Entrevista

Jaume Ripoll, cofundador de Filmin: "Hay que combatir el cliché de que el coleccionista de películas es un friqui"

Auge y caída de la era del videoclub

¿Puede ser la mejor película de la historia una desconocida para el gran público?

El director editorial de la plataforma de 'streaming' publica 'Videoclub', un libro de memorias cinéfilas y profesionales

Jaume Ripoll

Jaume Ripoll / Zowy Voeten

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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Jaume Ripoll Vaquer (Palma, 1977) tenía poco más de 20 años cuando, tras la inesperada muerte de su padre, heredó el videoclub Casablanca y la representación comercial de la distribuidora Manga Films. En abril de 2006, fue, junto con Juan Carlos Tous y José Antonio de Luna, una de las tres personas que participaron en la reunión fundacional de la plataforma Filmin, en la que hoy ocupa el puesto de director editorial. Ripoll, que también es responsable del festival Atlàntida Mallorca Film Fest, ha sido testigo privilegiado y actor de los cambios que ha experimentado el negocio del cine en las últimas cuatro décadas, desde el fin de los cines de pueblo hasta la eclosión de las plataformas de ‘streaming’, y vuelca ahora sus experiencias de todos esos años en ‘Videoclub’ (Ediciones B), un libro de memorias cinéfilas y profesionales que es también una estimulante historia de aprendizaje y un emocionante álbum de fotos familiares.

Cuando usted reivindica su condición de hijo del videoclub, lo hace en sentido literal. Su padre era propietario de tres.

Sí, pero más allá de la peripecia personal creo que lo que explico en el libro es una experiencia compartida por mucha gente. Buena parte de los nacidos entre los 70 y los 80 nos criamos, de una manera u otra, en el videoclub, y eso marcó nuestras vidas.

¿La plataforma de ‘streaming’ es el videoclub contemporáneo?

Esa es la idea, quedarnos con lo mejor de los dos mundos. Tanto Juan Carlos (Tous) como José Antonio (de Luna) y yo mismo teníamos claro desde el principio que en Filmin había que incorporar el espíritu del videoclub. No solo el propósito comercial, sino la misma idea de crear un espacio de convivencia en el que compartir con otras personas el amor por el cine y celebrarlo. Un lugar en el que pasar tiempo y aprender antes incluso de ver las películas.

El dilema de la elección ante tanta oferta puede ser una fuente de ansiedad considerable, ¿no?

Por supuesto hay gente que entra en Filmin y cuando lleva un minuto y medio y no ha encontrado qué ver se pone muy nerviosa, pero hay otra que lo pasa muy bien simplemente paseando por el catálogo. Y luego está lo que llamamos el ‘FOMO Filmin’ [del inglés Fear Of Missing Out, o miedo a perderse algo], esa idea de que estás viendo algo pero quizá deberías estar viendo otra cosa. No sé si esa ansiedad que tenemos ahora se limita a las plataformas. Creo que también nos pasa en las tiendas de ropa, al ver las cartas de los restaurantes, cuando escuchamos música… El contrapeso de la abundancia puede ser la impaciencia, pero también la inquietud, el interés, el descubrimiento, y eso es bueno.

Jaume Ripoll, en las oficinas de Filmin.

Jaume Ripoll, en las oficinas de Filmin. / Zowy Voeten

En muchos pueblos y barrios alejados del centro, el videoclub funcionaba como un centro de actividad cultural y social. Eso sí se ha perdido y no parece que haya recambio.

Ojalá ese papel lo volvieran a desempeñar las salas de cine. Pienso en la experiencia de los Cines Embajadores en Arganzuela, en Madrid, que  tienen ese concepto de cine de barrio. Y eso mismo puede ocurrir en otros lugares. Creo sinceramente que aquí hay una oportunidad de negocio, porque la gente quiere salir de casa y encontrarse en un espacio de convivencia y compartir experiencias.

¿No había ahuyentado la pandemia al público de las salas para siempre?

Eso ha ocurrido mientras la gente sentía el eco de la pandemia, pero ahora que ese eco se ha desvanecido, puede ser un buen momento. Eso sí, el nivel de exigencia del espectador es mucho más elevado; en comodidad, en calidad, en singularidad... Si se quiere recuperar al público, hay que hacer más de lo que se hacía antes. Y no estoy hablando del precio.

En varios pasajes del libro habla de la nostalgia como “la droga legal que más dinero mueve en el mundo”…

Sí, y digo que entre la nostalgia y el café, lo que te quitará el sueño es la nostalgia, no el café. Ya sé que este es un libro de memorias y, por tanto, la nostalgia tiene un papel, pero he intentado no dejarme llevar por esa idea de que todo tiempo pasado fue mejor y tomar una cierta distancia respecto a los recuerdos.

¿No hay algo de nostalgia en la defensa que hace del formato físico?

Celebro lo físico desde una cierta nostalgia, sí, pero también como una forma de homenaje a todos los que coleccionan DVDs o cintas de VHS. Y como una reivindicación. Si entras en casa de un amigo y tiene 2.000 libros, piensas: “¡Oh, que culto y sofisticado es!”. Pero si tiene 2.000 películas, piensas “Uh, este tío tienes problemas sociales” [risas].

¿A qué cree que se debe esa diferencia de percepción?

Quizá ha tenido algo que ver la propia imagen que el cine ha transmitido de sí mismo. Esas figuras del tipo Kevin Smith, Tarantino… hombres heterosexuales de mediana edad que se han criado en videoclubs. Que no digo que sea algo malo, pero hemos asociado el coleccionismo de películas a esos perfiles. Y eso ha contribuido a que tengamos una percepción determinada: el que colecciona discos de vinilo es un coleccionista, pero el que colecciona cintas de VHS es un friqui. Al cómic le pasa algo similar. Es un cliché que hay que combatir.

Jaume Ripoll, junto a las oficinas de Filmin, en Barcelona.

Jaume Ripoll, junto a las oficinas de Filmin, en Barcelona. / Zowy Voeten

La llegada de Netflix a España en 2015 cambió la historia de Filmin.

Para nosotros llegó en el momento perfecto. Netflix normaliza una cosa que antes era excepcional, que es pagar para ver una obra en internet. Y, cuando eso ocurre, Filmin está preparado porque ya lleva un tiempo de rodaje y aún no ha perdido todo el dinero. Nos benefició porque siempre habíamos tenido claro que nosotros no podíamos pretender ser una plataforma generalista, como sí iba a ser Netflix, sino que debíamos centrarnos en adquirir una personalidad.

¿Esa personalidad es lo que distinguió a Filmin de otras plataformas que se quedaron en el camino como Waki o Yomvi?

La personalidad y un origen cinematográfico. Nosotros veníamos de la distribución doméstica, y eso ha hecho que estemos siempre buscando fórmulas para llegar al espectador y hacer que se interese por obras que a priori pueden quedar fuera de su campo de intereses. Es lo mismo que hacíamos cuando en Manga Films intentábamos vender las cintas de [Takeshi] Kitano a unos videoclubs que lo que querían eran películas de Stallone.

Reivindica el concepto de “cinefilia de plastilina”.

En un puzle de plastilina todas las piezas acaban encajando. Y creo que somos muchos los espectadores en cuya cinefilia de plastilina encajan el cine clásico europeo, el cine clásico de Hollywood, el cine contemporáneo más arriesgado, el cine comercial… Gente que aprecia por igual a Ernst Lubtisch, Albert Serra y Tony Scott, por decir tres nombres de forma un poco aleatoria. Igual que hablábamos antes del cliché de las colecciones domésticas, también existe el cliché de que hay un público binario: el del cine de autor y el del cine comercial. Y eso es mentira. Todos podemos ser muchos tipos de espectadores. Y, de hecho, lo somos.

Sin ir más lejos, usted es un espectador que siente devoción por los musicales y confiesa no haber visto ‘Sonrisas y lágrimas’.

Sí, y no tengo ninguna razón especial para no haberla visto, porque además adoro a Julie Andrews. Ya la veré algún día. O no. También me parecía importante decir que no pasa nada, que las películas no hay que verlas para demostrarle nada a nadie, que al cine no se llega por obligación sino por seducción.

¿Qué le seduce de ‘Dublineses’, su película favorita?

‘Dublineses’ tiene todos los elementos que me gustan del cine y de la vida: hay familia, hay política, hay literatura, pasa casi en tiempo real, tiene una voz en off estupenda, la música es muy notable y además nieva. Quizá lo único que le falta es sentido del humor, pero el resto lo tiene todo.

¡Y no está en Filmin!

¡Eso es porque no está remasterizada! Pero están en proceso y supongo que cuando la podamos tener en condiciones volverá al catálogo.

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