EN EL TEATRO REAL

Una exposición para descubrir al Puccini que jugaba a pintor y a reportero a través de la fotografía

'Puccini fotógrafo', organizada por el coliseo madrileño y el festival PHotoEspaña, presenta el audaz lado visual de un creador al que conocemos fundamentalmente por el oído

Giacomo Puccini fotografiado desde diferentes ángulos, en una composición del Studio Schemboche, en Roma.

Giacomo Puccini fotografiado desde diferentes ángulos, en una composición del Studio Schemboche, en Roma. / Archivio Giacomo Puccini, Torre del Lago

Jacobo de Arce

Madrid
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A pesar de la enorme popularidad de su figura y de su obra, que incluye algunas de las óperas más célebre del repertorio como La bohème, Turandot o Madama Buttefly -la última precisamente se representa estos días en el Teatro Real-, Giacomo Puccini es un creador discutido. Todavía hoy se debate si el compositor fue un adalid de la tradición en el arte que brotaba de una Italia todavía recientemente unificada o todo lo contrario, de una modernidad que, por entonces, en el cruce entre los siglos XIX y XX, se iba extendiendo por toda Europa. La exposición que acoge desde el pasado lunes el coliseo madrileño vendría a acreditar más bien lo segundo, porque dibuja a Puccini como un gran aficionado a la fotografía y esta era una práctica que, en la época en que vivió, se consideraba casi una forma de militar en el mundo moderno.

“La afición fotográfica en la última década del siglo XIX y primeros años del XX era muy común entre la burguesía”, explicaba en la presentación de la muestra María Santoyo, directora de PhotoEspaña, el festival que coorganiza la exposición. “Conocemos por ejemplo la figura de Lartigue, ese francés aficionado a la estereoscopía y también a los coches y a la velocidad, como Puccini. Hay una cierta confluencia entre las figuras modernas y aquellas nuevas posibilidades que brindaba la modernidad, como ir muy deprisa en automóvil, y Puccini era conocido por ello. Pero también por la afición por la nueva tecnología que suponía la fotografía, y por esa nueva manera de representar a la clase pudiente con cercanía, en su cotidianidad”.

Si no es raro, entonces, que Puccini se acabara apasionando por la fotografía, sí que lo es más "su pericia. Era más que aficionado, era un gran fotógrafo. Y adquirió una cámara muy rara para la época, una Kodak panorámica”, apuntaba Santoyo. La mayor parte de la veintena de imágenes que se exhiben en el Real se realizaron originalmente en ese formato, pero debido al espacio expositivo disponible (se distribuyen entre el vestíbulo del teatro, los rellanos de sus escaleras imperiales y el óvalo de la tercera planta) han tenido que adaptarse, básicamente reduciendo su ancho, para poder encontrar el hueco adecuado en sus paredes. La muestra es la segunda que se celebra en torno a la fotografía del compositor, después de la que ha acogido recientemente su ciudad natal, Lucca, y la primera que se celebra fuera de Italia.

En las fotografías que se exponen dominan las imágenes con la naturaleza como protagonista, hay varios retratos y autorretratos bastante originales y también algunas escenas domésticas de Puccini y su familia. Otras son instantáneas registradas en sus viajes a Argentina, Egipto y Nueva York, que sorprenden porque no son las fotos típicas de un turista, sino que el compositor adopta una mirada novedosa para fijarse en la arquitectura o en los habitantes de esos destinos. "En Egipto no retrata las pirámides, sino a los lugareños de una aldea", explicaba Paolo Bolpagni, uno de los comisarios de la exposición. Lo mismo pasa en otra en la que una familia de gauchos, en Argentina, están preparando un fuego. Parece que en ellas hubiera un propósito casi antropológico. En los paisajes, la figura humana es en cambio diminuta o aparece en una esquina. Las imágenes se dividen, a grandes rasgos, en dos tipologías, como señala el comisario, "una fotografía más pictorialista y la fotografía de reportaje".

En el vestíbulo, junto a un retrato de estudio de la familia Puccini se coloca una imagen en la que sus miembros están sentados en una de las estancias de la villa que el compositor se hizo construir en Viareggio, ya hacia el final de sus días, cuando tuvieron que dejar su casa anterior porque les habían construido una fábrica al lado. Esa casa anterior, la que tuvo en la localidad de Torre del Lago, aparece en otra de las fotos expuestas: su nieta está delante del portón, y en el formato panorámico original, la niña es exactamente el eje central de la imagen. Hay también escenas de veraneantes en la playa, de un canal en Torre del Lago o de las chozas que construía para sus sesiones de caza (él aparece fusil al hombro), otra de sus pasiones. En otra foto se ve a un niño en la proa de un barco que navega sobre las aguas del lago Massaciuccoli: probablemente fue disparada en la motora del propio Puccini, uno de los primeros barcos de motor de recreo que hubo en Italia.

"Puccini fue un fotógrafo esencialmente naturalista, a menudo con acentos poéticos, a veces con toques melancólicos pero también irónicos o jocosos, como cuando captura su sombra", continuaba Bolpagni, que haciendo referencia a esa veta señalaba una imagen expuesta en el vestíbulo del Real en la que Puccini se autorretrata y después escribe sobre la imagen unos textos y una caricatura de sí mismo dirigidos a un amigo pintor. Sus composiciones son a menudo originales: hay alguna en la que el formato panorámico se despliega en vertical, en lugar de horizontal. Una imagen es un montaje, común en la época, que reúne cuatro fotos de Puccini disparadas desde diferentes perspectivas. El compositor solía emplear, además, una técnica de positivado muy novedosa, la aristotipia, que comportaba el uso de un papel de fabricación industrial. No es Puccini un tipo que coloca una cámara convencional y dispara de cualquier manera. Sus creaciones visuales, como las sonoras, parecen muy pensadas. "Hasta aquel momento la fotografía había sido percibida como un medio de documentación, pero desde la década de 1890 varias exposiciones empiezan a reivindicar su valor artístico", profundizaba Bolpagni. "Aunque hará falta bastante tiempo para que esta idea arraigue, Puccini se ubica a sí mismo en un espacio de vanguardia desde el momento que asume estos presupuestos. La fotografía para él es un arte, no es un pasatiempo".

Los vínculos de Puccini y el Real son varios estos días. Bolpagni recordaba uno histórico: el coliseo madrileño fue el primero fuera de Italia donde el compositor italiano estrenó una de sus óperas, Edgar. Estos días, además, el Real acoge la que es una de sus obras más populares, una Madama Butterfly con dirección escénica de Damiano Michieletto y musical de Nicola Luisotti. Al mismo tiempo, la séptima planta del teatro está ocupada por una exposición en homenaje a Victoria de los Ángeles. Coincide que de ella se celebra el centenario de su nacimiento, mientras que de Puccini se celebra el de su muerte. En esa otra muestra se pueden ver varios vestidos que la inolvidable soprano catalana, una de las mejores voces que ha tenido la ópera mundial, utilizó tanto sobre el escenario como en la asistencia a importantes eventos internacionales. Entre ellos, uno de los kimonos que usó para interpretar a la Cio-Cio-San de Madama Butterfly, uno de sus papeles más emblemáticos. Ambas exposiciones se pueden visitar de dos maneras: o bien al asistir a una de las representaciones del Teatro Real o bien comprando la entrada para visitarlo.