Música clásica
La Franz Schubert Filharmonia amplía horizontes en el Palau de la Música
Bajo la batuta de Laurence Equilbey el conjunto tarraconense brilla en un repertorio innovador de la mano de Núria Rial, José Antonio López y el Cor de Cambra del Palau
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-HaddadTras inaugurar con la 'Quinta Sinfonía' de Mahler y proseguir con un programa centrado sobre todo en Mozart con el que viajó a Madrid, la temporada de la Orquesta Franz Schubert Filharmonia continuó este fin de semana en el Palau de la Música Catalana con un repertorio bastante inusual y que miraba a París. Antes del concierto se anunció que la velada estaría dedicada a las víctimas y a las familias afectadas por la reciente catástrofe climática que afectó sobre todo a la Comunitat Valenciana.
Una vez más, y esto ya es una característica del conjunto catalán, se apostó por unos invitados de absoluta excepción como son la soprano Núria Rial, el barítono José Antonio López y el siempre solvente Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana que lidera Xavier Puig. Todos ellos interpretaron la emocionante ‘Messe de requiem en Re menor, Op. 48’ de Gabriel Fauré, una de las obras más consolidadas del género. Guió a los solistas y a los conjuntos la consagrada maestra francesa Laurence Equilbey, en su debut local, quien demostró solvencia y autoridad, gesto claro y muy buen gusto en las decisiones de fraseo y expresivas. Su dominio se pudo apreciar tanto en las indicaciones instrumentales como en el trabajo de las voces.
Más allá del entusiasmo que le es propio, la Franz Schubert Filharmonia atraviesa un muy buen momento, y eso ya quedó claro en las dos primeras obras del programa, ambas muy poco programadas, como son la ‘Marche funebre’ de Luigi Cherubini (italiano de nacimiento, francés de nacionalidad y fallecido en París) y la ‘Sinfonía Nº. 1, Op. 32’ de la aquí desconocida compositora, pianista y pedagoga decimonónica Louise Farrenc, en cuya obra Equilbey es una auténtica autoridad.
Carácter e intención
Y si la breve obra de Cherubini llenó el Palau de carácter e intención con sus acordes oscuros y su ambiente de lúgubre fanfarria (que la maestra se encargaría de contrastar adecuadamente), la de Farrenc se convirtió en todo un descubrimiento; contemporánea de los más grandes del Romanticismo francés –murió el mismo año que Bizet–, la sinfonía interpretada, en cuatro movimientos y datada en 1842, lució ideas y melodismo, deudora sin duda de los grandes sinfonistas de la época. Obra ambiciosa de dimensiones, su 'Adagio cantabile' sonó encantador, mientras que tanto el 'Minuetto Moderato', a modo de 'Scherzo', como el 'Allegro assai' del final, demostraron complejidad arquitectónica y una excelente concepción de la tímbrica. A tenor de lo expuesto, es de esperar que las obras de la compositora puedan tener una nueva vida, y la inquieta Franz Schubert Filharmonia podría convertirse en su feliz adalid local.
Todo ello sirvió de aperitivo ideal al delicado, intimista y esperanzador ‘Réquiem’ de Fauré, una obra que huye de la teatralidad propia de las grandes y populares misas de difunto y se detiene en la belleza estética de la melodía y en la expresividad de la música. Ya desde el ‘Introit et Kyrie’ la participación del Cor de Cambra del Palau fue impecable, matizada hasta lo imposible, luciendo voces empastadas y equilibradas.
La soprano Núria Rial le sacó punta al ‘Pie Jesu’, con unas intervenciones cargadas de ternura y transparencia, de técnica impecable.
El ‘Libera Me Domine’ en la voz de José Antonio López sonó como en un 'crescendo' tan emotivo como portentoso, al igual que el ‘Hostias et preces tibi’, una prueba más de la calidad del camaleónico barítono español. El conclusivo ‘In Paradisum’ fue el punto final emotivo y emocionante que acabó de conquistar al público.
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