Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

¿Quién pasa primero?

El momento en el que el Rey recibe a Salvador Illa en Zarzuela

Prometió ser el 'president' de todos los catalanes (de los que consideran que en Catalunya los catalanes pasan primero; pero también de los que mantienen que España tiene preeminencia en todo). Y más allá de colocar la rojigualda junto a la senyera en su despacho; Illa también se ha ocupado esta semana de escenificar reencuentros con otros símbolos, símbolos de unos y de otros.

Así, el martes el socialista invitó al expresident Jordi Pujol al Palau de la Generalitat y lo reconoció como “una de las figuras más relevantes de la historia política de Catalunya”. Aunque el intento de acercamiento al catalanismo (al menos, a una parte del nacionalismo catalán) generó críticas (“Pujol, ladrón”, es lo más amable que se leía en redes); Illa lo hizo manteniéndose fiel al símbolo trasnochado español por excelencia. No, hombre, ¡no! No me refiero al toro sino a la Corona (¡no es cultura, es tortura!). ¿Cómo lo hizo? De manera muy sutil. Ante Pujol, Illa vistió la corbata VERDE (acrónimo que significa “Viva el Rey de España”).

Con el beneplácito, por lo menos escénico, del patriarca del catalanismo; Illa puso rumbo a Madrid. Hacía nueve años que ningún president de la Generalitat de Catalunya pisaba Zarzuela, el último fue Artur Mas. Tal vez solo fuera para intentar tranquilizar al 'president'; pero el monarca se mostró mucho más sonriente en esta ocasión que cuando recibió al convergente en 2015. No es la primera vez que las expresiones faciales de Felipe VI no disimulan sus preferencias personales. También es cierto que Illa es más fácil. Porque aunque Artur Mas se plantó en el mismo escenario que Illa enseñando las palmas de la manos (“vengo en son de paz”); le pegó varias palmaditas en el brazo y la espalda al monarca. Por protocolo, a un rey jamás se lo debe tocar porque se entiende que “su majestad” dispone de mayor espacio/distancia personal que los mortales. Sin embargo, un republicano o independentista puede buscar precisamente con ese exceso de proximidad tratarlo de igual. 

Ahora bien, no es la única ni más importante diferencia gestual entre el encuentro de Illa con el Rey y el de Mas hace casi una década. El líder convergente se disputó con Felipe VI quién debía pasar primero por la puerta. En un recinto cerrado (a diferencia de lo que ocurre en el exterior), quien pasa primero es el guía, el líder. Al ser el anfitrión, debía ser Felipe VI quien condujera a Artur Mas (al menos por palacio). Pero Mas, tras el referéndum del 9N, no estaba dispuesto a conceder ni siquiera visualmente tanto poder a un jefe del Estado español. El monarca acabó cediendo el paso al 'president' y cayó en “la trampa”…

El lenguaje del poder

Sé que para muchos, aparentemente, algo así simplemente significaría una pequeña y simpática riña por cuestiones de amabilidad o respeto, pero en el lenguaje del poder resulta algo más complejo… En el año 2000, cuando Bill Clinton invitó a Camp David al israelí Ehud Barak y al líder palestino Yasser Arafat, un ejemplo muy parecido representó el conflicto enquistado entre Palestina e Israel. Aunque todas las partes parecían muy relajadas y felices posando ante los medios, dos minutos después estalló “el conflicto” no verbal. El israelí y el palestino iniciaron prácticamente una lucha cuerpo a cuerpo (a empujones) para no ser el que primero entrara a la residencia (en el exterior, a diferencia de lo que ocurre en el interior de un recinto, el último que pasa es el que domina). Por ridículo que sea (porque además, la puerta era suficientemente amplia para cruzar el umbral a la vez); ninguno de los líderes quería rendirse ante el otro… Por igual razón hay muchas feministas a las que les molesta y ofende que un hombre les ceda el paso solo por el hecho de ser mujeres (“débiles, sumisas…”).

El miércoles, Felipe VI pasó primero. No hubo ni un amago de titubeó con Illa. El 'president' de Catalunya siguió un paso por detrás al jefe del Estado español. Ya cada uno lo interprete como quiera.

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