicándose y rebatiéndose”, opina Diop. “Lo que mis películas quieren no es generar polémica, sino estimular conversaciones”.

Según la directora, “es evidente que Francia y Europa siguen siendo colonialistas, queda claro a través de sus prácticas en las antiguas colonias, como de su actitud frente a aquellos de sus ciudadanos que proceden originalmente de ellas”, lamenta. “El 90 por ciento del patrimonio expoliado a África sigue en museos europeos, y eso significa que la juventud africana creció sin tener a su alcance las manifestaciones físicas y materiales de su propia historia”. Resulta esencial, añade, devolver la voz a los jóvenes del continente. “Espero que después de estas restituciones se produzcan muchas más, porque gracias a ellas puede abrirse la posibilidad de construir nuevas sociedades dotadas de su propia voz y su propia identidad. África es el continente más grande del mundo, y el 70 por ciento de su población tiene menos de 20 años. Su importancia para el futuro del planeta es evidente”.