Cómic
Beckett, el Nobel nihilista, se adueña de la viñeta
El escritor Jorge Carrión y el dibujante Javier Olivares exploran en ‘Samuel & Beckett’ el universo del dramaturgo y autor de 'Esperando a Godot'
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Viñeta de 'Samuel & Beckett'. / Jorge Carrión y Javier Olivares


Anna Abella
Anna AbellaPeriodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Formaron tándem creativo y cómplice en ‘Shakespeare & Cervantes’ (Nórdica), después en ‘Warburg & Beach’ y ahora mantienen ese icónico símbolo de unión, el ampersand, &, en ‘Samuel & Beckett’ (ambas en Salamandra Graphic). El escritor Jorge Carrión y el dibujante y Premio Nacional de Cómic Javier Olivares regresan con lo que califican de "ejercicio de imaginación documental y de retrospectiva visual y artística" en torno al autor del vanguardista ‘Esperando a Godot’. Una figura, la del dramaturgo y escritor irlandés, con ganada fama de pesimista y nihilista.
Aunque Beckett se confesaba "incapaz de ser feliz", Olivares recuerda una frase suya que se le grabó. "Decía que cuando estás al borde del abismo siempre puedes ganar un micromilímetro más. En el fondo era un optimista cuántico", se atreve a opinar. "Y tenía un humor fuerte y absurdo, nada obvio", añade Carrión sobre quien escribió, en ‘Rumbo a peor’, frases como "Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".

Viñeta de 'Samuel & Beckett'. / Jorge Carrión y Javier Olivares
Tanto a Carrión (‘Barcelona. Los vagabundos de la chatarra’) como a Olivares (‘La cólera’ y ‘Las Meninas’ (junto a Santiago García) les fascina Beckett (Dublín, 1906 – París, 1989). No les interesaba hacer un cómic que fuera una biografía al uso y de ahí que hayan optado por "dar unas líneas vitales de un laberinto infinito, de momentos de su vida que vierten luz o revelan cosas que impulsan al personaje hacia adelante", explica el dibujante. También por ser "muy beckettianos". "Siempre economizaba el lenguaje. Era parco en palabras. Para él, escribir era quitar cosas todo el rato para dejar lo imprescindible", añade recordando cómo el escritor accedió a conceder una entrevista para televisión cuando le dieron el Nobel de Literatura, pero avisó de que no diría nada. "Decía que no quería hablar porque todo lo que tenía que decir estaba en sus libros. Y durante 15 minutos se mantuvo mudo mientras tomaban planos suyos y de su casa...".

Javier Olivares y Jorge Carrión (derecha) / Salamandra
Por ello, cuenta Carrión, "el guion está hecho con testimonios y palabras del propio Beckett sacados de entrevistas, memorias o gente que le conoció. Sabía que Javier encontraría vías para hacerlo coherente, como ese amarillo poderoso", que sobresale puntual y eficazmente entre el negro y el verde oscuro dominantes. Unas palabras a las que Olivares, ha "dado cuerpo gráficamente" poniéndose "en la mentalidad de un director de teatro, algo que alude directamente a Beckett y, como él, economizando el lenguaje, intentando que sea lo simbólico lo que hable". "Y para darle coherencia natural a todo", continúa el dibujante, usó la idea de mostrarlo como "una compañía estable de actores".

Página de 'Samuel & Beckett'. / Jorge Carrión y Javier Olivares
'Dramatis personae'
Es tan interpretativo el cómic que en algunas escenas el lector puede quedarse con dudas de a quién saluda o a quién nombra Beckett y, por ello, se les ocurrió introducir un ‘dramatis personae’ para identificar a esos personajes reales que en algún momento fueron importantes en su vida. Entre ellos, una de sus diversas amantes, la mecenas y no menos promiscua Peggy Gugennheim; su admirado mentor y amigo James Joyce; el psicólogo del inconsciente Carl Gustav Jung; Alfred Péron, con quien compartió la lucha en la Resistendia contra los nazis en el París de 1941 (pasaba a máquina informaciones de los agentes de campo) y amigo al que perdió a manos de la Gestapo; el actor Buster Keaton, con quien no se entendieron en la única incursión en el cine de Beckett; o sus padres y hermano, quienes nunca entendieron su escritura, para pena del poeta y autor de novelas como ‘Murphy’ o ‘Molloy’.
La idea es fomentar la curiosidad e invitar a investigar sobre un Beckett que siempre rehuyó la fama. Cuando le dieron el Nobel dijo ‘Qué catástrofe’, y no fue a recoger el premio, manifestando que el citado Joyce, a quien conoció en París en 1928, sí habría sabido en qué gastarse el dinero del galardón. Fue incluso su mujer, Suzanne Déchevaux, la que a escondidas de él llevó el manuscrito de ‘Esperando a Godot’ a Éditions de Minuit, cuyo perspicaz editor, Jérôme Lindon, no dudó en arriesgarse a publicarlo. Como apunta Olivares, "decía que su labor era escribir, no publicar".
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