Exhibición inmersiva

Pompeya: 15.000 habitantes, 35 burdeles y ahora una expo

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Una muestra integra realidad virtual y piezas arqueológicas para mostrar el día a día de la ciudad a la que destruyó el Vesubio

Barcelona 31/05/23 Icult. Presentación de la expo Pompeya, el último gladiador. En las Drassanes, Museo Maritimo. AUTOR: MANU MITRU

Barcelona 31/05/23 Icult. Presentación de la expo Pompeya, el último gladiador. En las Drassanes, Museo Maritimo. AUTOR: MANU MITRU / Manu Mitru

Elena Hevia

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El paseante recorre una calle adoquinada, la vía Abundiantae, la calle de la Abundancia –lo más parecido a unas Ramblas del momento- en la que en los puestos ambulantes los comerciantes le ofrecen aceite, huevos, queso, panes y tortas, además de garum, una salsa de pescado de vísceras fermentadas con la que los romanos lo condimentaban casi todo. Pero nada huele como tiene que oler -mal- y las sonrisas de los lugareños se perciben robóticas. Después, el paseo lleva a un gimnasio donde los gladiadores ejercitan sus mandobles en la palestra y se puede atravesar un puente, apenas unas maderas sobre una caída vertiginosa, que conduce a la arena de un anfiteatro de proporciones colosales con un elefante que se diría sacado de las cohortes maléficas de ‘El señor de los anillos’ de tan desmesurado. Y sí, los reflejos te llevan a agacharte para que uno de los contendientes no te ensarte con su gladio de hierro, bronce y marfil.

Bienvenidos a Pompeya. 15.000 habitantes. 35 burdeles. Estamos en el año 79 d.C. en la ciudad de la bahía de Nápoles que quedó a la vez destruida y preservada por las emanaciones del Vesubio. Si podemos verla como entonces es por obra y gracia de la realidad virtual, una experiencia inmersiva. Datar el momento es fácil porque alzando la vista con las gafas de realidad virtual en los límites de ese metaverso romano se percibe el volcán en plena faena de lanzar su nube piroplástica. Son los últimos días de la ciudad.

Un grupo de figurantes amenizan la presentación de la exposición.

Un grupo de figurantes amenizan la presentación de la exposición. / Manu Mitru

Eso es lo que ofrece ‘Pompeya. El último gladiador’, una muestra heterogénea al más puro estilo de tradición y modernidad que ensambla el espectáculo tecnológico descrito con la exposición de toda la vida, en este caso 150 piezas procedentes del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles –el más reconocido respecto a la Antiguedad Clásica-, entre ellas cuatro magníficas estatuas, tres guerreros y una matrona, procedentes de la colección Farnesio  y que viajan por primera vez fuera de Nápoles para una exposición.

En la presentación en el edificio de las Drassanes en el Museu Marítim de Barcelona, donde la muestra permanecerá desde este jueves hasta el próximo 15 de octubre, los productores, el museo napolitano, y la empresa de arte digital L’Art Universe, intentan caldear las palabras del comisario Beniamino Levi y del director artístico Roberto Panté, con la presencia de unos figurantes vestidos a la romana que intentan emular para la ocasión las figuras de los frescos de las villas pompeyanas. Todo ello peligrosamente cercano al parque temático. Pero aunque los figurantes no harán acto de presencia en los días de la exposición, ni Levi ni Panté esconden que el gran objetivo de esta muestra es el público familiar y en concreto los más pequeños, para quienes hay un sinfín de propuestas educativas. Descubrir, por ejemplo, que, tristemente, también hubo gladiadoras es una de ellas. Los adultos pueden quedarse con aquella reflexión de Nietzsche según la cual cuando a los romanos no les quedaban más imperios que conquistar gastaban sus energías contemplando matanzas.  

Pompeya, el último gladiador, en el museo Marítimo de las Drassanes

Por suerte no hay sangre en el camino. El trayecto que propone la muestra es muy aséptico, en su mayor parte utensilios domésticos, como vasijas, ánforas, objetos, mosaicos y varios pequeños frescos que ilustran la vida cotidiana, tanto en las casas como en las termas o en el termopolio, en concreto el  Vetutius Placidus, que los pompeyanos utilizaban como un espacio de socialización no muy distinto a nuestros bares.

Quizá el mayor interés esté en los objetos asociados a los atléticos gladiadores como los estrígiles, los rascadores con los que se retiraban la arena que quedaba adherida a sus cuerpos aceitados, en una exfoliación a lo bruto y ‘avant la lettre’. Pero también el muy estimable conjunto de feroces cascos de hierro del siglo I acompañados por sus cnemides, las aparatosas espinilleras que completaban el ‘kit’ básico.

Para ampliar el relato un documental sigue el día a día en la vida de un gladiador echando mano de recreaciones audiovisuales y del viejo cuadro ‘Police verso’ del francés Jean-Leon Jérôme. No se lo crean, en el siglo XIX acuñó falsamente que la imagen del pulgar hacia abajo, como muestran los ‘peplums’ de Hollywood, significaba la muerte del luchador caído. Una más de tantas cosas que seguimos desconociendo del viejo imperio.