Entrevista

Emma Riverola: "Barcelona huele a una mezcla de fragancias futuro y peste a rancio"

La escritora y columnista de EL PERIÓDICO publica la novela 'Metamorphosis' bajo el influjo de Mercè Rodoreda

Emma Riverola

Emma Riverola / Zowy Zoeten

Ramón Vendrell

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La novelista, dramaturga y columnista de EL PERIÓDICO Emma Riverola publica ‘Metamorphosis’ (Edhasa), artefacto literario complejo y preciso en el que la reconstrucción de un perfume perdido y las cartas de la mujer que lo usó a su amiga Mercè Rodoreda conectan la Barcelona de la Guera Civil y el presente. Diferentes formas de afrontar la maternidad y la idea de transformación personal atraviesan la novela, generosa en poderosos personajes femeninos, reales y ficticios.

¿Qué le atrae de Mercè Rodoreda?

Como autora me fascina por el mundo simbólico que generó. Y como persona también es fascinante. Fue una mujer determinada a escribir en una época en la que era muy difícil para una mujer escribir. Cómo llevó la maternidad también me interesa. Que un escritor dejara a su hijo con la abuela de este para hacer carrera o para salvar la vida no sería noticia, pero en ella sí pesó cuando tuvo que huir al final de la Guerra Civil. Lo cierto es que durante diez años no volvió a ver a su hijo. Al principio se edulcoró la imagen de Rodoreda y después se fue enturbiando su figura. A mí me atrae su apuesta por ser escritora y cómo sobre eso giró su vida. En las entrevistas mostraba, no diría crueldad, pero sí una dureza evidente, probablemente sea imposible no tenerla cuando huyes de un país, te encuentras con la Segunda Guerra Mundial, eres un refugiado... Todo eso hace de Rodoreda un personaje fascinante. A la vez, no existe por mi parte devoción hacia ella, me gustan sus claroscuros, y eso es bueno literariamente.

¿Se sabe cómo vivió el abandono de su hijo para exiliarse en Francia?

Cosas se saben, por la correspondencia con su amiga Anna Murià y por alguna entrevista. Se casó con su tío, bastante mayor que ella. A veces se ha dicho que fue un matrimonio impuesto, pero nada lo indica. Pronto tuvo un hijo. Por lo que parece, ese hijo le pesaba porque quería ser escritotra y ser libre. En las cartas a él adoptó un tono de señora que te aconseja, no tanto de madre. En cambio el hijo sí tenía una fascinación por la madre. Cuando ya había vuelto a Catalunya no se pusieron de acuerdo por una herencia, dijo que no vería más a su hijo y no lo vio más. Una relación muy complicada.

Existe seguro una contradicción entre lo que es el cuidado de los hijos y el vínculo emocional con ellos y lo que es tu libertad

Lali, la protagonista del plano en el presente de 'Metamorphosis', se desligó brevemente de su hija para hacer carrera profesional y arrastra un sentimiento de culpa. ¿Es un sentimiento extendido entre las mujeres de su generación?

Seguramente. Lo que existe seguro es una contradicción entre lo que es el cuidado de los hijos y el vínculo emocional con ellos y lo que es tu libertad. A las mujeres que tenemos cierta edad nos ha sido difícil compaginar ambas cosas. En el ámbito profesional, esto es ahora un debate. Pero probablemente hace un siglo, cuando las mujeres no solían trabajar fuera de casa, también tuvieran un conflicto entre las ganas de volar y hacer cosas y su papel como cuidadoras.

El barrio barcelonés de Sant Gervasi no es el territorio más explorado de la Guerra Civil.

Voy a Sant Gervasi porque Rodoreda vivía allí. Ubiqué su casa, que ya no existe, y a la amiga [Roser] y a Lali las situé un poco más arriba. Después vi que Caridad Mercader había vivido a unas calles de donde sucedía la historia. Y que el cuartel Voroshilov [de las milicias comunistas, en el Sagrat Cor de Sarrià] que dirigían Ramón Mercader y su madre estaba cerca. Perfecto.

Solo da unas pinceladas de Caridad Mercader, pero vaya personaje, ¿no?

Caridad vivía con su marido en una casa de Sant Gervasi y este señor la hacía acompañarle a prostíbulos para que superara cierta inhibición. Fue engendrando un odio hacia su marido y lo que representaba. Hubo una quiebra en los negocios de su marido y se trasladaron a vivir cerca de la basílica de la Mercè, donde Caridad empezó a frecuentar círculos anarquistas a los que supuestamente pasaba información para que actuaran contra propiedades de la familia de su marido. La metieron en un frenopático del que salió gracias a los anarquistas y se fue con sus hijos a París, donde entró en contacto con los comunistas. Después volvió a Barcelona... En la novela, todo lo histórico es real.

Los olores de cuerpos quemados, de combustibles, están en lo más hondo del trauma de los soldados

¿Tiene buen olfato?

Cuando empecé la novela lo tenia fantástico, pero tuve covid y me lo desbarató absolutamente. Estuve meses sin olfato. Luego empezó a venir, pero lo olía todo mal, y ahora solo tengo problemas con los cítricos y por tanto con algunos perfumes y algunos vinos.

La búsqueda de un olor es la conexión directa entre pasado y presente en la novela. ¿No está un poco mitificado el poder evocador de los olores?

No. Es el sentido que tiene más memoria. Está demostrado que es la conexión como más primitiva. Hace muchos años, en mi otra vida como publicista, estuve viendo para documentarme a una perfumista que trabajaba en Ambipur, una cuenta de la agencia. Una sesión en la que me dio a oler aromas se me quedó en la cabeza. Todo se aprovecha.

¿Cómo se le ocurrió la idea diabólica de un arma olfativa que huele a miedo?

Es una forma de sacarle punta al arma pestilente que ya usa Israel, el Skunk, terrible y que se queda impreganda en la piel, en la ropa, en las calles. En los traumas de los soldados, todo lo relacionado con el olfato no saben cómo resolverlo. Los olores de cuerpos quemados, de combustibles, están en lo más hondo del trauma. Esto del arma olfativa salió de que una persona me contó que le habían ofrecido trabajar para Estados Unidos en una, y no quiso.

¿A qué huele el centro de Barcelona?

Ahora, a polvo de obras.

¿Y de forma más metafórica?

A conflicto entre los que intentan dibujar futuros, mejores o peores, y los que siguen agarrados al pasado. Es una mezcla de fragancias y peste a rancio.

A Simone de Beauvoir se la tiene que reconocer siempre aunque sea tópica

¿La publicidad de perfumes ha sabido incorporar el feminismo?

La pura verdad es que veo muy poca publicidad y hablo un poco por hablar. La buena publicidad siempre sabe captar por dónde van los tiros porque lo que quiere es vender y por tanto necesita crear vínculos emocionales. No hay ideología más allá de adaptarse a la ideología del momento para vender. Los publicistas siempre te dirán que ellos muestran lo que hay en ese momento y no están para avanzarse.

La portada de 'Metamorphosis' es una ilustración de la naturalista y artista Maria Sibylla Merian (Fráncfort, 1647-Amsterdam, 1717) y Rodoreda domina la novela sin aparecer en ella. ¿Puede completar su 'top 5' de mujeres libres a contracorriente?

Lluïsa Vidal, pintora modernista a la que no hacían ni puto caso. Isadora Duncan, heroína mía donde las haya. Y a Simone de Beauvoir se la tiene que poner siempre aunque sea tópica.

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