Entrevista
Marta Sanz: "Si el estilo brilla en una mujer te llaman verbosa, tratándose de un hombre eres un estilista"
La escritora publica 'Los íntimos', unas nuevas memorias reflexivas sobre el oficio de escribir y los amigos y colegas que la han acompañado

La escritora Marta Sanz en la sede de Anagrama. / ELISENDA PONS


Elena Hevia
Elena HeviaPeriodista
“Con un cuchillito mellado entre los dientes”, así de guerrera describe su actitud ante la escritura Marta Sanz, mujer menuda por otra parte, por si alguien se ha asustado. Su último trabajo memorialístico, ‘Los íntimos’ (Anagrama), es una vuelta de tuerca más en una serie de reflexiones sobre sí misma y sobre el ‘oficio’ -ella, nieta de mecánico melómano prefiere llamarlo así- que ya exploró quizá más íntimamente en ‘La lección de anatomía’ y ‘Clavícula’ y ahora lo hace convocando, entre otras, a toda la gente que la ha acompañado -así como a la que la perdió de vista- en esa feria de regocijos, temores, egos y sentido del humor que la ha arrastrado en su trayectoria. Aviso para navegantes: quien busque ‘salseo’, chismes, no los encontrará aquí, aunque la autora no se ahorre medidísimas apreciaciones hacia algunos compañeros de viaje.
¿Qué le ha impulsado a escribir un libro tan caleidoscópico como este?
Mi propia sensación de malestar, que no se relaciona únicamente con que yo sea una persona hipersensible, sino también de percibir que la experiencia cultural y literaria se está transformando. Y no lo digo desde un punto de vista apocalíptico sino constatando que las cosas cambian y para mí todo lo que me gustaba leer y me parecía deseable en un texto ahora ya no lo es. Este libro nace de una rozadura entre lo íntimo y lo público, lo personal y lo político.
¿Esto es una diatriba contra la literatura como producto de consumo?
Creo que todo libro tiene una dimensión comunicativa, es decir, que si no están los lectores al otro lado, el texto no tiene sentido. Pero es verdad, que lectores y lectoras han pasado a ser consumidores o clientes y no es lo mismo haber creado un espacio en el que consideras haber establecido una conversación, que pensar únicamente en el 'target' comercial. La literatura de entretenimiento es absolutamente legítima pero me parece mal poner todos los huevos en la cesta del entretenimiento porque estamos despojando a la literatura de su capacidad de construir conocimiento.

La escritora Marta Sanz en la sede de Anagrama. / ELISENDA PONS
En la industria editorial los libros ya no se defienden solos, los autores tienen que estar físicamente acompañando a su trabajo en presentaciones y clubs de lectura. ¿Cómo se siente ahí?
Cuando empecé eso me parecía maravilloso y todavía creo que es un privilegio poder encontrarte con lectores y lectoras. Pero, es cierto que en este momento la exigencia de esa visibilidad permanente resulta agotadora física y mentalmente. Yo soy una escritora de clase media, porque en estos de la literatura hay clases: está el lumpen proletariado y una clase muy alta que apenas tiene necesidad de moverse de su casa y luego está la clase media , donde vivimos con altos y bajos, obligados bracear continuamente. Además ahí tu capital simbólico no se corresponde con tu capital físico.
Con el dinero que tiene en el banco.
Eso es. Mi amigo José Ovejero suele decir que tenemos una agenda de estrellas de rock pero estamos muy lejos de serlo.
Hablar de dinero siempre se ha considerado algo feo en este terreno. Usted nunca lo ha rehuído.
Y además si finalmente has conseguido un estatus que te permite llevar una vida digna parece que eso ya te desactiva para la crítica social. No tienes derecho a quejarte de nada. Yo siempre he escrito sabiendo que mi posibilidad de abordar una carrera literaria no parte de una igualdad de oportunidades, porque no es lo mismo permanecer en este terreno siendo una mujer que siendo un hombre, o si procedes de una familia literaria o incluso si de pequeña había, o no, una gran biblioteca en tu casa.
¿Ahí está el síndrome de la impostora?
Sí, porque lo que aflora en el libro es la conciencia de las jerarquías. La idea de que muchas personas que se creen por encima de ti no van a recordar un encuentro contigo y eso me lleva a la idea de quién tiene derecho a escribir sus memorias. Yo me he atrevido a hacerlo. El otro día leí que Núria Espert decía en una entrevista: “soy valiente porque he tenido mucho miedo”. Sin querer emularla, comparto esa frase. Soy intrépida porque me siento vulnerable. Además, esa sensación de inestabilidad es un lugar perfecto desde donde escribir.

La escritora Marta Sanz en la sede de Anagrama. / ELISENDA PONS
Va a decepcionar bastante a los lectores porque no ha querido apuntarse al cotilleo de salón.
Es que a mi eso me importa un pimiento. Hablo de la gente con la que he mantenido una relación maravillosa sostenida en el tiempo y con otros cuya amistad ha acabado siendo agridulce.
Como la que mantuvo con su primer editor, Constantino Bértolo, el “pérfido Bértolo”, como lo llamaba Jorge Herralde, con ironía.
Es verdad que a Constantino le he echado de menos en algunos momentos de mi vida, pero siempre hemos tenido una relación afectuosa. Yo puedo reprocharle no haber puesto toda la carne en el asador por mí, pero no puedo olvidar que las grandes epifanías sobre la literatura que he tenido han sido, en buena medida, gracias a él.
Marsé le reprochó una vez a una escritora que confundía la vida literaria con la literatura. ¿Son cosas tan opuestas?
No, para mí lo que está fuera de la literatura también está dentro. La insatisfacción por la página en blanco, mi vida cotidiana, mi trabajo, no son cosas externas. Y es que cuando hablamos de la literatura concebida como un templo eso queda fenomenal, pero si hablas desde el epicentro de un mundo literario que forma parte de tu cuerpo, su sensibilidad y tus expectativas, eso ya no está tan bien.
¿Quién se le ha ofendido por sus alusiones en el libro?
Apenas nadie, incluso personas que no salen tan bien retratadas como Joaquim Palau, que fue mi editor después de Bértolo y antes de Herralde, me dijo que salía desenfocado y descontextualizado, que no estaba nada contento con su ‘participación’ en el libro, pero que aún así el libro le gustaba mucho.

La escritora Marta Sanz en la sede de Anagrama. / ELISENDA PONS
Muy generoso por su parte.
Sí, pensándolo mejor, creo que Palau tiene razón pero lo reflejé así porque en aquel momento me sentí desatendida y lo pasé muy mal.
Annie Ernaux en su recepción del Nobel dijo que escribía para vengar a su raza. ¿Lo suscribiría?
Pues sí. Escribo para reivindicar el derecho de las personas no privilegiadas a escribir su historia. Y hacerlo tanto con rabia, como con gratitud. Ahora bien, Ernaux dice que opta por un estilo austero para no ser traidora a su clase y a mí me pasa lo contrario, yo saco a relucir los cascabeles, el léxico y el esplendor para empoderarme. Porque siempre se había considerado que las mujeres no teníamos estilo. Eso era patrimonio de los hombres. Si el estilo brilla en una mujer tienden a llamarte verbosa, tratándose de un hombre eres un estilista.
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