Entrevista

Giuliano da Empoli, escritor: "Los rusos no están contentos con la guerra, pero la mayoría todavía la creen justa"

El politólogo y exasesor de Matteo Renzi publica 'El mago del Kremlin', una novela que sigue la trayectoria de Putin desde la mirada de su consejero más cercano

Empoli

Empoli / Ricard Cugat

Elena Hevia

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Hay un relato de Isaak Bábel que ilustra a la perfección el grado de crueldad irracional que hay que tener para ser aceptado en el entorno de Vladimir Putin. Un joven judío es blanco de las burlas de un grupo de cosacos y para hacerse valer aplasta de un pisotón la cabeza de una oca despistada que inadvertidamente pasaba por allí, la ensarta en su sable y hace que se la cocinen frente a la admiración de la tropa. La historia se cuenta en ‘El mago del Kremlin’ (Seix Barral / Edicions 62), el salto a la ficción de Giuliano da Empoli, italiano de origen, francés de corazón y un politólogo que conoce bien la escena política europea pues fue asesor del primer ministro italiano Matteo Renzi. La novela, que se ha hecho con el Gran Premio de la Academia Francesa y ha estado en todas las listas de galardones mayores del pasado año, sigue a un consejero ficticio del dirigente ruso, Vadim Baranov, un tipo refinado y culto pero capaz de destrozar una oca si es necesario para demostrar su implicación. También es un relato perfecto de cómo un tipo aparentemente anodino como Putin llegó a convertirse en el nuevo Zar y ofrece detalles significativos para entender el actual conflicto bélico.

Su protagonista, Baranov, está inspirado en un personaje real, Vladislav Surkov, asesor personal de Putin. ¿Por qué ese enmascaramiento?

Es alguien muy original. En el entorno gris del Kremlin, con agentes del KGB y hombres de negocio, él era muy creativo. Frecuentaba la Escuela de Arte Dramático de Moscú, tenía posters de artistas americanos en su oficina y escribía novelas con seudónimo. Concibió su trabajo de 'spin doctor' de Putin como una 'performance'. Así que el punto de partida era muy interesante pero a la vez no tenía ganas de hacer una biografía o un ensayo. Quería entrar en la mente de los personajes, incluida la de Putin. Por eso Surkov se convirtió en Baranov, a quien he reinventado una vida familiar.

Al parecer Surkov está en actualidad en arresto domiciliario. ¿La realidad se avanza a la ficción?

Ese dato no está del todo confirmado. Este libro se escribió antes de la invasión de Ucrania aunque el conflicto ya estaba ahí desde el 2014 que es cuando se detiene la novela. Yo imaginé que Surkov-Baranov sería apartado del poder y ese hecho se produjo poco antes de la guerra cuando estaba terminando la escritura del libro.

Hoy hay menos espacio para la sutileza, la manipulación, la contradicción en el Kremlin

¿Por qué cayó? ¿No había lugar para un Maquiavelo en la política rusa?

Pues sí lo había cuando empezó. Hoy hay menos espacio para la sutileza, la manipulación y la contradicción en el Kremlin. Todo eso ha dejado paso a una brutalidad que ya no necesita estar enmascarada.

Su novela es perfecta para conocer el ascenso y las estrategias de poder de Putin. ¿Cree haber desvelado el misterio?

A Putin es fácil describirlo con una lógica de buenos y malos y convertirlo en una caricatura. Yo no quería eso. La función de la literatura es entrar en los matices, generar dudas, iluminar la complejidad y comprender la lógica del poder, que en el caso de ser irracional tiene su propia coherencia.

Putin restauró un orden y una lógica muy dura frente al pueblo ruso que les resulta tranquilizadora

¿Qué es lo que ofreció Putin al pueblo ruso frente a líderes menos temibles como Yeltsin?

Los años 90 fueron años de experimentación económica sin frenos para Rusia, provocaron una explosión de libertad pero también mucho caos y terminaron con la quiebra Estado ruso que ya no podía pagar las pensiones. Putin restauró una especie de orden y una lógica muy dura frente al pueblo ruso que a la vez también les resultó tranquilizadora. Un ejemplo perfecto de eso es ver cómo la actual guerra ha reactivado la vieja retórica. “Nosotros los rusos tenemos la capacidad de sacrificarnos por la grandeza de nuestra patria, algo que los occidentales han perdido o jamás han conocido”, se dicen. El discurso se remonta a la época soviética e incluso a la época de los zares y, claro, restaña la herida de haber perdido la Guerra Fría pero tiene el defecto de un coste humano muy elevado.

En la novela se afirma que las figuras históricas más admiradas en Rusia son los líderes políticos fuertes antes que los artistas. Una encuesta arrojó el dato de que Stalin se llevaba la palma.

Esa es la opinión de Baranov, yo no soy tan determinista pero sí observo una recurrencia que va desde Iván el Terrible a Putin. ¿Significa esto que el alma rusa necesita mano de hierro en el poder? No estoy tan seguro, pero debe de haber algo profundo que Putin ha vuelto a poner en marcha, algo vinculado a la vida, la muerte, la comunidad, la patria y las raíces. Esa receta le ha sido muy eficaz.  

¿El apoyo generalizado de los ciudadanos a Putin tras más de un año de conflicto sigue sin fisuras?

Ha habido voces que se han lanzado contra él con mucha valentía pero hoy decir que esta guerra es una guerra te puede llevar a la cárcel en Rusia. La máquina de represión se ha intensificado y ya es difícil oír voces disidentes. Tampoco hay que olvidar que aunque una mayoría de rusos no están contentos con la guerra, todavía la creen justa.

En Rusia existe un contrapoder muy escaso unido a una democracia imperfecta lo que hace que que la violencia sea un elemento clave

¿Se puede decir que la violencia es la clave de la política rusa?

La violencia es la clave de todas las políticas. Al fin y al cabo, el fin de la política es evitar que la gente se mate entre sí y eso requiere un cierto grado de violencia institucional y simbólica. En Estados Unidos lo hemos visto en distintos contextos, pero en Rusia existe un contrapoder muy escaso unido a una democracia imperfecta lo que hace que que la violencia sea un elemento clave.

Lo más peligroso de la violencia es su impredecibilidad. ¿Cree que Putin tiene en mente una guerra generalizada con Europa?

Putin esperaba instaurar un nuevo orden en Ucrania, pero al no poder imponerlo, ha roto el tablero e intenta instaurar el caos, que es su arma principal. En su estrategia en internet creemos que apoya únicamente a las fuerzas nacionalistas pero no es así. Los centros de propaganda rusos también apoyan sutilmente a sus adversarios más radicales: a los 'woke', los ecologistas y a todo aquel que, consideran, pueda provocar caos en nuestra sociedad. Eso no implica que Putin no haya dejado de pensar en enviar tropas contra la OTAN, pero en realidad va con mucho tiento para no llegar a una confrontación directa. Su estrategia real es el caos a largo plazo.

En la antigua Unión Soviética muchos líderes cayeron gracias a estrategias de su círculo político más próximo. ¿Eso podría ocurrir con Putin?

Eso es mucho más posible que una revolución o un movimiento que surgiera desde abajo. En cambio podría darse que un grupo de los políticos seleccionados por Putin decidiera desplazarlo pero eso supondría que ha haido un error de cásting.

¿En qué sentido?

Cuando Putin fue elegido se esperaba que fuera un ejecutor previsible, disciplinado y obedeciente. Y cuando llegó al poder se reveló como algo muy distinto. Putin ha hecho lo mismo con gente, seleccionada entre los más grises y los más fáciles de dominar. Así que si se alzan contra él se produciría un error de cásting. 

Rusia ya ha perdido la guerra rápida y encara una muy larga, con la idea de que Occidente no podrá soportarla

¿Se atreve a dar una previsión respecto a la guerra?

La estrategia de Putin ha tenido que cambiar. Ya se ha perdido la guerra rápida y se encara una muy larga, con la idea de que Occidente no podrá soportarla. La fase que se abrió el 24 de febrero del año pasado no es solo nueva para Ucrania o para Rusia, también es nueva para la historia global. En Occidente creíamos que podíamos aislar a Rusia sin contar con el hecho de que hay muchos países que no van a participar en el bloqueo. Y eso lo hace todo mucho más complicado. 

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