‘Los osos no existen’: la fotografía de la discordia

Cuando ‘Los osos no existen’ se presentó en el Festival de Venecia del año pasado, su director, Jafar Panahi, estaba en la cárcel. Él, más que cualquier otro cineasta iraní internacionalmente conocido, se ha significado de forma contundente contra el régimen de su país. Este filme es un acto político radical, pero no es cine político maniqueísta. Se centra también en una profunda reflexión sobre el significado de las imágenes, sean en movimiento o estáticas.

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Todo empieza y termina en una foto comprometedora que toma un director, el propio Panahi, en la pequeña y apartada localidad desde la que dirige 'online’ su nuevo filme. De nuevo entramos en el territorio ambiguo y amplio de la ficción y la no ficción. Es fascinante como la mayoría de los cineastas iraníes realizan una película a partir de la más pequeña de las historias. La foto de dos enamorados compromete la boda de ella con otro hombre siguiendo una tradición secular y absurda: al cortar el cordón umbilical cuando nació, la chica ya fue comprometida en matrimonio a un hombre en concreto.

Tradiciones, colisión ciudad/área rural, cine dentro de cine… Panahi, personaje filmado y cineasta que filma, lo graba todo y, cuando no puede, le pide al individuo al que le alquila una habitación en el pueblo que registre por él una ceremonia. La convulsión de las imágenes y cómo estas se convierten en crónica viva de un momento.