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EN 1969

Censuras y chantajes en el único Eurovisión organizado por España: así fue el festival de los 100 millones de pesetas (y en estado de excepción)

Nuestro país acoge la versión junior del certamen este sábado, 55 años después de albergarlo por primera vez: celebrado en el Teatro Real, sufrió las críticas y desplantes de una Europa rabiosa con la dictadura de Franco

Laura Valenzuela, junto a Salomé y Massiel en Eurovisión 1969.

Laura Valenzuela, junto a Salomé y Massiel en Eurovisión 1969. / RTVE

Madrid
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“Ganará la canción que haya obtenido mayor número de votos”. Con estas palabras, Laura Valenzuela arrancaba el único Eurovisión celebrado en España. Corría 1969, un año después de que Massiel arrasara en el Royal Albert Hall de Londres con La, la, la. Plena dictadura para un festival que, paradójicamente, enarbola la libertad por encima de todo. Los ojos estaban puestos en un Madrid que, a pesar de engalanarse para la ocasión, aún vivía en blanco y negro. Hubo críticas, censuras y chantajes. Internos y externos. En Europa no se veía bien que, por aquel entonces, aún hubiese totalitarismos como el de Franco. Sin embargo, cierto aperturismo se impuso y, mentiras mediante, el país mostró una frágil imagen de modernidad. El punto opuesto a la edición junior que tiene lugar este sábado: 55 temporadas han pasado entre una y otra. Y, claro, no hay color.

Coincidiendo con el 20 aniversario de la victoria de María Isabel con Antes muerta que sencilla, España vuelve a acoger el certamen después de la negativa de Francia. A diferencia del Eurovisión original, en la cita infantil, la sede no viene determinada por el país que haya vencido en la edición anterior. Son sus televisiones públicas las que presentan las candidaturas y, entre todas las opciones, se escoge una. Esta es la razón por la que no albergamos el festival en 2005, sino Bélgica. No obstante, recientemente, se ha establecido que el ganador tiene preferencia a la hora de organizarlo. Si se niega, se procederá a buscar otro destino entre los interesados.

De esta forma, España será el decimoquinto país en acoger Eurovisión Junior tras alcanzar la segunda plaza en 2023 con Sandra Valero. La última vez que lo hizo fue el 29 de marzo de 1969. El Teatro Real de Madrid albergó el primer gran evento internacional emitido en directo para todo el mundo con una particularidad: mientras que en los hogares nacionales la señal era en blanco y negro, RTVE contrató la última tecnología para que en los europeos se viese en color. Se invirtieron 100 millones de pesetas para crear un espectáculo único que engatusase a los 500 millones de espectadores que siguieron el concurso. Tal era la ambición que se encargó a Salvador Dalí el diseño del cartel y demás elementos publicitarios. Una decisión especialmente criticada por intelectuales europeos que no entendían esta simpatía con el régimen fascista.

No fue la única polémica. Por un lado, Austria se retiró por no pisar a un país gobernado por una dictadura. Y, por otro lado, en Suecia hubo manifestaciones frente a la Embajada debido al estado de excepción que se había decretado por distintos conflictos universitarios. Al final, el Gobierno lo derogó para demostrar que España era un país en orden. No fue la única petición: también se solicitó la liberación de ciertos presos políticos. Asimismo, RTVE se dedicó a agasajar a las delegaciones con viajes, fiestas y cenas por el país. De hecho, una de las más recordadas es la que tuvo lugar en el estadio Santiago Bernabéu.

Empate a cuatro

La velada tuvo lugar en español, francés e inglés gracias a una Laura Valenzuela pizpiretísima. Fue la primera vez que el periodista José Luis Uribarri ejerció de comentarista, un rol que desempeñó hasta 2010. Por su parte, Ramón Díez y Arthur Kaps se encargaron de la realización y de la producción respectivamente. El resultado fue una gala que, aunque ágil y efectiva, para los estándares de la época, sufrió la losa de la censura en varios pasajes: por ejemplo, la presentadora fue obligada a llevar un forro bajo su vestido de encajes y el representante sueco tuvo que cortarse el pelo por tenerlo demasiado largo. No les bastó con la parte estética: para evitar malentendidos, el título de la candidatura portuguesa pasó de Desfolhada a Deshojada, en español.

La edición, además, vivió uno de los episodios más insólitos de la historia del festival: por primera y única vez, se produjo un empate entre cuatro países. Ya que no existía ninguna norma para resolverlo, se siguió la máxima que Valenzuela destacó nada más empezar la gala: “Ganará la canción que haya obtenido mayor número de votos”. Así Lulu (Reino Unido), Lenny Kurh (Países Bajos), Frida Boccara (Francia) y Salomé (España) resultaron vencedoras a partes iguales. Dado el éxito de la convocatoria, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) ofreció a Madrid volver a organizar el festival, pero RTVE declinó la oferta. Ámsterdam asumió el reto.