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Michael J. Fox y su plante al Párkinson

El actor cuenta su historia y su larga lucha contra la enfermedad en un documental de Apple TV

Michael J. Fox, en la alfombra roja el año pasado.

Michael J. Fox, en la alfombra roja el año pasado. / David Swanson.

Nando Salvà

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Para Michael J. Fox todo empezó a cambiar una mañana de 1990, en Florida, cuando despertó y se dio cuenta de que uno de sus dedos meñiques se movía de forma descontrolada; resultó ser un síntoma temprano del desorden cerebral que lo empujaría a batallar durante más de 30 años contra el Párkinson. En 1991 la enfermedad degenerativa le fue oficialmente diagnosticada, pero la mantuvo en secreto durante años para seguir actuando en el cine y la televisión. Cuando finalmente la reveló al público, que un actor tan excepcionalmente dotado para la comedia física tuviera que sufrir de esta manera pareció una jugarreta del destino. Retirado definitivamente del mundo de la interpretación desde 2021, ahora cuenta su propia historia en La vida de Michael J. Fox, documental recién estrenado en AppleTV+ que, entre otras cosas, nos recuerda que una persona aquejada de una enfermedad no se convierte en esa enfermedad.

Aunque posteriormente llegarían a ayudarlo profesionalmente, la corta estatura y el aspecto aniñado complicaron los años formativos de Fox, y su adolescencia estuvo marcada por el fracaso escolar y algún delito menor. Encontró su camino gracias al teatro, pero incluso después de convencer a su padre de que debía mudarse con él a Hollywood, y de conseguir pequeños trabajos una vez allí, no tardó en encontrarse al borde de la indigencia. Y, justo cuando estaba a punto de tirar la toalla y volver a casa, obtuvo el papel que lanzaría su carrera. Gracias a su trabajo en la sitcom Enredos de familia, en efecto, logró sendos papeles protagonistas en Regreso al futuro (1985) y Teen Wolf (De pelo en pecho)’ (1985), y estos le abrieron la puerta a una vida de portadas de revista, coches de lujo y hedonismo general. La fantasía duró poco.

Refugio en el alcohol

Cuando llegaron los temblores, Fox se enterró en el trabajo, y frente a la cámara acostumbraba a sostener objetos con la mano izquierda para disimularlos. Recurrió al alcohol para evadir la realidad de una enfermedad que frenaba la expresividad facial, verbal y física que tan esencial había resultado en su éxito. Cuando finalmente pudo afrontar su nueva vida, recuerda en la película, el Parkinson hizo de él una persona más serena, más presente; su esposa, la actriz Tracey Pollan, y sus hijos participaron en el proceso. En 2000, dos años después de anunciar su trastorno, lanzó la Fundación Michael J. Fox, que se dedica a buscar una cura para la enfermedad, financiar la investigación y además de garantizar el desarrollo de terapias mejoradas.

A medida que Fox envejece -ahora tiene 61 años-, su condición continúa deteriorándose. Aunque el niño que solía ser sigue asomándose en su rostro, sus limitaciones han aumentado; su mente funciona más rápido que su capacidad para expresarse, y sus piernas le fallan constantemente. El simple intento de caminar se ha convertido para él en un acto de concentración y estrategia, y un peligro. Pero sigue ahí, tan divertido como siempre. Y la nueva película supone una oportunidad para recordar qué gratificante resulta verlo en pantalla.

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