Entrevista

Juan José Millás: "Para mí, escribir es como construir un espejo en el que me voy viendo"

El escritor publica 'Solo humo', una novela sobre el descubrimiento de la lectura y el poder transformador de los cuentos

Juan José Millás. FOTO JOSÉ LUIS ROCA

Juan José Millás. FOTO JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Juan Cruz

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Para Juan José Millás (Valencia, 1956) la realidad es un delirio con el que se despierta. Luego pasea, escribe, se pierde en la ciudad, comunica o viaja, pero él es otro, forma parte de una realidad literaria que lo persigue desde que la vida sobre la que escribía era la que llevaba dentro.

Era entonces el autor, dramático, casi físico, de 'Visión del ahogado' (1977) y de 'El desorden de tu nombre' (1987)… Ahora, por lo menos desde 1995, cuando empezó a escribir más de la fantasía que de lo que tan solo ocurre (cuando publicó 'Tonto, muerto, bastardo e invisible'), ya es un escritor que no le quita el ojo al humor y a la desatada fantasía que domina, por ejemplo, en este libro nuevo ('Solo humo', Alfaguara, como muchos de los suyos).

Aquí, además, incurre Millás en comunicación con los grandes cuentos de la historia, con los que mezcla sus sueños, sus insomnios y sus literaturas, también aquellas que tienen que ver con la salud, la vida o la muerte, que forman parte de los que hace con el científico Juan Luis Arsuaga.

El suyo es un mundo raro ('Un mundo raro', como su canción favorita, del mexicano José Alfredo Jiménez) que proviene de una experiencia que su padre, inventor de saberes prácticos, le contagió: la herida cauteriza. 'El mundo', el libro con el que ganó el Planeta en 2007, es donde ese universo que ahora forma parte también de los cuentos, halló el punto culminante de la respiración que empezó a cambiarle en 1995 y es la que ahora, sobre todo, le celebran sus lectores.    

¿Cómo se plantea la literatura como consecuencia de su imaginación y de su vida?

Es que para mí escribir es algo parecido a construir un espejo en el que yo me voy viendo. Entonces, cuando leo un cuento me da la impresión de que la vida es un cuento. Nosotros inventamos los cuentos, pero, a su vez, los cuentos nos han inventado a nosotros. O sea: nosotros somos hijos del cuento. La vida tiene una estructura de cuento y las leyes internas de un cuento.

"La vida tiene una estructura de cuento y las leyes internas de un cuento"

¿Siempre ha vivido dentro de los cuentos?

En gran medida, sí. Porque para mí la lectura fue un descubrimiento absolutamente perturbador. Y fíjate que, precisamente, en este libro se habla de lo perturbadora que es la lectura. Porque una vez que caes en ella, te domina. Te cambia la vida. Naturalmente me refiero al lector enfermizo. Pero… es que no comprendo que no haya lectores enfermizos, jajajaja.

¿Qué lectura no ha podido quitarse de la mente?

El taller de mi padre parecía un cuento. Aquello estaba lleno de inventos y de artefactos. Recuerdo que cuando yo era muy pequeño descubrí un electroimán, que me parecía algo mágico. Que se pegasen dos trozos de hierro era sorprendente. Eso es algo que no he olvidado. Tú me has preguntado por una lectura, lo sé, pero es que… ese tipo de artilugios para mí eran como un cuento.  

¿Y conversaba con su padre acerca de eso?

No mucho. En 'El mundo' cuento que un día sorprendí a mi padre haciendo cortes a un filete de vaca con un bisturí eléctrico que acababa de fabricar y me dijo: fíjate, Juanjo, cómo cauteriza la herida al tiempo de producirla. ¡Eso me fascinó! Yo era un crío y era la primera vez que escuchaba la palabra cauterizar. Pero también entendí que ahí había una contradicción: herir y curar al mismo tiempo. Eso me sirvió luego para entender algo de la escritura: la escritura abre heridas que cauterizan al momento. Yo, en aquella época, escribía con un Bic negro de punta fina y yo pensaba que ese bolígrafo era mi bisturí. Yo es que… siempre he sido raro, jajajaja. Pero, mira: al descubrir las novelas y leerlas sentía que me metía en ese mundo que leía. Como que yo tenía una presencia invisible en ese mundo, porque yo veía a los personajes, pero ellos a mí no.

¿De esa experiencia también nació su literatura?

Claro, claro. Porque yo antes que escritor soy lector. No me imagino la vida sin leer. Si me dieran a elegir entre leer y escribir, escogería leer. Sin dudarlo. Es que el encuentro con la lectura es mejor que el encuentro con una aparición divina o con un marciano.

"El encuentro con la lectura es mejor que el encuentro con una aparición divina o con un marciano"

Este libro parte de eso.

Sí, ya te digo: es un libro sobre el descubrimiento de la lectura. Es sobre entrar en mundos desconocidos a través de los cuentos. El protagonista hereda de su padre una casa y una biblioteca. Nada más. Él no sabe qué hacer con esa biblioteca, porque él no es un lector, pero luego ve en la mesilla de noche de su padre un libro supermanoseado que leía siempre su padre: los cuentos de los hermanos Grimm. Son cuentos cortos pero muy potentes, porque son los cuentos de los que venimos, de la tradición oral, de los que provienen cuando ni siquiera se había inventado la escritura y han atravesado los siglos con toda naturalidad. Por su carga simbólica, claro. Ahí reside su fuerza. Entonces: el protagonista encuentra ese libro y se le ocurre que, a lo mejor, al leerlos, pude saber algo sobre su padre. Entonces abre el libro y empieza a leer y sufre la disociación que sufren los grandes lectores. Porque uno compara sus propias emociones con las de los personajes que aparecen ahí. Y en ese proceso… uno se hace y se deshace. Por eso es tan importante la lectura en la adolescencia: para aprender a leerse uno mismo. 

¿Por qué esos cuentos son para niños y no para adultos?

Eso es un error. O una etiqueta. Mira: un padre le lee esos cuentos a sus hijos pequeños pero él mismo se engancha. Claro, porque eso es para todos los públicos. Lo que pasa es que muchos de estos cuentos se han ido versionando y adaptando a lo políticamente correcto que… Mira: hay una escena de 'Los lunes al sol' en la que el personaje que interpreta Javier Bardem sale con su mujer y le encargan los niños a una canguro. La canguro lleva al novio y en un momento dado le dice: léeles un cuento a los niños para que se duerman. El chico le hace caso, empieza a leer y… él se engancha más que los niños, jajajaja.

Juan José Millás.

Juan José Millás. / José Luis Roca

Ahora hay la tentación de reformar los cuentos para que sean políticamente correctos.

Supongo que te refieres a los cuentos de Roald Dahl. Claro, es que no son cuentos para niños. Pero entiéndeme bien: cuando un cuento es bueno, es para niños y para adultos. Son cuentos para todos. Pero si decides adaptarlos al estereotipo de niño que tú tienes, pues… es un desastre. A ver: si yo le digo a alguien que lea 'La Cenicienta', en la versión que anda por ahí y que luego lea la versión de los hermanos Grimm, pues verá que no se parecen en nada.

¿Por qué es el padre, y no la madre, el que tiene relevancia en casi todos sus libros?

Es que, en este caso, la vida del niño está marcada por la ausencia del padre y como no se puede vivir sin padre o sin figura paterna de repuesto, pues… A la madre la tiene, no la echa en falta, pero al padre no. Por eso cuando el padre muere y tiene que hacerse cargo de su herencia, no tiene más remedio que adentrase en los libros.

"La realidad compite todo el tiempo con los cuentos. La realidad es delirante, pero es un delirio consensuado"

¿Cuánto hay en este libro de desprecio por la realidad?

Es que la realidad está compitiendo todo el tiempo con los cuentos. La realidad es delirante, pero es un delirio consensuado. En este caso está muy presente la realidad económica. Y esa es una realidad delirante, ¿no?

¿Y usted añade delirio a ese delirio?

Yo no. Al contrario: intento quitar delirio.

Pero para los surrealistas la escritura convierte en realidad las alucinaciones

Claro. Pero yo monto un delirio de manera que se vea como un delirio y ya está. 

¿Y cómo lo hace?

Con el ordenador, jajajaja. Mira: yo pasé del bolígrafo al ordenador, sin pasar por la máquina de escribir. Porque a mí me parecía que la máquina ponía una distancia, ¿no? Pero… supongo que tu pregunta se refiere al proceso mental, ¿verdad? Pues, mira: las ideas me vienen mientras camino en el parque y luego las recreo en el ordenador. Si uno fuera capaz de hacer un diario sobre la escritura de una novela, al final habría que tirar la novela a la basura y publicar el diario. Porque el diario sería más interesante. Lo que yo intento hacer es escribir la novela y contar ahí mismo lo que me pasa al hacer la novela.

¿Y cómo es ahora la convivencia de Juan José Millás con Juan José Millás?

Pues… un poco complicada. Porque soy consciente de que en mí manda mi inconsciente. Es decir: todas las pulsiones almacenadas en esa zona de la mente que llamamos inconsciente. Por eso siempre intento ver qué pasa en mi inconsciente, pero es muy difícil. Porque la conciencia hace lo que le da la gana. Creemos que la controla el yo, pero el yo es una marioneta del inconsciente. Bueno, será que pienso eso porque he pasado varios años en el diván.

"Yo he vivido más en la fantasía que en la realidad"

¿Cuál es el Millás que cae dentro de las novelas?

Pues caía con más facilidad cuando tenía 15 años. Pero ahora todavía caigo cuando tengo la suerte de leer una gran novela. Acabo de leer, por ejemplo, una novela que ha recomendado Leila Guerriero en su columna de 'El País'. Es de una autora estadounidense que se llama Ottessa Moshfegh y cuenta la historia de una chica que se toma un año sabático y se dedica a pasar un año durmiendo. ¡Pues yo he vivido con esa mujer! Yo he estado en su cama, he visto cómo se tomaba las pastillas, he estado ahí, de manera invisible. O sea: yo sigo entrando en mundos desconocidos gracias a la lectura.

Este libro le representa, es una muestra de toda su obra. Pero, ¿dónde se sientes más feliz: en la realidad o en el cuento?

Hombre, yo he vivido más en la fantasía que en la realidad. A mí nunca me ha atraído ir a un safari en África, pero meterme debajo de la cama de mis padres me parecía un safari. Quiero decir: yo he vivido más imaginariamente que realmente.

Gracias, Millás.

Oye, para ser la primera entrevista que me haces… ha estado bien. 

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