Oliver Pötzsch y el Sepulturero

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Oliver Pötzsch continúa su serie negra histórica ambientada en la Viena del XIX con ‘El Sepulturero y la Tierra Negra'

El escritor Oliver Pötzsch, creador de la serie de novela negra histórica del Sepulturero, posando en un cementerio.

El escritor Oliver Pötzsch, creador de la serie de novela negra histórica del Sepulturero, posando en un cementerio. / Carlos Ruiz B.

Anna Abella

Anna Abella

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Descendiente de una prolífica saga de verdugos alemanes, 14 desde el siglo XVI, detalla antes de asegurar que eso "no le causa pesadillas", el escritor Oliver Pötzsch, como si fuera un mago que saca un conejo de la chistera, muestra de repente, desde la pantalla de la videoconferencia, un tarro de cristal con tapón de corcho, con una pegatina que reza ‘Mumia’. En su interior, un polvo marrón. "Es un compuesto de restos de momias que se creía que tenía propiedades medicinales. Se comerciaba en Europa desde Egipto y se vendía en farmacias de media Europa hasta inicios del siglo XX", cuenta el autor sobre uno de los temas que desarrolla en su nueva novela negra histórica ‘El Sepulturero y la Tierra Negra' (Planeta). 

Pero lanza pelotas fuera al interrogarle sobre dónde ha sacado la botella. "¡Quizá me han engañado, porque huele a chocolate! -sonríe-. En algunos museos y en antiguas farmacias aún se conservan tarros como este de mumia. También los hay con polvo blanco, que dicen que está hecho de cráneos…". 

Oliver Pötzsch, sosteniendo un tarro de polvo de momias egipcias, que se vendía en farmacias europeas de finales del XIX y principios del XX.

En ‘El Sepulturero y la Tierra Negra', aparece momificado, en un sarcófago del Museo de Historia del Arte de Viena, el cuerpo de un reconocido egiptólogo. Viene a cuento el polvo de momia porque Pötzsch siempre intenta "explicar una historia un tanto terrorífica buscando una razón con base científica". "Aquí buscaba las causas que llevan a una posible maldición de las momias y la encontré en la posibilidad de que las bacterias de los tejidos de la mumia tuvieran alguna capacidad curativa".  

Los nobles jóvenes compraban momias para hacer fiestas en sus palacios donde las desvendaban para encontrar los amuletos

Con su libro anterior, 'El libro del Sepulturero’, primera entrega de esta serie ambientada en la Viena de finales del siglo XIX, Pötzsch (Múnich, 1970) convenció a 3.500.000 lectores. La protagoniza un trío de personajes: el sepulturero del título, Augustin Rothmayer, que escribe libros sobre ritos funerarios y estudia el papel de los insectos en los cadáveres; la fotógrafa forense Julia Wolf, "mujer fuerte de origen humilde y padre inventor", y el policía judío Leopold von Herzfelt, que intenta aplicar los nuevos métodos científicos a la resolución de delitos y para el que el autor se inspiró en Hans Gross, juez de instrucción que creó el primer manual de criminalística. Mientras, un asesino en serie castra a sus víctimas. Un ser que tiene algo, apunta el escritor, de Fritz Haarmann, ‘el hombre lobo de Hannover’, que en la década de 1920 mató y descuartizó a 24 niños y jóvenes.  

El último verdugo de mi familia murió a principios del siglo XIX, pero a mi abuela, de niña, en el colegio la llamaban la hija del verdugo

"Hoy decimos que la tecnología va demasiado rápido: los móviles, la IA… Pero desde 1850 creo que va muy mucho más rápido, con muchísimos inventos en poco tiempo: el teléfono, el fonógrafo, los coches, el cine… y en criminología, los avances en huellas dactilares, balística, venenos, análisis de sangre…", detallaba horas antes de viajar para participar en el festival València Negra.


Las fiestas para desvendar momias

También fueron años de fiebre por la egiptología. "Aluciné al descubrir que los nobles jóvenes compraban momias para hacer fiestas en sus palacios donde las desvendaban para encontrar los amuletos y otros objetos de valor con los que habían sido enterradas". Remite la novela al hallazgo en 1871 del llamado Escondrijo Real de Deir el-Bahari, con unos 40 sarcófagos, la mayoría de faraones, entre ellos el de Ramsés II. Lo encontraron los hermanos Abd el-Rassul, que iniciaron un tráfico ilegal con las piezas descubiertas que no se destapó hasta una década después. Pötzsch opina sobre el actual debate de la reclamación de antiguas colonias de las obras expoliadas. "Alemania ha devuelto los bronces a Benín y se les dio dinero para construir el museo donde exponerlos. Pero en vez de eso se los dieron a su rey y la gente dijo, ¿ves lo que pasa? Pero en realidad ellos pueden hacer con sus bienes lo que quieran".      

Zoológicos humanos y antisemitismo

El autor cuela en la trama otras sonrojantes e infames prácticas de la época, como los conocidos como zoológicos humanos. "Leyendo periódicos de entonces encontré la referencia a una exhibición en el zoo de Viena de una caravana matabele, con miembros capturados de una tribu del actual Zimbabue". Su líder, un hombre de 25 años de nombre Saidrovuni, sirve a Pötzsch como personaje al que culpar de los crímenes y para poner rostro a aquellas víctimas del poder colonial. 

Su policía Von Herzfelt, judío, le permite mostrar el antisemitismo ya en aquellos años. "Eso y el racismo están muy presenten en el libro, donde hay un inspector que es antisemita pero es un tipo majo. Los alemanes utilizaban términos peyorativos para referirse a los negros, por eso yo en los diálogos mantengo el término despectivo que usaban, 'niger' (negrata). Y Hitler venía de Viena... Es importante aprender del pasado para afrontar el presente", alerta. 

Espiritismo y fantasmas

Está acostumbrado el también periodista y guionista televisivo a que le pregunten por sus antepasados verdugos. "El último verdugo de la familia murió a principios del siglo XIX, pero a mi abuela, que murió con 94 años, de niña, en el colegio la llamaban la hija del verdugo. Lleva tiempo quitarse ese lastre de encima. Quizá eso me llevó a escribir libros sobre un enterrador", ríe Pötzsch. Y quizá también a elegir para ellos temas algo terroríficos, como los vampiros en 'El libro del Sepulturero’, ahora las momias y sus maldiciones y, en la tercera novela de la serie, que se publicará en verano en Alemania, los fantasmas, avanza. "En la época eran habituales las sesiones de espiritismo, la gente creía en los espíritus, hasta la emperatriz Sisí lo practicaba, y Conan Doyle, al que le doy un papel pequeñito".  

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