Discos de la semana

Paul Simon, tocado por la mano de Dios en 'Seven psalms'

Los nuevos elepés de The Milk Carton Kids, Fatoumata Diawara y Artemis, también reseñados

Glenn Hughes, el sueño de la eterna 'rock star' en Razzmatazz

Morad comparte el peso de su historia en 'Reinsertado'

El músico neoyorquino interrumpe su retiro con un ciclo de siete canciones encadenadas centrado en su voz y su guitarra

paul simon

paul simon / Paul Simon / Facebook

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Roger Roca
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Poco ordinaria es la razón que ha llevado a Paul Simon a decidirse a compartir con la humanidad una nueva pieza de música. Aunque le dábamos por retirado tras el ‘Farewell tour’ de 2018, un episodio de aspecto fortuito ha precipitado esta suerte de bis discográfico: un sueño, así lo ha declarado el músico, que tuvo una noche y que le impulsó a ponerse a escribir intensamente en diversas y consecutivas madrugadas.

‘Seven psalms’ parece una obra surgida de más allá de los confines terrenales, de las visiones en los abismos durmientes y de la conciencia espiritual que siempre ha flotado en torno a la obra de Simon ya desde los días de ‘Mrs. Robinson’ (“el cielo guarda un sitio para quienes rezan”). Es un disco de siete cantos de alabanza o invocación a Dios (eso, y no otra cosa, son los salmos) enlazados en forma de ciclo de 33 minutos, empezando con una ofrenda divina, ‘The Lord’ (“El Señor es mi ingeniero / El Señor es la tierra sobre la que cabalgo”), y que culmina con un “amén” a través de la mención a la figura infantil y el augurio de una benéfica eternidad: “el cielo es hermoso / casi como casa / ¡Niños! Preparaos / Es tiempo de volver a casa”.

Diálogo entre vacas

Arropando estos versos con vistas a la trascendencia, un Paul Simon reducido a los mínimos, a su voz, debilitada pero clara a los 81, y a sus guitarras y su dobro. Pulsa las cuerdas con pulcro virtuosismo, en impresionista modo ‘fingerpicking’ y dejando que, en ocasiones, con extrema discreción, se cuelen instrumentos como la flauta, el cello y esa especie de laúd llamado tiorba, así como percusiones con acentos exóticos de gong y gamelán. Canciones de propiedades balsámicas, que deslizan esbozos de estribillo y vestigios del blues y el folk: ahí está ‘My professional opinion’, donde Simon ironiza con la conversación entre dos vacas de un modo que hace pensar en un diálogo propio de las redes sociales.

La mirada censora se manifiesta en ‘Trail of volcanoes’, donde observa la “estela de volcanes” y la “explosión de refugiados”, y concluye que “el daño que está hecho / deja tan poco / que enmendar”. Pero estos salmos no están enojados, sino que transmiten un ánimo apaciguador que alimenta un poco más si cabe, en las dos últimas piezas, la voz de su esposa (desde hace 31 años), Edie Brickell.

Con todo ello, ‘Seven psalms’, con su portada del paisajista estadounidense Thomas Moran, deja una estela de paz interior, más allá de los fantasmas aludidos, y aunque parece situarse en el umbral de la última morada, no resulta en absoluto siniestro, sino tierno y tranquilizador. Es Paul Simon, en la atalaya de sus días, entregando nuevas y purificadoras canciones siete años después de su última entrega (‘Stranger to stranger’, 2016) por la sencilla razón de que Dios se le apareció en sueños y se las pidió. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

Después de demostrar sobradamente en sus primeros elepés que con solo dos guitarras acústicas y dos voces es posible construir una sólida y atractiva personalidad musical, el dúo californiano abre (tímidamente) la puerta a nuevos instrumentos en un disco que no solo contiene sus mejores armonías (‘Running on sweet smile’) y sus solos más emotivos (‘Wheels on levers’) sino también algunas de sus canciones más redondas. Mucha clase. Rafael Tapounet

La estrella maliense ahonda en el diálogo norte-sur en una obra vibrante, tan africana como futurista, cuyo título conecta la capital británica con Bamako. Damon Albarn coproduce y se hace oír en el poderoso funk de ‘Nsera’, proa de un cancionero con músculo electrónico y giros pop, derivas ‘jazzie’ y arañazos rockeros de guitarra. Bello y poético aquelarre al que se apuntan la voz soul de Angie Stone, el galáctico francés -M- y el pianista cubano Roberto Fonseca. J. B.

No era flor de un día. Artemis, el grupo que armó la pianista Renee Rosnes con otras destacadas mujeres del jazz de Nueva York tiene carácter propio y un sonido de grupo, incluso cambiando a dos de sus solistas. Sofisticado, de amplio espectro y con pegada -manda mucho la batería de Alison Miller-, en este segundo disco todas tienen su espacio como compositoras y solistas. Y como en su debut, el nivel es siempre alto. Pero la 'finezza' de Rosnes y la trompeta de Ingrid Jensen, a la vez dura y etérea, son de otro mundo. Roger Roca