Concierto en Montjuïc
Beyoncé, imperial en su regreso al Estadi Olímpic
La diva tejana deslumbró con el espectáculo de la gira ‘Renaissance’, dos horas y media de fantasía pop con sensualidad, glamur y gags futuristas
Jordi Bianciotto
Periodista
Acto de liberación tras las brumas pandémicas (y ante otras amenazas flotantes), con orgullo de género y ‘black power’, sensualidad y sexo ‘cyborg’, y un pantallón de video pocas veces visto, y un viaje a las galaxias, y un caballo de cartón piedra, y una ostra gigante de cuyo interior salía ella. Sí, Beyoncé, en modo imperial, dando entretenimiento a gran escala a lomos de ese álbum poco revolucionario pero apabullante llamado ‘Renaissance’, este jueves en su regreso al Estadi Olímpic (55.000 entradas que se agotaron tan pronto se pusieron a la venta, el pasado febrero).
Concierto generoso (treintena larga de canciones, y transiciones que eran ‘performances’ en sí mismas), con hasta seis bloques diferenciados sobre los que Queen Bey cabalgó graciosamente sobre sus altos tacones, encantada de ‘normaduvalizarse’ y de mostrarse cual ‘Venus durmiente’ (obra del renacentista Giorgione), y a la vez integrándose en un ‘show’ capaz de quitar el hipo, rico en brillos, efectismos e inventiva. Que comenzó (con media hora de retraso) por la sección de baladas, suave y cercana, todavía con luz diurna: de la lejana ‘Dangerously in love’ al tributo a Tina Turner en un ralentizado ‘River deep, mountain high’ que, todo sea dicho, no hará historia. Mucho mensaje de gratitud al público, como las folclóricas de antes: “por vuestra lealtad”, “por vuestro amor”.
El eco del house
Lo mejor estaba por llegar: la inmersión en ese despampanante ‘Renaissance’, que por lo pronto nos meneó con el r’n’b sensual de ‘I’m that girl’ y la, ¿parodia?, del glamur de ‘Cozy’ (“yatchin’ in Capri”). Frondosas bases de house noventero (la álgida ‘Break my soul’), guiños a Diana Ross (‘Love hangover’, abordada por las coristas) y alguna que otra intimidad sedosa (‘Plastic off the sofa’), recordándonos que Beyoncé ha dado un paso atrás en innovación sonora respecto a sus dos álbumes anteriores.
Pero ‘Renaissance’ es un álbum que no da tregua, aunque le falte un poco de calor humano, observación aplicable al ‘show’, si bien la espectacularidad y la cadencia trepidante del directo son tales que bien puedes olvidarte de todo lo demás. Quizá Beyoncé esté más dotada para deslumbrar que para emocionar, pero, además de presumir de voz sin pasarse con los trinos, suministró varias secuencias para el recuerdo: el momento ‘afro’ en torno a ‘Energy’, el retro-vanguardismo en rojo de ‘Black parade’ o toque góspel gótico de ‘Church girl’.
Todo ello, sin depender apenas de los ‘hits’ de discos anteriores: quedó fuera su canción más reproducida, ‘Halo’, aunque no un par de números que ya han cumplido dos décadas, ‘Crazy in love’ y ‘Naughty girl’. Con esos temas, y otros de nuevo cuño como ‘Heated’, consumó Beyoncé la conquista del lugar en un concierto en el que vetó a los fotógrafos de prensa y prohibió a los periodistas entrar ordenadores en el Estadi, con lo que crónicas como esta tuvieron que escribirse en un móvil.
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