Arte y política

¿Mausoleo burgués o templo de la razón crítica? El museo del siglo XXI busca su sitio entre la descolonización y la restitución

Extractivismo, descentralización, revisión crítica y emprendimiento sociocultural marcan la agenda de futuro de las instituciones culturales 

“Cuestionar los museos no es algo nuevo: los futuristas los querían quemar”, asegura Manuel Borja-Villel, asesor de la Generalitat e impulsor del congreso ‘Capgirar encateris’

Manuel Borja-Villel: “Las guerras culturales siempre se libran en el campo del enemigo”

Manuel Borja-Villel, esta semana durante la inauguración del congreso 'Capgirar encanteris'.

Manuel Borja-Villel, esta semana durante la inauguración del congreso 'Capgirar encanteris'. / El Periódico / EPC

David Morán

David Morán

Barcelona
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En 2018, el Consejo de Ancianos de Rapa Nui y una comitiva de habitantes de la isla chilena viajaron a Londres para abrazar el Hoa Hakananai'a, el legendario moai de 2,4 metros de alto que se exhibe en el British Museum desde que el comodoro Richard Powell se lo ‘regaló’ a la reina Victoria en 1869. Los isleños, recuerda ahora la arqueóloga y museóloga chilena Camila Opazo-Sepúlveda, le cantaron, “reactivaron su poder” y le comunicaron una vuelta a casa que, seis años después, aún no se ha materializado. Ahí sigue, expuesto permanentemente en la sala 24 del museo londinense, junto a una cartela en la que se le presenta muy convenientemente como el “amigo perdido, escondido o robado”. 

“Es la prueba del delito colonial. Estos objetos no son cosas, son fragmentos de un tejido social, cultural y espiritual”, subraya la investigadora, quien ha escogido la disputada estatua de piedra monolítica para ilustrar su intervención en ‘Capgirar encanteris’, encuentro internacional sobre el papel de los museos en el siglo XXI que Manuel Borja-Villel, asesor especial de la Generalitat, ha impulsado esta semana en Barcelona. Una nueva reflexión sobre del presente y el futuro de las instituciones museísticas a través de conceptos como extractivismo, restitución, descolonización y emprendimiento sociocultural que el también chileno Claudio Alvarado Lincopi, historiador e investigador del  Centro de Estudios Interculturales e Indígenas de Chile (CIIR) resume en la necesidad de “vivificar el mausoleo”.  

El moái Hoa Hakananai'a está instalado en el British Museum desde finales del siglo XIX

El moái Hoa Hakananai'a está instalado en el British Museum desde finales del siglo XIX / El Periódico / EPC

O, dicho de otro modo, imaginar otro tipo de institución y de relación con el público. “Cuestionar los museos no es algo nuevo: los futuristas los querían quemar. El museo tal y como lo conocemos, que arranca en el siglo XVI, ha ido mutando continuamente, igual que muta la cultura y la sociedad en la que estamos, así que es normal plantearse cuál es su función hoy en día”, explica Borja-Villel, exdirector del MACBA y el Reina Sofía e ideólogo de unas jornadas que, asegura, intentan dar respuesta al cambio de paradigma que ha supuesto el auge de los populismos por un lado y el activismo diaspórico, indigenista, especista y feminista por el otro. 

Superar el marco colonial

El pasado mes de junio, el Ministerio de Cultura empezó a concretar su apuesta por la descolonización creando dos comités encargados de elaborar informes técnicos con propuestas sobre la narrativa, los conceptos expuestos y la selección de piezas exhibidas en el Museo de América y el de Antropología, pero la pregunta del millón sigue siendo la misma: cómo “establecer espacios de diálogo e intercambio que permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones”, como dijo entonces el ministro de Cultura, Ernest Urtasun.

Máscaras rituales en el Museu de Cultures del Món de Barcelona

Máscaras rituales en el Museu de Cultures del Món de Barcelona / RICARD CUGAT

¿Por dónde empezar? Alvarado Lincopi aboga por huir de la “monumentalidad y blanquitud” para convertir los museos en “espacios abigarrados, complejos y democráticos”, mientras que Bénédict Savoy, coautora junto a Felwine Sarr del informe sobre la restitución del patrimonio cultural africano que el gobierno francés encargó en 2018, blande la “empatía historiográfica” para gestionar la ausencia de obras robadas, saqueadas y expoliadas. Como ejemplo, la historiadora francesa cita ‘Las bodas de Caná’, lienzo de Paolo Veronese robado por las tropas napoleónicas del monasterio de San Giorgio Maggiore de Venecia en 1797 y expuesto en el Louvre justo enfrente de la 'La Gioconda'. “Es, literalmente, el cuadro menos visto de toda la historia del museo porque, literalmente, todo el mundo le da la espalda”, lamenta Savoy. 

Seguir el rastro del dinero

En Cataluña, Borja-Villel elogia el trabajo que ha hecho con el Museu d’Art de Cerdanyola con Ismael Smith, verso libre, libérrimo más bien, del noucentisme y artista arrinconado durante años por su condición de ’dandy’ queer y ‘enfant terrible’ de tablaos y puticlubs, y abre algunas posibles vías sobre las que trabajar. “La riqueza de Barcelona está íntimamente ligada a Cuba, el Magreb, Guinea y Filipinas pero, ¿dónde están representados los filipinos y los magrebíes? Es algo que no es sólo relevante desde un punto de vista artístico, también a nivel político y social”, explica.  

Un caso singular por ejemplo, es el de la célebre lámpara Disa diseñada por Coderch. “Es maravillosa y la tiene media Barcelona, pero está hecha con madera de Guinea, y nadie se preguntaba de dónde venía o si el extractivismo que había detrás era mucho más duro y más bestia que el de, por ejemplo, Cuba”, relata. La obra más popular del arquitecto racionalista será objeto de estudio en la gran exposición que el valenciano prepara para el año que viene en el Museu Marítim, en Palau Moja y los nuevos Tinglados del Port Vell.

La lámpara DISA de Coderch. “Es maravillosa y la tiene media Barcelona, pero está hecha con madera de Guinea, y nadie se preguntaba de dónde venía", afirma Borja-Villel sobre ella.

La lámpara DISA de Coderch. “Es maravillosa y la tiene media Barcelona, pero está hecha con madera de Guinea, y nadie se preguntaba de dónde venía", afirma Borja-Villel sobre ella. / EPC

Los grandes museos españoles y catalanes, apunta Borja-Vilell, tienen poco que restituir en comparación con los británicos, alemanes o franceses, pero lo importante en este caso es el rastro del dinero. Saber de dónde venía y cómo se consiguió. O, por tirar de proximidad, “cómo se hizo esta Barcelona modernista tan maravillosa". “En el Prado, por ejemplo, no hay nada porque tenían un ‘curator’ increíble que era Velázquez y un presupuesto imbatible, pero el dinero venía de los dos Potosí, del mexicano y el boliviano; venía de la Conquista”, ilustra.  

Desde el colectivo (Tr)african(t)s, especializado en el rastreo y documentación de patrimonio material de origen colonial y en el estudio de las colecciones del Museu Etnològic i de Cultures del Món, el de la Pell d’Igualada y el Museu Darder de Banyoles, entre otros, van un poco más allá e invitan a poner en duda el “la cultura del consentimiento” en un contexto colonial. “Cuando hablamos de colecciones de origen colonial, siempre existe el convencimiento de que fueron adquiridas a través de una compra. Y muchas veces el museo conserva facturas y documentos legales, pero hay que cuestionar el grado de deseo o de voluntariedad de las comunidades de vender sus colecciones”, destacan. 

Manuel Borja-Villel, asesor del Departament de Cultura en el ámbito museístico.

Manuel Borja-Villel, asesor del Departament de Cultura en el ámbito museístico. / Joan Cortadellas

Estructuras de poder

Al final, todo forma parte de la necesidad de “descentralizar”, abrir nuevos hilos discursivos y revisar a conciencia los reglamentos y estructuras de poder de los equipamientos.  “Ahora mismo las estructuras culturales están hechas para que no se pueda hacer nada”, asegura Borja-Villel. Durante la pandemia, el entonces director del Reina Sofía lo descubrió por las malas cuando intentó ceder espacios del museo para que colectivos migrantes del barrio madrileño de Lavapiés pudiesen repartir comida. “El museo estaba cerrado, había espacios vacíos, pero legalmente era imposible porque no teníamos un permiso. No había una razón objetiva, así que es necesario repensar la institución desde el siglo XXI, porque estamos en otra época”, explica.

En este sentido, la historiadora del arte australiana Alice Procter, autora del ensayo ‘El cuadro completo. La historia colonial del arte en nuestros museos’ (Capitán Swing), propone una solución radical: la demolición. Fulminar a todos los que estén “por encima de cierta categoría salarial” para volver a empezar. “Empiezo a pensar que el museo es realmente un cementerio, un lugar donde muere el cambio. Nada cambia hasta que alguien obliga a cambiar el statu quo, y hasta el momento las instituciones han estado más preocupadas por mantenerse a flote”, reflexiona Porter. Será entonces cuando el Hoa Hakananai'a pueda emprende el viaje de vuelta a casa.