Estrena ‘Polvo serán’
Carlos Marquès-Marcet: “Pienso en la muerte dos o tres veces al día”
"Vivimos obsesionados por acumular posesiones, acumular conocimiento, sin pensar en que todo eso no valdrá para nada cuando dejemos de vivir", afirma el director de cine catalán
El cine español se luce en el Festival de Cine de Toronto

El director de cine Carlos Marquès-Marcet durante el rodaje de 'Polvo serán'. / Lluís Tudela
Su magnífica nueva a película, ‘Polvo serán’, llega a los cines tras obtener sendos premios en los festivales de Toronto y Valladolid. En ella, el ganador del Goya por ‘10.000 KM’ (2014), toma un asunto tan sensible como el suicidio asistido -su protagonista es una pareja (Ángela Molina y Alfredo Castro) que deciden viajar a Suiza para cometerlo después de que a ella se le diagnostique un cáncer terminal- y lo usa como inspiración de una serie de deslumbrantes números de música y danza, y de una reflexión llena de vitalidad sobre el amor, la vida y el final de esta.
‘Polvo serán’ habla sobre la muerte pero, a diferencia de otras tantas que también lo hacen, para ello no recurre a la tristeza ni el melodrama. ¿Por qué vehicularla a través de números musicales y de danza?
No es una película triste porque no se centra en el dolor causado por la pérdida o en el duelo, sino que sobre todo habla de lo extraño que resulta para una persona afrontar el proceso de dejar de existir, especialmente si se trata de un proceso voluntario que implica cierta logística. La película, además, usa la muerte para reflexionar sobre cómo nos relacionamos los unos con los otros, y para explorar el terreno en el que el amor se confunde con la dependencia, que puede resultar muy tóxica pero también muy hermosa. Sentí que la música y la danza podían ser instrumentos idóneos para acercarme a asuntos tan inmunes a explicaciones racionales como esos.

El director de cine Carlos Marquès-Marcet durante el rodaje de 'Polvo serán'. / Lluís Tudela
¿Cuál es su relación personal con el género musical?
Debo reconocer que empecé a apreciarlo relativamente tarde; de niño, detestaba que en las películas de Disney los personajes empezaran de repente a cantar. Pero entonces vi una película de Fred Astaire, tal vez fuera ‘Melodías de Broadway’ (1953), y me enamoré. A partir de entonces me familiaricé con los musicales de Vincente Minnelli, de Stanley Donen y Gene Kelly, y con los de un director hoy olvidado llamado Charles Walters. Además, después de mi largometraje inmediatamente anterior, ‘Els dies que vindran’ (2019), entré en contacto íntimo con las artes escénicas, y me pareció un espacio artístico mucho más libre y arriesgado que el cine, que me apetecía explorar.
El título de la película está sacado de un poema de Francisco de Quevedo...
El arte del Barroco en general fue como una guía espiritual a la hora de hacerla. Quevedo fue un creador increíble, su poesía metafísica y humorística es de una grandeza inconmensurable, y eso contrasta de forma muy interesante con las deplorables ideas que el tipo tenía acerca del poder, el gobierno y la religión. También me inspiró ese género pictórico tan del Barroco conocido como ‘vanitas’, bodegones y naturalezas muertas en los que cráneos y esqueletos aparecían entre flores y piezas de fruta, para resaltar la relevancia de la muerte en la vida. En aquella época, hablar de la muerte no costaba tanto como ahora.

Una escena de 'Polvo serán', de Carlos Marquès-Marcet. / EPC
¿Cree que el miedo colectivo a afrontar la muerte dificulta nuestro disfrute de la vida?
Sin duda. La presencia de la muerte nos enseña la importancia de vivir el presente intensamente, de sacar todo el jugo al aquí y el ahora. Vivimos obsesionados por acumular posesiones, acumular conocimiento, sin pensar en que todo eso no valdrá para nada cuando dejemos de vivir. ‘Polvo serán’ es una película muy vitalista, un canto a la vida. Es muy importante vivir nuestra propia muerte, prepararnos para ese momento y abrazar su misterio.
¿Qué opina sobre la ley de eutanasia aprobada en España?
Es un primer paso, pero faltan muchos más por dar si queremos normalizar el derecho de la gente a un final digno. Es importante seguir hablando del asunto y dejar de demonizar la muerte. Estoy convencido de que garantizar el derecho a morir, y compartir conversaciones y debates sobre la muerte, evitaría muchos suicidios violentos y dolorosos.

Una escena de 'Polvo serán', de Carlos Marquès-Marcet. / EPC
¿Piensa usted a menudo en la muerte?
Pienso en ella dos o tres veces al día. Y creo que eso me convierte en una persona muy entusiasta, y amante de la vida. Recuerdo perfectamente que, cuando tenía seis o siete años, un día me encontré mirándome al espejo y pensando: “Todo lo que pasa a mi alrededor existe únicamente porque yo lo veo, y dejará de existir cuando yo ya no esté”. Fue un pensamiento muy extraño. Y creo que, en parte, mi impulso de hacer cine surgió de ese momento, en el que me miré al espejo y no estuve seguro de quién era la persona que tenía enfrente de mí.
Suele decirse que los artistas crean sus obras para evadir la muerte, para perpetuarse. ¿En su caso es así?
John Cassavetes dijo una vez que había dejado de hacer cine para empezar el cine en un intento de alcanzar la inmortalidad. Pero yo lucho contra esa idea. Otra cosa que aprendí de las artes escénicas es que el proceso importa más que la obra acabada, porque en el mundo del arte y en el de la danza cada representación es única e irrepetible. Lo importante es enriquecerse a través del proceso colaborativo y transformador de crear. En el mundo del cine hay demasiada preocupación por el legado, por trascender a través de las películas, y obtener adoración póstuma. Yo creo que preocuparse demasiado por esas cosas es un método idóneo para no hacer nada interesante.

Una escena de 'Polvo serán', de Carlos Marquès-Marcet. / EPC
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