Novela
Pep Coll 'resuelve' el "crimen del gitano" setenta años después
El autor de 'Dos taüts negres y dos de blancs' novela en 'Els crims de la mel' el caso real de un gitano asesinado a tiros por un payés en el Pallars Jussà en 1953
¿Por qué el ‘true crime’ nos fascina tanto a las mujeres?
Noviembre de 1953, lejos ya de la onda expansiva de la Guerra Civil, pero tampoco tanto. Dos disparos en el bosque, un hombre muerto y el rumor de un falso culpable incrustado en la memoria popular de Abella de la Conca, en el Pallars Jussà. De pie, empuñando el arma, un payés de la zona. En el suelo, con un boquete en el pecho, un gitano de los que se habían instalado en los alrededores de la masía. “He mort un gitano. Ahir a la nit. Em robava la mel", confiesa el hermano del asesino acto seguido. Siete décadas después, escribe Pep Coll (Pessonada, 1949), “la verdad os hará libres”.
El escritor, autor de ese ‘true crime’ a la catalana que fue 'Dos taüts negres i dos de blancs', creció oyendo hablar del ‘crimen del gitano’, uno más en el extenso inventario de desdichas de proximidad de cuando en cada casa había una escopeta y sólo hacía falta un motivo, por nimio que fuese, para apretar el gatillo, pero nunca pensó que de ahí saldría una novela. Mucho menos una como ‘Els crims de la mel’ (Proa; Destino en castellano).
Crimen novelado
“Habría quedado como otro de tantos, porque hay que ver la de crímenes que había en el mundo rural, de no ser por los rumores que circulaban diciendo que quien se presentó ante la Guardia Civil no fue quien realmente lo mató, sino su hermano”, explica Coll, quien después de estudiar a conciencia el sumario del caso decidió echarse al monte de la ficción. Sin investigación periodística, sin estudio histórico. Sólo una novela a partir de un asesinato real. “Todo lo que ocurrió después del crimen no me parecía demasiado interesante desde un punto de vista novelístico, o por lo menos no me lo parecía pensando en el lector de hoy”, aclara.
Lo que sí atraía al autor de ‘L’any que va caure la roca’ era explorar la libertad individual a partir de los personajes de Galderic y Samara, hermano del agresor y viuda del finado, respectivamente, y reflexionar sobre “la verdad en un momento tan discutible como el actual”. “La verdad no sólo se opone a la mentira, sino también a la simulación”, asegura. De ahí, añade, las escenas teatrales y los guiños constantes a los rituales judiciales y religiosos. “Me sorprendió mucho descubrir que en su origen la Audiencia de Lleida tenía que ser un teatro. Hicieron los cimientos y cuando lo tuvieron listo decidieron que en vez de un teatro sería una audiencia provincial. Bien pensado, un juicio no deja de ser una actuación”, señala.
Dos mundos enfrentados
Con ‘Els crims de la mel’, Coll también ha querido poner el foco en la tensión entre payeses y gitanos, dos mundos opuestos y prácticamente irreconciliables: uno arraigado a su masía y el otro nómada, en constante movimiento. “Los gitanos eran vistos como una plaga, al menos en esa zona; chocaban frontalmente con el estilo de vida del payés, siempre con los mismos horizontes y apegado a su tierra”, reflexiona.
Otra cosa que le llamó la atención fue la deshumanización que durante décadas ha acompañado a ese gitano despojado de nombre, no digamos ya de apellidos. En otros casos similares, recuerda Coll, todo el pueblo hablaba de las muertes del heredero de Teixidor d’Abella o de los ‘masovers’ de Carreu. Del gitano, sin embargo, poco más se supo. “Nadie sabía cómo se llamaba, era como si hubiesen matado a un jabalí”, lamenta.
La violencia cotidiana de una época en la que la caza y el contrabando eran complementos básicos para la supervivencia salpica una novela que Coll ancla de nuevo a la Conca de Tremp en los años de posguerra. Un paisaje emocional que, asegura, le sirve para explicar los tiempos que corren. “Estas historias pueden dar mucho de sí, no como un vestigio arqueológico que pasó en un determinado momento, sino como algo que puede explicar el mundo de hoy”, defiende un autor que cree que la novela está genéticamente diseñada para sobrevivir. "Es un género que, com el capitalismo, se está adaptando constantemente. Desde finales del siglo XIX se dice que ya tiene sentido y aquí seguimos", subraya.
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