Festival de cine

Sean Penn tropieza de nuevo en Cannes, ahora como actor

Micheal Pitt y Sean Penn en Cannes.

Micheal Pitt y Sean Penn en Cannes. / YARA NARDI

Nando Salvà

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El Festival de Cannes debe tener en alta estima a Sean Penn. Quedó sobradamente demostrado hace siete años, cuando un enfado del estadounidense -no encajó bien la mala prensa recibida por su película ‘Diré tu nombre’ (2017)- motivó que los organizadores del festival íntrodujeran cambios radicales y muy criticados en su funcionamiento. Y por eso la presencia del actor en el reparto de ‘Black Flies’, aunque en un papel secundario, se antoja como la única explicación plausible a la inclusión del largometraje entre los que este año aspiran a la Palma de Oro. Sus intentos de parecerse al cine de Paul Schrader, títulos como ‘Se7en’ e incontables dramas policiales son tan flagrantes como dolorosa -para ella, se entiende- resulta la comparación con esos referentes. 

Su protagonista no es un agente de la ley pero lleva uniforme, se mueve en un vehículo con sirenas y se enfrenta a gente herida de bala o destruida por las drogas. Acaba de debutar como paramédico en la ciudad de Nueva York, e inmediatamente se convierte en compañero del personaje encarnado por Penn. Tanto ellos dos como la mayoría de quienes los rodean son gente atormentada, mortificada, hecha polvo; y la sucesión de acciones de asistencia sanitaria que efectúan son, invariablemente, estampas de decrepitud, sordidez, y podredumbre, en parte gracias a la decisión del director Jean- Stéphane Sauvaire de intercalarles de, por ejemplo, una oveja desollada en un matadero.

Sus evoluciones, ojo, aparecen decoradas de profusa simbología religiosa: el joven paramédico tiene una chaqueta con alas estampadas en las mangas -su nombre no es Ángel pero, a cambio, se apellida Cruz-, y abundan los diálogos centrados en el Cielo y el Infierno. Para cuando Sauvaire introduce en la narración sucedáneos de reflexiones sobre la ética de la profesión y los peligros de jugar a ser Dios, el empeño de la película por hacernos testigos de una exhibición de atrocidades y sus pretensiones de hondura espiritual ya han alcanzado niveles paródicos.     

El precio de la ropa barata

La otra de las películas a concurso presentadas hoy no se parece en nada a ‘Black Flies’, pero el mundo en el que transcurre también es increíblemente inhóspito. ‘Juventud (Primavera)’, del aclamado documentalista chino Wang Bing, se sitúa en un centro neurálgico de la industria textil llamado Zhili City para contemplar a varios de los cientos de miles de trabajadores -la mayoría de ellos gente muy joven- que viven hacinados entre toneladas de ropa barata y basura, en mastodónticos bloques de hormigón que son el lugar donde trabajan 15 horas al día y también donde duermen en habitaciones grupales. Entretanto, no tienen acceso ni a tiempo libre ni apenas a luz natural.

A lo largo de tres horas y media de metraje los vemos flirtear, discutir, pelearse, comer fideos instantáneos, fumar sin parar y, sobre todo, discutir sus paupérrimas condiciones salariales, y el objetivo de la película permanece claro en todo momento: denunciar un sistema productivo que deshumaniza a quienes lo sostienen. Teniendo eso en cuenta, es una pena que Bing no otorgue a ninguno de sus personajes la entidad necesaria para convertirlos en algo más que figuras anónimas.