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Crítica de 'Gladiator II': un parque de atracciones romano

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Pedro Pascal en 'Gladiator II' de Ridley Scott.

Pedro Pascal en 'Gladiator II' de Ridley Scott. / EPC

Quim Casas

Quim Casas

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‘Gladiator II’

Director: Ridley Scott

Intérpretes: Paul Mesca, Pedro Pascal, Connie Nielsen

Año: 2024

Estreno: 15/11/24

★★★

Si le quitamos el énfasis épico de los personajes vociferando proclamas de libertad y convivencia en las últimas secuencias de la película, la continuación de ‘Gladiator’ es un filme más que correcto que mezcla péplum, drama, tragedia familiar y fantasía. Ridley Scott ha tardado 24 años en volver a la misma Roma decadente y a algunos de los personajes del primer filme, y posiblemente lo haya hecho en busca de un éxito comercial más o menos fácil después de no haberlo obtenido con otras piezas igual de faraónicas de su reciente filmografía, caso de ‘Napoleón’.

Como buen péplum con toques de tragedia clásica, las traiciones, conspiraciones y asesinatos abundan en el metraje. Scott tarda poco tiempo en explicar quiénes son los nuevos personajes y qué relación tienen con el pasado protagonizado por el gladiador Máximo que encarnara Russell Crowe. Los dos emperadores que gobiernan Roma, Caracalla y Geta, son perversos y pervertidos, en una pintura moral en exceso maniquea. El centurión encarnado por Pedro Pascal está hastiado de conquistar reinos para ellos. Su esposa (Connie Nielsen, el ancla con el anterior filme) conspira por una Roma mejor, mientras que el papel de los senadores es tan falso y mezquino como el de algunos políticos de la actualidad. 

Denzel Washington encarna a la más mefistofélica de las figuras, mientras que un nuevo actor de moda, Paul Mescal, pasa del foso romano a ser el líder del nuevo mundo. Entre medio, unas cuantas peleas en la arena y sin arena, ya que Scott convierte las luchas de gladiadores en un parque de atracciones que permite rinocerontes, crueles simios digitales y la reproducción de la batalla naval de Salamina entre persas y griegos.