Estreno teatral

Crítica de 'La isla del aire': aura de buen teatro en el regreso de Núria Espert al Romea

La actriz vuelve para protagonizar la primera incursión teatral del novelista Alejandro Palomas

Un momento de 'La isla del aire', en el Romea.

Un momento de 'La isla del aire', en el Romea. / EPC

Manuel Pérez i Muñoz

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Tiene algo de magia mitificada la presencia de Núria Espert en el Romea, teatro donde comenzó hace 74 años su larga carrera escénica, una de las más apasionantes de su tiempo. Con 87 primaveras cumplidas, la intérprete no vuelve para homenajes, aún asume retos de riesgo, como protagonizar 'La isla del aire', primera incursión teatral de Alejandro Palomas, adaptación de su novela homónima. Al frente Mario Gas, imposible no recordar espectáculos como 'Master Class' con los que actriz y director brillaron tanto. Para aumentar el conjuro, parte del clan Gas-Peña forma el equipo artístico: Vicky Peña y Miranda Gas en el reparto y Orestes Gas como autor de la música. Todo queda en familia. 

También la obra nos habla de una saga familiar, la de la nonagenaria Mencía que interpreta Espert, madre y abuela de un grupo de mujeres que parecen tocadas por la desgracia, a la sombra de hombres que las menosprecian, endurecidas en la desazón. Años de secretos enquistados saldrán a la luz con motivo de una excursión a la menorquina Isla del Aire. Se busca el drama, una coralidad como de tragedia antigua. Se cuelan también momentos de humor, sobre todo a través de la demencia de la matriarca, de las idas y venidas de su lucidez, de su deterioro físico y sus exabruptos deslenguados. 

Nada más levantar el telón vemos unos acantilados cuya apariencia de cartón piedra se contagia a la obra. La solemnidad y la afectación de las interpretaciones dejan sin oxígeno a la trama, que se desenvuelve algo mecánica. No ayuda el esquematismo de la dramaturgia resultante, con conflictos estirados y otros solo esbozados, sin apenas recorrido. La música siempre presente ancla el espectáculo en el melodrama sin aristas, de muy fácil digestión pero, precisamente por eso, poco nutritivo. Ni siquiera algunas de las terribles revelaciones finales consiguen alterar las intenciones buenistas. 

Al reparto le falta un tono conjunto: Vicky Peña y Teresa Vallicrosa (las hijas) trabajan más desde la expresividad marcada, mientras que Miranda Gas y Candela Serrat (las nietas) juegan una introspección que resulta más verosímil. No tiene la dirección de Gas el pulso firme y el detallismo de montajes emblemáticos como 'Muerte de un viajante', ni Espert consigue dibujar la variedad y precisión de registros que hace siete años la llevaron a construir un Rey Lear de antología. En todo caso, el teatro también vive del aura, del acontecimiento de ver aún en primera línea a una de las mejores actrices de su generación. 

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