Crítica de música
Vivaldi triunfa en su debut lírico en el Palau
El ciclo Palau Ópera concluye con ‘Il Tamerlano’, un aclamado ‘pasticcio’ del compositor italiano que llegó a cargo de Ottavio Dantone y su Accademia Bizantina
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo Meléndez-Haddad
Con el estreno local de ‘Il Tamerlano’ o ‘Bajazet’, RV 703 (1735), de Antonio Vivaldi, el ciclo Palau Ópera comienza a pagar la gran deuda histórica que la ciudad de Barcelona tiene ante el compositor veneciano, un operista de primera cuya obra teatral es prácticamente desconocida en la capital catalana. Del casi centenar de óperas escritas por Vivaldi esta no es precisamente la más representativa de su producción, porque se trata de un ‘pasticcio’, con la totalidad de sus arias provenientes de otros de los éxitos operísticos del autor –‘Il Giustino’, ‘Semiramide’ o ‘Farnace’– y, sobre todo, de otras tantas de compositores que en esos momentos triunfaban en el género como Giacomelli, Hasse o Broschi. En todo caso, la obra brinda una mirada privilegiada al genio teatral vivaldiano que incorpora música nueva en la brillante ‘Sinfonia’ tripartita del comienzo, así como en todos los recitativos que dan forma a la trama planteada por el libreto de Agostino Piovene (original para una ópera anterior de Gasparini) que brinda la requerida unidad dramática.
La obra llegó muy rodada al Palau; tras llevarla al estudio de grabación en 2020, el maestro y clavecinista Ottavio Dantone al mando de su Accademia Bizantina –conformada por una veintena de virtuosos instrumentistas–, la ha venido paseando desde entonces por diversos escenarios. Dantone se entusiasmó con el ‘pasticcio’ e introdujo, para Tamerlano, el aria 'Cruda sorte, avverso fato' de 'Nitocri regina d’Egitto' de Giacomelli, en lugar de la vivaldiana del mismo nombre proveniente de 'L'Adelaide'. La escena final del segundo acto (un cuarteto) es de la ópera 'Farnace', también de Vivaldi, al igual que el coro conclusivo y de arias de 'Orlando furioso', 'La Candace' y 'Arsilda regina di Ponto' que se incluyeron.
Los intérpretes se esforzaron en que los movimientos tuvieran cierto sentido dramático. Arianna Vendittelli fascinó como Idaspe, con una línea de canto cuidada en extremo, buenas agilidades y un fraseo cargado de sentido, deslumbrando en 'Anche il mar', de ‘Semiramide’, del propio Vivaldi. Sophie Rennert (Irene) brilló con luz propia con una gran interpretación de la floridísima "Qual guerriero in campo armato", de Riccardo Broschi –hermano de Farinelli–, aria que cierra el primer acto; la aplaudida mezzo también estuvo a cargo de la conocida "Sposa, son disprezzata", original de ‘Merope' de Giacomelli.
Marina de Liso bordó el papel de Andronico y Filippo Mineccia interpretó a Tamerlano sin mayores problemas, aunque con graves poco consistentes. Muy irregular en los recitativos la Asteria de Delphine Galou, que estuvo mejor en las arias: lo suyo es el canto virtuoso. Bruno Taddia (Bajazet), por último, controló las agilidades, aunque su voz, opaca, de dicción ininteligible y graves sordos, no acabó de convencer.
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