Escenario centenario
El Molino renace para irradiar músicas “singulares e inquietas” al Paral·lel
La sala abre este viernes su programación estable de actuaciones, que se centrará en propuestas musicales de pequeño formato, de géneros como el jazz, el folk y el flamenco, así como espectáculos de ‘stand-up comedy’, todo ello de miércoles a domingo, con el añadido de una cuidada oferta de coctelería y gastronomía

Empieza la nueva etapa del Molino en Barcelona. / EPC


Jordi Bianciotto
Jordi BianciottoPeriodista
Una de las piezas indispensables para que el Paral·lel pueda recobrar su carácter de arteria asociada a la música, las artes escénicas y el entretenimiento, la sala El Molino, deja atrás sus años de ostracismo y descorcha su programación estable. Propuestas de pequeño formato (jazz, canción de autor, folk, flamenco, experimentación, ‘stand-up comedy’) revitalizarán a partir de ahora este enclave más que centenario aportando un tipo de oferta muy poco atendida en la ciudad. Una nueva era que se abre con un doble concierto, este viernes, a cargo del grupo del percusionista estadounidense Kahil El’Zabar con su grupo, Ethnic Heritage (20.00 horas), y del guitarrista brasileño Diego Figueiredo (22.30).
El Molino resurge de la niebla, tres años después de que el Ayuntamiento lo adquiriera y tras encomendarle la misión, vía concurso público, a la empresa Barcelona Events Musicals, organizadora del festival Cruïlla. La sala, que funcionará de miércoles a domingo, presenta un aforo reducido, 250 personas, de difícil encaje en el paradigma del ‘star system’, pero su director, Víctor Partido, anuncia una programación de “propuestas singulares, inquietas, a las que el formato pequeño favorece porque se pueden vivir mucho mejor en la distancia cercana”. Artistas situados “un poco fuera del foco mediático pero que generan una energía intensa y una fuerte comunicación con el público”. Partido es músico, miembro del grupo filo-folk-rock Riders of the Canyon, así como director artístico del festival Altaveu, de Sant Boi de Llobregat, y hasta ahora dirigía el Aclam Club.
Resumen de intenciones
La cantante y guitarrista alemana-nigeriana Ayo, el estadounidense Dorian Wood, el ‘western flamenco’ de Cantes Malditos, el brasileño Rogê y el espectáculo unipersonal del actor Roger Coma son algunos de los reclamos de los próximos días. El cartel de noviembre es “un resumen de intenciones” del nuevo equipo, apunta Partido. Les seguirán B1nO, Mayte Martín, Kenny Barron Trio, Eliane Elias, Lakecia Benjamin, Rusó Sala con Míriam Encinas… Artistas, algunos, habituados a plazas más grandes, y en ciertos casos, dobles pases. Entradas a precios situados entre los 15 y los 70 euros.
Y oferta de coctelería y gastronomía, maridaje poco corriente en Barcelona, con la firma JOK. Habrá una carta con delicadezas de ‘finger food’ (para comer con los dedos) y otra con uso de cubiertos. ¿Y cómo se prevé que encaje el tránsito de platos y camareros en el contexto de un concierto intimista? “Hemos hecho pruebas y el público es cuidadoso”, constata el director de la sala, que toma nota de la experiencia de locales internacionales donde música y restauración conviven, como el londinense Ronnie Scott’s. “La gente es consciente de que va a un espectáculo y hay un respeto. Se trata de crear toda una sinfonía en el modo en el que lo proyectas”.

El Molino (en la foto, la fachada ), empieza una nueva etapa este viernes. / JORDI COTRINA
Oferta de club
El Molino será también un club, después de las actuaciones. La audiencia podrá permanecer y se abrirán las puertas a nuevos clientes. Los miércoles y los domingos, hasta la 1.30 de la madrugada, y del jueves al sábado, hasta las cuatro. Esas franjas las gestionarán operadores especializados, Drop Collective (música jamaicana y jazz) y Curtis (soul, funk, disco music). ¿Y dónde quedan el cabaret, el burlesque y el music hall, tan propios de sala en otros tiempos? “Los anteriores gestores de la sala [una década atrás] ya lo probaron y no funcionó”, se lamenta Víctor Partido. “Es más nicho que otra cosa. No hay, objetivamente, público para eso en Barcelona. El que había ya quedó absorbido por los musicales”.
El director destaca que la sala es “una concesión con unas contraprestaciones” y que, aunque se trate de “una explotación privada”, comporta “un acuerdo de ciudad”. Ahí están las colaboraciones con agentes como las escuelas superiores de música (Liceu, Taller de Músics, Esmuc), el Barcelona Music Lab, la sala Paral·lel 62 o el festival Barnasants. “Hay unas quince entidades con las que estamos vinculados por convenio, cediendo espacio y creando cosas juntos”.

El Molino, en el Paral·lel. / EPC_EXTERNAS
Eje en movimiento
Para El Molino, resulta vital asociar su destino a un futurible renacimiento del Paral·lel como eje de ocio y cultura. Un eje en el que operan el teatro y la sala Apolo (esta con tres escenarios), Paral·lel 62, el Victoria y el Condal. La próxima pieza a incorporar, compleja como pocas, es el teatro Arnau, cerrado desde hace dos décadas y cuyas obras de rehabilitación deben comenzar en el primer trimestre de 2025 (para que abra en la temporada 2026-27). Víctor Partido ve en el Ayuntamiento una voluntad para que “el Paral·lel vuelva a ser un espacio de referencia en la ciudad para la cultura y el entretenimiento”.
Por lo pronto, El Molino emerge como un escenario distinto ahora que lo macro, y los grandes nombres, acaparan los focos. “Un punto tranquilo en el que vivir una experiencia en un tiempo en que todo tiende a masificarse”. La misión que se plantea con su oferta selecta y su trato con el público es precisa: “fidelizar, fidelizar, fidelizar”.
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