Grupo carismático

Tindersticks, en su mundo, refugio del ruido y la furia en el Palau

La banda británica ofreció un concierto exquisito y de hipnótica expresividad, en el que recorrió al completo su minucioso nuevo álbum, ‘Soft tissue’, en el marco del Festival Mil·lenni

Concierto de Tindersticks en el Palau de la Musica

Concierto de Tindersticks en el Palau de la Musica / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Hay que consignar el largo y serenísimo vínculo que Tindersticks mantienen con Barcelona (o viceversa), casi treinta años después de que debutaran en la ciudad (plaza del Rei, 1995, cuando el BAM era otra cosa), y habiendo desplegado una trayectoria tan esquiva a toda complacencia. En estos días propensos al ruido y a la furia, su concierto de este miércoles en el Palau (Festival Mil·lenni) fue un bálsamo, un búsqueda de cobijo de la mano de Stuart Staples y su séquito de confianza.

Ahí estaba él, con sus aires de viejo héroe romántico despistado: sombrero de bohemio trotamundos, entonando con los ojos cerrados, ladeando un poco la cabeza, en su mundo, en torno a las intimidades de ‘How he entered’, “a corazón abierto y con los ojos de par en par”. La minuciosa arquitectura de estos Tindersticks maduros, que conservan otros dos pilares históricos, el pulcro teclado de David Boulter y los arpegios de guitarra de Neil Fraser, más el bajo de Dan McKinna y la batería de Earl Harvin. Escuadra exquisita, que caminó sin brusquedades ni parlamentos que pudieran alterar el curso del río de canciones.

Tindersticks ha hecho un corte seco con su repertorio del siglo pasado, o más reciente incluso, ya que no sonó ninguna canción anterior a 2012. Atenciones para su reciente ‘Soft tissue’, álbum fraguado en los Estudis Ground, de Cornellà de Terri, ‘tejido blando’ que recorrieron al completo (nueve canciones, incluida ‘Soon to be April’, ausente el lunes en Madrid), y que nos deparó escenas de magnetismo en piezas como la suplicante ‘Nancy’. Sin las voces femeninas ni los metales del disco, el soul quedó algo rebajado, aunque se manifestó en un ‘Turn my back’ de arrolladora elegancia, con el falsete de McKinna, y en la cadencia envolvente (y los ‘samples’) de ‘New world’. Álgidos momentos.

Estos Tindersticks están lejos de aquellos remolinos instrumentales de sus inicios. Han seguido una implacable senda de depuración y apaciguamiento. Silencios para cortar a cuchillo en ‘Willow’, la parada mágica de ‘The bough bends‘ y el camino de insinuaciones que, en el bis, condujo hasta las hermosas ‘Pinky in the daylight’ y ‘For the beauty’. Es un grupo especial, distinto, y el público se lo sigue reconociendo. También en momentos en que los ánimos no están en lo más alto, como deslizó Staples, apuntando a la “gente de Valencia” y a la actualidad política de ultramar: “No es fácil reír en un día como hoy”.

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