Entender más

Cuando Bob Dylan pasó de ser 'Judas' a un cristiano convencido

Un ensayo reivindica el disco que dio inicio a la etapa cristiana de Dylan y cuya publicación supuso una conmoción solo comparable a su electrificación en el festival Folk de Newport

Bob Dylan.

Bob Dylan. / EP

Eduardo Bravo

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"El horrible Evangelio de Bob Dylan", "Las canciones de Slow Train Coming son monolíticas: Jesús es la respuesta y, si no lo crees, estás jodido", "Lo peor de Dylan como artista fue su época como iluminado bajo la cruz", "Me decepcionó Slow Train Coming y me fui alejando de Dylan hasta que desconecté cuando ofreció un concierto ante el papa Wojtyla"… A la luz de estas críticas, es evidente que la recepción de aquel álbum no fue todo lo buena que el cantautor de Minnesota hubiera deseado.

El público y la crítica lo crucificaron, nunca mejor dicho, por haber firmado un disco en el que volcaba sus reflexiones, sentimientos y experiencias como cristiano en canciones como Precious Angel, When He ReturnsI Believe In You o Man Gave Names To All The Animals, una canción infantil que, para muchos críticos, es al repertorio de Dylan como Ob-La-Di-Ob-La-Da puede ser para The Beatles: mala, ratonera y ramplona.

Hablando del grupo de Liverpool, incluso John Lennon se indignó cuando vio a su antiguo ídolo interpretando en Saturday Night Live canciones como Gotta Serve Somebody. "Supongo que Dylan ahora quiere ser camarero, le ha dado por servir a alguien", dijo Lennon, que también se despachó a gusto en la revista Playboy: "Es lamentable cuando la gente dice: 'Este es el único camino'. Eso es lo único que tengo en contra de alguien, si dice: 'Esta es la única respuesta'. No quiero oír a hablar de eso. No hay una única respuesta para nada". Sorprendido por todas estas reacciones, Robert Hilburn de Los Angeles Times llegaría a preguntarse en uno de sus artículos: "¿Quién iba a pensar en la época de los Sex Pistols y el punk rock que el tema más controvertido del rock sería la religión, y que Bob Dylan estaría en el centro de la misma?".

Dos tazas

"Eh, cariño, Problemas es mi apellido", le dice el personaje de Isaac Davis, interpretado por Woody Allen, al de Mary Wilke, encarnado por Diane Keaton en la película Manhattan. Una frase que podría aplicarse sin demasiadas complicaciones a un Dylan que en 1979, fecha de aparición de Slow Train Coming, sabía de sobra las consecuencias que tenía romper con lo que se esperaba de él desde que se presentara en el Festival de Newport de 1965 con una banda electrificada. Una decisión que, unos meses después, el 17 de mayo de 1966, provocó que fuera llamado "Judas", en mitad de un concierto en el Free Trade Hall de Manchester. No obstante, tan convencido estaba Dylan de lo que hacía al firmar un trabajo confesional, que lejos de parar ese lento y cadencioso tren, le echó más carbón y se convirtió en el primero de una trilogía de discos cristianos. Si los aficionados y la crítica no querían arroz, Dylan les dio dos tazas más: Saved Shot Of Love.

A pesar de esa mala recepción, cuarenta y cinco años después de su publicación, Slow Train Coming es considerado uno de los mejores trabajos del músico. "Mi álbum favorito de todos los tiempos es Slow Train Coming de Bob Dylan, fue el primero que compré de él. Es un gran disco lleno de una espiritualidad mezquina. Es un disco realmente desagradable, sin duda, el álbum cristiano más desagradable que he escuchado", declaraba a la revista MOJO en 1997 Nick Cave, en lo que, a pesar de todo, es una alabanza a ese trabajo. Otros de los aficionados entregados a este disco son Luis Lapuente y Ana Aréjula, que acaban publicar en la editorial EfeEme Slow Train Coming. Bob Dylan y la cruz de Jesús, una monografía en la que desgranan el proceso de creación del disco, incluyendo el porqué de la transformación personal del músico, el proceso de grabación y, ya está contado, la mala recepción.

"Juan Puchades, de EfeEme, decidió ampliar la colección de libros dedicados a discos españoles para incluir también discos internacionales y me llamó para invitarme a que hiciera uno —recuerda Luis Lapuente—. A medida que me lo iba diciendo pensé en hacerlo sobre Slow Train Coming. Tenía ganas de escribir sobre Dylan y, además, Ana es muy dylanita, pero nos daba miedo porque se ha escrito tanto sobre él que era difícil aportar algo. Sin embargo, si bien hay cosas escritas sobre su etapa cristiana, casi no hay información sobre este disco en concreto, ni en el extranjero ni, por supuesto, en España. Finalmente decidí mandarle un mail a Puchades dándole muchas razones de por qué teníamos que escribir sobre ese disco. Mi sorpresa fue cuando leí que en su mail de respuesta me decía: 'No, si no me tienes que convencer, si el disco es buenísimo y siempre me ha gustado mucho'. A partir de ahí, nos embarcamos en el libro".

El trabajo en común de Ana Aréjula —profesora de Historia— y Luis Lapuente —experto en soul, jazz y música negra— ha dado lugar a un ensayo en el que no solo se reivindica el valor artístico de este trabajo, sino que se analizan las referencias bíblicas contenidas en sus canciones y se desmontan mitos y malentendidos relacionados con las creencias religiosas del cantautor. Por ejemplo, que no abjuró del judaísmo, ni se hizo católico aunque, en 1997, actuase ante Juan Pablo II.

"Cuando Dylan fue a actuar ante el papa, Joseph Ratzinger escribió 'creo que nos equivocamos dejando que actuara en el Vaticano' y tenía razón. Dylan no era de su cuerda. Fue allí porque él hace lo que le apetece sin dar explicaciones a nadie, pero nunca ha sido católico sino cristiano —puntualiza Lapuente—. Además, Dylan no considera que esté dentro de una religión. Cuando en un momento dado le preguntaron sobre ello, respondió que lo que él había hecho no tenía nada que ver con la religión, que Jesús no hablaba de religiones y que hacerlo en ese contexto era degradar la fe".

En la viña del Señor

A mediados de los años 70, surgió en California la Vineyard Fellowship o Comunidad de la viña, un grupo evangélico capitaneado por el predicador Kenn Gulliksen que llamó la atención de muchos músicos que habían vivido el hippismo y la revolución espiritual de los 60. Entre ellos, el propio Bob Dylan. Aunque en esa época para el autor de Blonde on Blonde la figura de Jesús era totalmente irrelevante, en 1979 comenzó a hacerse una serie de preguntas sobre la existencia que le llevaron a frecuentar a los pastores de esa comunidad y asistir a los cursos de lectura de la Biblia. "En primer lugar me dije: 'es imposible que pueda dedicarle tres meses a esto, tengo que volver a la carretera pronto'. Pero un día estaba durmiendo, me desperté de repente, me senté en la cama a las siete de la mañana y me vi impulsado a vestirme y a conducir hasta la escuela bíblica. No me podía creer que estuviera ahí", recordaba el propio Dylan, al que, a partir de entonces, se le vería frecuentar la iglesia como un creyente más.

"Hay una anécdota que me parece muy interesante. Aquella en la que uno de los asistentes a una de las ceremonias evangélicas se giró y se dio cuenta de que, detrás de él, estaba Dylan cantando Amazing Grace como si nada", comenta Lapuente, para el que ese vínculo religioso del músico no resulta tan difícil de entender: "Dylan nunca habría acudido a una catequesis católica ni siquiera a una iglesia protestante convencional. Sin embargo, en La viña encontró algo que tenía que ver con su forma de ver la vida: esa inspiración anarquista y esa esencia de libertad que tiene el protestantismo desde que Lutero se hartó de que el papa repartiera bulas a cambio de dinero o decidiera quién podía o no leer e interpretar la Biblia".

Convencido de que debía difundir la palabra de Jesús, Dylan concibió un disco influenciado por los himnos religiosos de artistas como la Carter Family, por los grupos de góspel y en cuya grabación participaron figuras como Jerry Wextler, productor del sello Stax que había colaborado previamente con Aretha Franklin y Dire Straits, dos de cuyos miembros, Mark Knopfler y Pick Withers, también tocaron en Slow Train Coming.

Finalmente, en noviembre de 1979, pocos meses después de su lanzamiento en agosto de ese mismo año, Bob Dylan se lanzó a la carretera para defender ese nuevo trabajo. No fue sencillo. La audiencia, ansiosa de escuchar las canciones clásicas del músico, recibía a cambio temas de góspel, por lo que no era raro que respondiera con abucheos y silbidos. Cuando eso sucedía, Dylan no dudaba en parar el show y comenzar a predicar con largas charlas en las que que incluso pedía que encendieran las luces del recinto para poder mirar a la cara a aquellos que le criticaban.

"Dylan llegó a decir 'yo no hago jueguecitos. Si me meto en una cosa me meto de verdad'. Era una declaración que demostraba que, para él, sus creencias religiosas o su trabajo en Slow Train Coming y en las giras del góspel no eran una impostura", recuerda Luis Lapuente que, junto a Ana Aréjula, también aborda en el libro qué ha quedado de esa religiosidad dylaniana después de sus tres discos confesionales.

"Aunque no lo parezca, con el paso del tiempo esa religiosidad es aún más patente en sus canciones. La diferencia es que en Slow Train Coming cita textos bíblicos porque todavía no está familiarizado con ellos o no los ha interiorizado. Después, esas reflexiones religiosas están ya tan asimiladas, que aparecen en sus letras de forma más espontánea. En todo caso, es verdad que su religiosidad actual no es tan marcada como la de esa época", confirma Lapuente, que aporta una explicación: "Es posible que él mismo se diera cuenta de que su actitud era un poco excesiva. Sus discursos sobre el apocalipsis o sobre Rusia como enemigo de la religión y de Estados Unidos, por ejemplo, fueron poco afortunados. En todo caso, como el mismo Dylan llegó a decir sobre la brevedad de su apostolado, 'también Jesús predicó solo tres años y luego se retiró'".