Entrevista

Nando Cruz: "Estamos en la tercera guerra entre festivales de música, ahora entre empresas internacionales"

La apasionante aventura de cartografiar la vida musical de Barcelona

El Primavera Sound seguirá en Barcelona al menos hasta 2027

El periodista Nando Cruz analiza en el ensayo 'Macrofestivales. El agujero negro de la música' (Península) la trastienda del rampante fenómeno

BARCELONA 02/05/2023 Icult Entrevista con el periodista Nando Cruz, que publica el libro 'Macrofestivales'. FOTO de RICARD CUGAT

BARCELONA 02/05/2023 Icult Entrevista con el periodista Nando Cruz, que publica el libro 'Macrofestivales'. FOTO de RICARD CUGAT / Ricard Cugat

Ramón Vendrell

Ramón Vendrell

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Los macrofestivales de música popular celebrados en España en 2019 congregaron a 6.606.000 personas y recaudaron 221.143.000 euros, según terminología y datos del 'Anuario de Estadísticas Culturales' del Ministerio de Cultura. Son cifras récord que quizá se batieron en el pospandémico y (¿demasiado?) eufórico 2022, a la espera del mismo informe de ese año. El periodista Nando Cruz analiza la trastienda del rampante fenómeno en 'Macrofestivales. El agujero negro de la música' (Península), ensayo esclarecedor y rebosante de información y argumentos.

¿Pueden llegar a condicionar las marcas patrocinadoras la programación de un festival?

Un festival consolidado no creo que atienda peticiones concretas, aunque me consta que algún intento ha habido. Otro tema es cómo las marcas influyen en mayor o menor medida en el gusto general y en la percepción que tenemos de qué grupos son interesantes. Cualquier tipo de patrocinador, al poner dinero en unos festivales que programan a determinados artistas y no en otros, genera un abismo entre música patrocinable y música no patrocinable. Ejemplo extremo: ¿qué banco estaría dispuesto a patrocinar un festival de trap gitano? Contraejemplo: ¿qué cervecera está encantada de patrocinar un festival en el que aparezcan Love of Lesbian, The Strokes o Manel? Hay grupos que no generan ningún conflicto a una marca y hay artistas y géneros que no encajan. Esto acaba por crear dos divisiones: los grupos que pueden encajar y los que no tienen encaje.

¿Cómo hay que interpretar que el Primavera Sound celebre este año su primera edición en Madrid solo un mes antes del Mad Cool de la multinacional Live Nation?

Mi interpretación es que el Primavera Sound quería consolidar un formato de festival de dos semanas en Barcelona y ante la negativa del ayuntamiento, histórica, porque no hay muchos ayuntamientos en España que frenen a los festivales, no le quedó otra que hacer una edición paralela en Madrid. Obviamente tenía que ser una semana antes o una semana después que la de Barcelona, lo cual la ubica un mes antes que el Mad Cool. A nivel de calendario no creo que haya ninguna estrategia. Pero esto es lo que intuyo yo. Aunque el ánimo expansionista del Primavera Sound está más que constatado.

¿Y cómo hay que interpretar que Live Nation organice en Madrid los conciertos de Beyoncé y Guns N’Roses de manera simultánea o casi al Primavera Sound?

Cabe añadir las cuatro fechas de Coldplay en Barcelona poco antes del Primavera Sound de la ciudad, también de Live Nation. Es una guerra abierta para ver quién consigue colocar mejor sus fichas cara a hacerse dueño del pastel del ocio musical de grandes dimensiones en este país. El tema de la guerra entre festivales es cíclico. Primero fue entre el FIB y el Doctor Music. Luego fue una guerra a tres bandas: FIB, Summercase y Primavera Sound. Ahora estamos en la tercera. El fallecido José Cadahía, director del Summercase, en plena segunda guerra de festivales, decía que lo que estaba pasando no era nada comparado con lo que estaba por venir, que sería la guerra entre empresas internacionales. Y eso que aún no habían entrado en juego los fondos de inversión [como los que tienen acciones del Primavera Sound y el Sónar]. Ahí estamos.

La mayoría de los festivales se conciben a sí mismos como empresas generadoras de turismo

¿Nos debe escandalizar que el Ayuntamiento de Madrid aúne en una concejalía única Turismo, Cultura y Deporte?

Me temo que no es el único. La mayoría de los festivales se conciben a sí mismos como empresas generadoras de turismo y eso convierte la cultura en un producto cuyo objetivo al parecer tiene que ser generar turismo. Este es el discurso que venden la mayoría de los empresarios con un proyecto de festival, ya no en Madrid o Barcelona sino en cualquier ciudad de más de 30.000 habitantes: 'Yo te voy a montar un festival y te voy a traer a tanta gente que se va a gastar tanto dinero; así que dame dinero público'. Es una perversión del potencial que puede tener la cultura, mucho mayor que atraer turismo.

Los festivales, cuenta, están muy bien diseñados para sacar al asistente tantos euros como sea posible. ¿Un paradigma de esa ingeniería sacacuartos?

Obvio, pero definitivo: los precios de las bebidas y la comida. Compara con un bar a 300 metros del recinto. La multiplicación de precios de todo lo que se consume ahí dentro no se da en muchos sitios más.

Este modelo de política cultural deja el resto del año convertido en un secarral

Al parecer abundan los ayuntamientos que se consideran exentos de hacer una política cultural tras haber subvencionado un festival.

La excusa que pondrán es que han gastado un montón de dinero en cultura. El problema es que lo habrán destinado a un solo evento que dura tres días, olvidando que los años tienen 365 y que puede haber gente que quiera disfrutar de la música de una manera no condensada. Días atrás hablaba con técnicos de Cultura de municipios de Barcelona y me contaban que el hecho de que haya tantos festivales también les afecta. Muchos grupos están pidiendo cada vez más dinero a las fiestas mayores y se encuentran con que están dedicando un porcentaje elevadísimo del presupuesto cultural del año a pagar a los artistas de la fiesta mayor. Eso es un modelo de política cultural que yo considero devastador. Deja el resto del año convertido en un secarral.

¿Qué efectos tiene en la programación de los festivales el hecho de que un puñado de agencias concentre un gran volumen de artistas muy populares?

Quien tiene la sartén por el mago son estas agencias, principalmente estadounidenses. Los festivales tienen que negociar con muy pocas personas que a su vez están negociando con muchísimos festivales. Esto desequilibra la ley de la oferta y la demanda y deja el control del mercado en manos de estas empresas de representación.

¿España, con unos 900, tiene una cantidad exagerada de festivales en comparación con otros países o está en el estándar?

Más que comparar la cantidad con otros países, hay que justificarla en el propio territorio. ¿España tiene un volumen razonable de festivales teniendo en cuenta las salas de conciertos que hay en el país? No. Tiene un volumen desmedido. ¿España tiene un volumen de salas de conciertos desmesurado en función del consumo musical que hay en España? Seguramente también. Esta es la paradoja de España: un país que nunca ha sido un gran comprador de música y donde nunca ha habido un circuito de salas suficientemente musculado para que los grupos puedan estar girando todo el año, es justamente uno de los países donde más rápidamente ha crecido el circuito de los festivales. Se tiende a decir que los festivales enriquecen el tejido cultural y fomentan el hábito del consumo musical. Bueno, van pasando los años y no se ha demostrado de ninguna de las maneras que esto suceda. Y la prueba es que muchos artistas que actúan en festivales españoles cuando llega el otoño siguen haciendo sus giras por Europa, pero no vienen aquí porque el público desaparece al acabar la temporada de festivales.

Cualquier festival destinado a público no mayoritariamente del sitio donde se celebra, está condenado a ser agresivo a nivel ecológico

¿De verdad hay grupos españoles para los que se ha diseñado un sonido festivalero?

Hace más de una década que se habla de bandas de sonido festivalero, y simplemente hice la pregunta a productores [Guille Mostaza y Paco Loco]. Me lo explicaron como lo cuento: grupos que llegan al estudio y dicen: 'Queremos tocar en el Sonorama, pero nuestro sonido de garaje no nos sirve, hay que darle volumen'. Hay una arquitectura sonora para hacerlo, como hay una arquitectura de todos los sonidos.

La conciencia ecológica avanza y los festivales intentan tranquilizarla, aunque parece un flanco muy débil por mucho vaso reutilizable que vendan, no pocas veces otro truco sacacuartos. ¿Pueden llegar a niveles de sostenibilidad aceptables?

Hay una cosa clara: en torno al 75% de la huella de carbono que generan los festivales lo genera el público. Cualquier festival destinado a público no mayoritariamente del sitio donde se celebra, está condenado a ser siempre agresivo a nivel ecológico. Eso no hay manera de resolverlo, ya se pueden plantar árboles donde sea. Los festivales pueden hacer esfuerzos y pueden servir como banco de pruebas para maneras de hacer que luego se puedan aplicar fuera de ellos. Es algo que está haciendo por ejemplo el Rototom. Pero creo que en este terreno lo macro siempre es conflictivo, y el desplazamiento de personas también.

Se ha producido una 'sanferminización' de los festivales: son un sitio al que ir y no siempre con la música como razón principal

En España, los festivales tal y como los conocemos empezaron a forjarse en la segunda mitad de los 90, asociados a músicas minoritarias y por tanto con un supuesto plus creativo. Cómo ha cambiado la cosa, ¿no?

Había al menos una excepción: el Doctor Music, que se planteaba como un festival generalista y que en la pugna con los festivales de nicho acabó fracasando. En ese momento lo que se consolidó fue el modelo de tres días, que se ha expandido a todo tipo de géneros: metal, reguetón, pop 'ultramainstream'… Algunos macrofestivales actuales se parecen más al Doctor Music que al FIB. Alguien dijo que se ha producido una 'sanferminización' de los festivales, en referencia a que los festivales son un sitio al que ir y no siempre con la música como razón principal. Una cosa que intento explicar en el libro es que los festivales han acabado expulsando a melómanos.

¿Cómo condiciona el formato festival la experiencia del directo?

Pone al espectador contra las cuerdas, física y mentalmente. Te obliga a consumir un montón de conciertos de una forma muy rápida, muy concentrada y no siempre con las mínimas calidades de visibilidad y de acústica. Esto es contraproducente hablando de música, de comida y de cualquier cosa. Un problema de que haya tantos festivales es que se está asentando o se ha asentado ya la idea de que esta es una manera razonable de consumir música. Lo rechazo de plano. Es difícil que esa música deje poso.

A pesar de esa imagen de oasis de paz y diversión, los macrofestivales son espacios que fomentan y perpetúan disfunciones del capitalismo

Millones de españoles van cada año a festivales y se lo pasan bomba. ¿Por qué deberían querer conocer la trastienda de los festivales?

Por la misma razón por la que es interesante conocer la trastienda de la banca, de las grandes superficies comerciales o del deporte de élite. Es un entramado lo bastante poderoso y omnipresente como para empezar a hacernos preguntas y cuestionarnos en qué se está convirtiendo nuestro ocio musical y qué opciones nos están quedando para disfrutar de la música en vivo. La cultura es un espacio más de la batalla en la que lidiamos como personas, pero da la sensación de que como es un espacio en el que principalmente se disfruta no hay por qué cuestionar el contexto cuando se encienden los focos. A pesar de esa imagen de oasis de paz y diversión, los macrofestivales son espacios que fomentan y perpetúan muchas de las disfunciones del capitalismo: desigualdades sociales, abusos de poder, negacionismo climático...

¿Cómo están los carteles de los festivales en cuanto a diversidad de género y racial?

En la primera hubo un empuje antes de la pandemia que se frenó el año pasado porque había que rentabilizar los festivales tras el covid. En diversidad racial están fatal. No solo en los escenarios, sino en el público: viven totalmente de espaldas a la diversidad racial del lugar donde se celebran. Son burbujas ajenas a la realidad de su entorno.

Queda claro en 'Macrofestivales' que el caché de un artista puede fluctuar mucho en función de varios condicionantes. Con todo, ¿cuánto podrían pedir los Smiths u Oasis si renacieran?

Ni idea. Pero el otro día salían cifras de cachés en Coachella y se hablaba de tres y cuatro millones de euros. Además ya se ha empezado a monetizar determinados conciertos en festivales, muy bien preparados, también a través de Youtube y plataformas.

¿Cuántos noes y calladas por respuesta ha recibido a peticiones de entrevistas e información para el libro?

No demasiadas, porque ya sabes dónde preguntar y dónde no. Cuatro o cinco. Es más relevante la cantidad de gente que ha pedido el anonimato y es algo que esperaba. Mucha gente vive y ha de seguir viviendo muchos años de esto.