Entrevista
Eliane Brum: "El centro del mundo es el Amazonas, no Madrid, Londres, Pekín o Washington"
La periodista brasileña, autora de ‘La Amazonia’ (Salamandra), es la segunda invitada del programa de residencias del CCCB

Eliane Brum, escritora y activista de la amazonia brasileña. / zowy VOETEN


Leticia Blanco
Leticia BlancoCoordinadora de Cultura y Ocio
Periodista de la sección de cultura. He trabajado en El Mundo, donde coordiné durante una década el suplemento de cultura emergente Tendències.
Caucho, látex, madera, oro, soja (la que comen los cerdos catalanes también): la historia del pulmón del mundo, el Amazonas, es también una historia de explotación y violencia que para la periodista brasileña Eliane Brum opera bajo la misma lógica que la que se ejerce con las mujeres. ¿Por qué decimos que una selva es “virgen”? Brum lleva ocho años viviendo allí, intentando “desblanquearse”, conviviendo con incendios, mosquitos y tucanes, animando a todo el mundo a “amazonizarse”. Autora del excepcional ensayo ‘La Amazonia’ (Salamandra), es la segunda invitada del programa de residencias del CCCB, que el mes que viene acogerá una gran exposición sobre una región crucial para el futuro del planeta que reclama una voz propia en la conversación global.
Viniendo de la selva, ¿qué le ha parecido Barcelona?
Antes veía las grandes ciudades como bonitas: París, Roma, Nueva York... Ahora las veo como un lugar de silenciamiento del que hemos expulsado a los seres vivos no humanos. Quedan infiltrados como las ratas, las cucarachas, las bacterias que nos habitan y algún que otro mosquito, pero no hay vida. Donde yo vivo me despierto todas las mañanas con voces de monos, arañas, loros… Y esto hace que vea las ciudades grandes como lugares cubiertos con cemento, como si fuera una camisa de fuerza, donde de vez en cuando te topas con algún perrito atado con su collar. Es muy difícil, para mi son lugares de violencia.
¿En qué sentido?
El dinero que llegó a Europa y con el que se elevaron estos edificios y estos lugares que los turistas pagan por ver viene de la naturaleza y la sangre, de donde yo vengo. De toda América Latina, pero también del Amazonas. A Barcelona había venido como turista y es una ciudad en la que más o menos me puedo sentir cómoda. Las super islas, donde puedo caminar sin que los coches me amenacen, con acceso al sol y al cielo, la hacen un poco más habitable.
Yo antes creía que la violación era una excepción
Brasil es el sitio en el que más activistas son asesinados cada año. ¿Se siente amenazada?
Altamira, donde llevo ocho años viviendo, es el epicentro de la destrucción de la selva amazónica y de los incendios provocados. Es la región más deforestada y la ciudad más violenta de Brasil. Pero prefiero hablar de los riesgos que corren otros pueblos indígenas, los kiombola, los ribereños y otros que están mucho más amenazados. Yo soy una mujer blanca, soy periodista y tengo una cierta visibilidad pública.

Eliane Brum, escritora y activista de la Amazonia brasileña en la Plaza de Joan Coromines en Barcelona. / zowy VOETEN
¿Cómo es la vida allí?
Existe una rutina de violencia permanente. Cada poco incendian escuelas, que es una muy buena técnica para expulsar a los indígenas. Los pistoleros irrumpen en las casas, disparan y agreden. Estamos experimentando una época de terrible sequía, algo que alienta todavía más la expansión de los incendios. Hace poco el fuego llegó cerca de mi casa. Entre enero y septiembre, la superficie que se ha quemado es el equivalente al Reino Unido, solo en Brasil. Cuando se quema un árbol, también se queman con él mariposas, hormigas, pájaros, murciélagos... la mayoría con un dolor atroz. Podemos hablar, yo creo, de un holocausto.
En el libro anima a “amazonizarse”, ¿qué es y quién debería hacerlo?
¡Todo el mundo debería amazonizarse! Significa cambiar nuestra manera de pensar y nuestro lenguaje entendido como estilo de vida. Un lenguaje colonial, que entiende la naturaleza como un cuerpo del que se pueden extraer recursos. Y patriarcal: la violación de la selva amazónica no se puede entender sin esa lógica. Su hegemonía dura cinco siglos, cuando los europeos llegaron entendiendo que América Latina era un cuerpo para ser violado.
El capitalismo, al habernos reducido a consumidores, también ha secuestrado nuestro instinto de supervivencia
¿El colonialismo sigue vigente?
Las vacas que están contribuyendo a la deforestación del Amazonas siguen alimentando Europa. Nuestra soja alimenta a los cerdos de Cataluña. También los árboles que se cortan son convertidos en muebles y objetos de diseño. El oro que provoca genocidios lo venden en las joyerías y tiendas de moda del norte global. Esas empresas llevan bandera noruega, francesa, de Reino Unido, de EE.UU. y Canadá. 'Amazonizarse' también es redefinir los conceptos de centro y periferia. El centro del mundo es el lugar donde hay naturaleza, donde hay vida, y no donde se toman decisiones sobre la destrucción de la misma. El centro del mundo es el Amazonas, los océanos y otros biomas, y no Madrid, Londres, Pekín o Washington.
Usted compara el abuso y la violación de las mujeres con la de la selva, ¿en qué momento vio el paralelismo?
Al irme a vivir a la selva, escuchando a las mujeres. Yo antes creía que la violación era una excepción. En el Amazonas y en Brasil es muy extraño encontrar a alguna mujer que no haya sido víctima de alguna violación o abuso sexual. Y he ido entendiendo que la lógica de destrucción de la selva es la misma: verla como un cuerpo para extraer mercancías, igual que se percibe las mujeres como un cuerpo para ser violado, vaciado y también invadido. Cuando hablo de este tema hay muchos hombres que dicen ‘ay, qué exagerada’, y siempre me gusta citar a Bolsonaro, que en 2019 dijo que la selva es un cuerpo virgen que todos desean. Hoy las mujeres indígenas, ribereñas y otras, son las que lideran esta doble lucha.
En el libro confiesa que a veces, cuando ve a un grupo de amigos 'cool' tomándose algo en un bar le entran ganas de ir y gritarles para que despierten.
A mí el negacionismo que me preocupa no es el de Trump o Bolsonaro. La mayoría de la población es negacionista. Hoy en día no basta con decir sí, que aceptamos el calentamiento global. Esto es obvio. El tema es que no vivimos de acuerdo con esta creencia. Al final, el capitalismo, al habernos reducido a consumidores, también ha secuestrado nuestro instinto de supervivencia. Muchas personas creen que todavía pueden seguir normalmente con su vida. Viene gente a escucharme y sigue con su vida.
¿Qué les diría?
Por negar la existencia de la guerra ésta no desaparecerá. Y estamos en una guerra contra de la naturaleza provocada por una minoría dominante. Es una idea que a mí me gusta dejar clara, porque leo en la prensa que la catástrofe climática ha sido provocada por la humanidad, y yo esto lo niego. No es la humanidad, sino una minoría de humanos que están en los consejos de administración de las empresas, de las élites extractivistas, en los parlamentos y gobiernos que las apoyan.
Zadie Smith ha explicado que una vez se retiró de una manifestación por el clima porque existía el peligro de ser arrestada y la idea de tener antecedentes y no poder volver a entrar jamás en Estados Unidos la echó para atrás. ¿Qué estamos dispuestos a perder? Se habla de decrecer, pero nadie quiere que sus hijos vivan con menos.
Me identifico muchísimo con las nuevas generaciones lideradas por Greta Thunberg. Son ellas quienes deberán vivir en este mundo más hostil, a merced de adultos paralizados, en muchas ocasiones sus propios padres y madres. Greta utiliza esta imagen de la casa en llamas. El Amazonas está a punto de llegar a un punto de no retorno. ¿Se puede hablar de que el fin del mundo va a llegar si para muchos ya ha sucedido? Lo paradójico es que hay personas sentadas en el único lugar donde todavía no han llegado las llamas, aunque se ven. Y tenemos que ir ahí a decir: levántese, porque si no va a morir calcinado. Pero no se levantan.
Critica a Bolsonaro, pero también a Lula, a la izquierda y a los evangelistas, ¿qué opciones defiende?
La forma para salir de esta parálisis es la imaginación. El partido de Lula se ha quedado estancado en el siglo XX. Durante los dos primeros mandatos fue conocido en el mundo entero por sacar a mucha gente de la pobreza, pero quien pagó la factura del ascenso de esa nueva clase media fue el Amazonas y otros biomas, se hizo con recursos naturales que se exportaron a China. Hay otros partidos que tienen una visión mucho más moderna, pero claro, no tienen votos.
¿Por qué?
El mundo se está volcando cada vez más hacia la derecha que defiende un pasado donde cada uno tenía su lugar, los hombres, las mujeres, los blancos, los negros. Es decir, un pasado que no existe en absoluto. Y si existió de manera falsa en algún lugar, fue a costa de la extinción de los otros. Yo entiendo que para las personas que no le puedan poner nombre a lo que están viviendo es más fácil creer en una mentira que reconforta. ¿Qué sería un político honesto? El que te dice la verdad. Y la verdad es que las cosas van a empeorar, que habrá que perder privilegios, los que los tenemos, y que habrá que cambiar radicalmente de manera de vivir. Pero ¿quién va a votar por algo así?
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