Crítica de libros

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Breve y conciso, el cruce de cartas entre estos dos grandes de las letras francesas sigue temas como el papel del escritor, la originalidad o el sacerdocio del arte

Gustave Flaubert y Charles Baudelaire.

Gustave Flaubert y Charles Baudelaire. / Made using TurboCollage from www.TurboCollage.com

Gonzalo Torné

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 La correspondencia de Charles Baudelaire y Gustave Flaubert fue breve, concisa y ajustada a dos o tres asuntos, ceñidos a su desempeño como escritores. La estatura de ambos personajes, la calidad de sus libros y la importancia de los temas tratados invitan a que fantaseemos con una correspondencia más dilatada, con torrentes de argumentos y contra argumentos, exageraciones y matices delicados. Da miedo imaginar lo que estas dos mentes hubiesen podido pensar trabajando juntas durante un periodo de tiempo prologando, y en un espacio tan cómodo como el que abría un intercambio de cartas al estilo decimonónico.

Por fortuna contamos desde ya con una edición estupenda de Ignacio Echevarría que enmarca las cartas en su contexto histórico, vital y cultural de manera que los textos parecen dilatarse y expandirse ante nuestros ojos como esos alimentos desecados que en contacto con el agua recuperan su textura, su fibra y la capacidad de despertarnos el apetito.

La originalidad, el papel público del escritor, el sacerdocio del arte, o cómo desprender al romanticismo de sus excesos sentimentales para preservar el nervio de sus mejores logros (que ambos asocian al mejor Victor Hugo)… son algunos de los temas de esta correspondencia en cuyo centro está el doble juicio por inmoralidad contra 'Las flores del mal' y 'Madame Bovary', que afrontaron y superaron con distinta suerte. En la superficie ambos juicios delatan una época en la que el puritanismo censor se expresaba a través del poder (y no mediante chistes en las redes), pero quizás levanten un acta más relevante: el periodo en el que el arte se desprende de la protección de las elites sociales y religiosas, y persigue un “discurso propio” con el que nadie sabe todavía muy bien qué hacer.Un momento que desembocaría en las vanguardias antes de ser absorbido por las exigencias de un nuevo amo: el mercado.

Charles Baudelaire y Gustave Flaubert pertenecían a la misma clase social y a la misma generación, de manera que pese a las evidentes diferencias de carácter (en las que se podría basar un dúo cómico) estaban cortados por el mismo patrón. Como señala Echevarría en el prologo que antecede las cartas (y que se lee como unas inquietantes vidas paralelas) ambos subvirtieron los valores estéticos de su clase (la burguesía), fueron recostándose (cada vez más cómodos) en sus preceptos morales y jamás se plantearon discutir su preeminencia política.

Además de los alicientes concretos que ofrece la correspondencia, el libro admite un placer adicional para la imaginación: una suerte de lectura vacante o de ausencias. Al fin y al cabo resulta sencillo para cualquier conocedor de la obra de Baudelaire y de Flaubert fantasear con rutas probables y desarrollos plausibles de sus conversaciones. Aumentar de cabeza el caudal de cartas de Flaubert dedicadas a comentar 'Las flores del mal' o suponer qué le hubiese contado por escrito Baudelaire a su autor de 'La educación sentimental'. Al fin y la cabo conocemos bien a los dos y nos interesan muchísimo sus obras. Pero tendremos que conformarnos con lo que tenemos, que bien mirado, ya es mucho.

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