Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

De oca a oca y Retiro, por Javier García Rodríguez

Cinco libros recomendados en junio

Una plataforma digital no puede sustituir una biblioteca

El sol vino a firmar a la Feria del Libro de Madrid… de vez en cuando

MADRID FERIA DEL LIBRO DE MADRID , EN LA IMAGEN VISTA GENERAL DEL PUBLICO QUE VISITA LOS DIFERENTES STAND IMAGEN DAVID CASTRO

MADRID FERIA DEL LIBRO DE MADRID , EN LA IMAGEN VISTA GENERAL DEL PUBLICO QUE VISITA LOS DIFERENTES STAND IMAGEN DAVID CASTRO / DAVID CASTRO

…porque me toca. Mi sábado sabadete, que se presentó con una mañana radiante como premonición de una jornada con sol de justicia poética, me llevó de la ceca de los superventas a la meca de los suplicantes por una firma que les salvara el día y el ego. Hablo de la Feria del Libro de Madrid, claro. Con sus 'cienes' y 'cienes' de casetas, sus máquinas expendedoras de refrescos a tres euros, sus carpas -y truchas, barbos, lucios y percas: a río revuelto- de presentaciones, sus autores atormentados (¡Cuánta lluvia, por dios, cuántos rayos y centellas!), sus lectores ideales, modelos y, si me apuran, 'in fábula', y sus editores ávidos o impávidos. El zoco de la literatura. Libros y libreras. Y cada autor, líbero en zona. Poetas con más pana que gloria a pesar de los calores, dramaturgos nunca representados, periodistas de raza churra o merina, expertos en nadar y en guardar la nadería. Y Vicky Martín Berrocal firmando a mano alzada: en una mano el bolígrafo y en la otra el 'eyeliner'. Y un narrador de goma espuma y otro de goma EVA™.

Entre la épica de los anónimos, la tragedia de las ligas menores y la lírica de los 'poetae novi', neotéricos todos, las plumas consagradas en los géneros mayores, refractarias a la disforia de género, se muestran como pavos reales con la cola más extendida, arcoíris a veces, gris casi siempre. Nada que hacer, en cualquier caso, porque la batalla está perdida. Esta guerra de 'instagrammer' contra 'grammer' la tienen ganada, y bien ganada, los del “I like Ike”, los del corazoncitoy los de 'blue jeans' en vez de chaqueta americana, mocasín, pantalón chino y polo de Lacoste®. Antes de que llegara mi turno en el escaparate de este barrio rojo en el que todos enseñamos las vergüenzas, me dio tiempo a hacer el paseo, fina estampa, bajo el volcán de la solana madrileña, que siembra ocios y recoge tempestades.

Del Retiro me he traído varios abrazos en los que había más cariño que el que se han tenido algunos matrimonios en cuarenta años. He charlado con Vila-Matas. He bailado -brevemente- la conga. Coincidí con Rosa, que fue mi 'roomie' en Iowa en los tiempos de Bush padre. Marcos Almendros, editor de Ya lo dijo Casimiro Parker, me regaló una preciosa edición de la poesía de Ferlinghetti. Almudena Vidorreta puso en mis manos 'Las lectoras de Teresa'. Sonia Dalton me firmó -por fin- su 'Borges en Estocolmo'. Asistí al almuerzo de Delirio y La Uña Rota. Toqué la mano y la voz de Olga, de Candaya, y atisbé sus lágrimas contenidas. No llegué a ver a Charlie Love, pero su cola lo delataba. Conocí a Gonzalo Yut, cuya 'Fanta Naranja Limón' debería ser lectura obligatoria en los vestuarios de todos los equipos de fútbol. Besé con ganas, pero con prudencia a Vanesa Pérez Sauquillo y a Marta Sanz, mas no a Andrés Trapiello, a pesar de tener todos sus diarios en primeras ediciones. Me reencontré con Marina Sanmartín, en compañía de Cervantes. No me crucé con Perci porque los árboles no me dejaron ver el bosque. Y en este sueño, porque todo es sueño, yo era Guillermo, 'telquel', y el hijo de Platero se llamaba Julito. Y vivía entre Eolas y Menoslobos, dos pequeñas ciudades cercanas a Macondo.

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