Exposición
De Montmartre a Montparnasse: cuando París era una fiesta que ningún pintor catalán se quería perder
El Museo Picasso de Barcelona explora en la exposición ‘De Montmartre a Montparnasse. Artistas catalanes en París, 1889-1914’ la huella de los creadores que hicieron de la ciudad francesa su base de operaciones
Picasso regresa al Port Vell de Barcelona 130 años después

Dos visitantes observan una de las obras de la exposición 'De Montmartre a Montparnasse' en el Museu Picasso Barcelona / ZOWY VOETEN


David Morán
David MoránPeriodista
Periodista de la sección de cultura.
París era una fiesta, el centro del mundo del desmadre bohemio y las revoluciones artísticas, y ningún pintor catalán se lo quiso perder. Ocurrió a finales del siglo XIX y principios del XX, ‘belle epoque’ encajonada entre la Exposición Universal de 1898 y el estallido de la Primera Guerra Mundial, y para allá que se fueron, caballete al hombro, Santiago Rusiñol, Miguel Utrillo, Enric Clarasó, Ramón Canudas, Ramon Casas, Eveli Torent, Isidre Nonell, Carles Casagemas y Ramon Pichot, entre muchos otros.
Son, en palabras del director del Museo Picasso de Barcelona, Emmanuel Guigon, “los catalanes de París”; una nutrida colonia artística que hizo de la capital francesa su base de operaciones y cuya huella explora hasta el 30 de marzo la exposición ‘De Montmartre a Montparnasse. Artistas catalanes en París, 1889-1914’. Dos barrios marcados en rojo en el callejero y más de ochenta nombres alimentando corrientes artísticas como el naturalismo, el simbolismo, el impresionismo y el primitivismo. “Aquí está el 99 por ciento de los artistas catalanes que viajaron a París”, subraya Eliseu Trenc, comisario de la muestra junto a Vinyet Panyella.
Picasso, hilo conductor
En total, más de 250 obras y atención especial al papel de Pablo Picasso, “el joven pintor andaluz que habla castellano con acento Barcelona”, según Ramon Casas, como catalizador del talento ajeno y aglutinador de dos generaciones y media de creadores inquietos. “Es como una novela corta que atraviesa décadas de París de la mano de artistas catalanes”, apunta Guigon sobre una exposición en la que profesionales de la pintura, bohemios a jornada completa, pintores marginales y filoanarquistas comparten espacio del mismo modo que compartieron calles y talleres, cafés y cabarets, hace algo más de un siglo. Picasso es, en cierto modo, el hilo conductor: su llegada a París en 1900 con Casagemas y Manuel Pallarès marca el comienzo de una exposición que se despide con un busto del malagueño realizado por Pablo Gargallo.

Una de las salas de la exposición 'De Montmartre a Montparnasse' en el Museo Picasso de Barcelona / ZOWY VOETEN
La fascinación por la Ciudad de la Luz se traduce aquí en paisajes helados, estampas nocturnas y retratos con los que los pintores mostraban su admiración por compañeros de quinta. Ahí están Santiago Rusiñol y el cementerio de Montmartre; Ramon Casas y los alrededores del Moulin de la Galette; Marià Pidelaserra y los árboles desnudos de los jardines del Palacio de Luxemburgo; Joaquim Sunyer y las lavanderas de Belleville … También, cómo no, la ciudad espectáculo, con Le Chat Noir y el Moulin Rouge como epicentros emocionales y canallas, y Picasso inmortalizando a bailarinas de cancán y de danza del vientre. En ese ambiente sobresale ‘La espera (Margot)’, lienzo de 1901 en el que el malagueño captura la esencia de la noche parisina a partir del retrato de una joven que veía en un café. A su lado, su amigo Casagemas imagina una vida bohemia de cafés azulados, Ramon Pichot retrata a la modista y bailarina Germaine y Ramon Casas reinventa 'La parisiene', una "figura casi tan simbólica como la Torre Eiffel" y un reclamó publicitario de primera.
Recepción desigual
En Montmartre, kilómetro cero de la revolución bohemia, se instalaron Rusiñol, Utrillo, Picasso, Casagemas, Pichot, Clarasó y Canudas. Montparnasse, por su parte, fue refugio de escultores y de artistas alejados por decisión propia de los circuitos más populares del arte parisino de la época. "Montparnasse era muy conocido durante el periodo de entreguerras, pero antes también hubo artistas catalanes; un grupo de artistas que vivían entre talleres y para quienes lo más importante era la libertad", explica Trenc. En ambos casos, añade el comisario, su recepción fue desigual. "A Anglada Camarasa, por ejemplo, se le consideraba un clásico y Rusiñol fue reconocido, pero Ramon Casas, incomprensiblemente, no llegó a hacer ninguna exposición en París. Gaspar Miró, hoy desaparecido del mapa, recibió el título de pintor oficial de París. Y Joan Sala, más conocido en Francia que aquí, fue uno de los grandes retratistas mundanos de la época", detalla.
Como colofón, justo antes de que la guerra lo barra todo, ‘De Montmartre a Montparnasse’ se rinde al arrebato escultórico de la ‘belle époque’, con Gargallo, Clarasó, Miquel Blay y las cabezas de Manolo Hugué anticipando los vientos de cambio que traerán las vanguardias y devolverán a artistas como Casanovas y Sunyer de nuevo a Cataluña.
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