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José Antonio Ponseti: "No podemos tener la batalla del Ebro debajo de la alfombra todavía"

El periodista José Antonio Ponseti

El periodista José Antonio Ponseti / Joan Cortadellas

Marta López

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‘La caja azul’ (Suma) es el título de la segunda novela de José Antonio Ponseti. Una novela en la que el conocido periodista deportivo cambia absolutamente de registro para relatar una historia personal y viajar a 1938, a la batalla del Ebro, donde su abuelo, Antonio Zabala, desapareció en combate luchando en el bando republicano, y a la posterior búsqueda del caído que cuatro mujeres de su familia llevaron a cabo, en secreto, durante años.

-¿Qué es la caja azul?

-La caja azul es silencio, dolor y esperanza, a partes iguales. Y me explico, es silencio porque fue la caja en donde las cuatro mujeres de casa - mi madre, mi abuela, mi bisabuela y mi tía Teresa, que era la hermana del desaparecido en combate, Antonio-, fueron guardando durante años todas las cartas que tenían desde el frente, pero también toda la documentación que ellas encuentran durante su búsqueda, que empieza cuando él desaparece en combate. Y es silencio también porque el silencio lo utilizaban como arma, porque buscar en el 38 y en el 39 a alguien del bando de los perdedores no era fácil ni algo de lo que había que alardear. Luego hay una parte de dolor muy grande porque al final tener un desaparecido en la familia es tremendo. Tener un desaparecido es estar permanentemente secuestrado emocionalmente, pensando que al día siguiente aparecerá. Hay también esperanza, porque yo me he llevado lo mejor de todo esto y he podido recuperar a mi abuelo, un abuelo que no conocía y del que no sabía nada. Y realmente esa parte ha sido la más bonita.

La caja azul, donde cuatro mujeres de la familia conservaron las cartas desde el frente de Antonio Zabala y los documentos relacionados con su búsqueda.

La caja azul, donde cuatro mujeres de la familia conservaron las cartas desde el frente de Antonio Zabala y los documentos relacionados con su búsqueda. / José Salto.

-¿Cómo das tú con la caja azul?

-La caja azul me llega en unas circunstancias muy especiales. Mi madre, que tenía una enfermedad terminal, en sus últimos días de vida, decide darme la caja. Lo único que me pide es que no la abra mientras ella viva y me dice que si me decido a abrirla, averigüe qué pasó con mi abuelo. Me cuenta que nadie de la familia sabe lo que hay en la caja, porque es algo que manejaron esas cuatro mujeres. Tardé años en abrir la caja, porque para mí, emocionalmente, era mi madre. Cuando la abrí entendí que fue el dolor lo que no les permitió hablar o no quisieron que ese dolor se expandiera en la familia. En mi casa no se hablaba de la guerra civil. Yo sabía que mi abuelo desapareció en combate, pero poco más. Y recuerdo de alguna vez haber preguntado y la frase siempre era:  ‘cuando crezcas, ya hablaremos’. No, y nunca hablamos, claro.  

-La caja azul es la historia de tu abuelo pero podría ser la historia de muchas familias españolas…

-Hay miles de cajas azules, verdes rojas…   Uno los grandes descubrimientos ha sido la cantidad de gente que se te acerca a contarte historias.Que mi bisabuelo estuvo, es que mi tío abuelo estuvo… Y te das cuenta de que no hemos cerrado esto en positivo. Han pasado casi  85 años de la batalla del Ebro y no puede ser que la tengamos debajo la alfombra todavía. En el Ebro, yo no hablo del aspecto político, murió muchísima gente de los dos bandos. A mí se acerca gente del bando republicano y del bando sublevado en las mismas condiciones. Porque salvo que tuvieras galones o fueras de familia de alta cama, si morías en el campo de batalla,  ahí te quedabas y nadie te recogía. Lo que le pasó a mi abuelo, movilizado obligatoriamente,  le podía haber pasar en el otro lado. La batalla del Ebro es tan bestia que a día de hoy no nos hemos puesto de acuerdo ni en el número de muertos ni desaparecidos, porque hay quienes dicen que fueron desde 30.000 hasta 140.000.

-¿Qué descubres tu de esa batalla que no supieras?

-Casi todo. Yo estudié la EGB y me di cuenta que yo no sabía muchas cosas de las que se hablaba en las cartas de mi abuelo y que yo necesitaba saber que pasó antes y después de la batalla del Ebro y como se llegó hasta ahí. No tenía ni idea. Cuatro nombres de políticos y militares y poco más. Y me pongo a leer libros como un bellaco y como un loco de la guerra civil. Era como una obsesión y en casa hasta se reían.  Y si yo no sabía, mis primos más jóvenes se han quedado fascinados con el libro. Primero porque no tienen ni idea de la guerra civil. Segunda, porque ni imaginarse que habíamos estado nosotros de protagonistas en esa guerra civil. Y entonces esa ha sido casi como la parte más bonita de esta historia, compartirlo con ellos porque les he descubierto algo de la familia que realmente nunca hubiesen conocido. Ni yo mismo tampoco.

-¿En qué momento decides convertir esa historia de tu abuelo en novela?

-Pues muy al final. Yo empiezo a escribir para mí y también para ese relato familiar. Recorro los archivos, las bibliotecas, cruzo el Ebro por donde cruzó mi abuelo, visito esos lugares y los centros de Memoria histórica y hablo con mucha gente.  Muchos me reconocían por mi faceta deportiva y de radio en estos sitios me decían, '¿pero tú qué haces aquí, tío?' Y gente que he ido saludando en esos sitios me contactan y me  empiezan a contar lo que ellos están encontrando de sus familiares y me dicen que se sienten reconfortados de tener a alguien un poco más conocido en un trabajo que es un trabajo de una soledad absoluta.  Mucha gente que trabaja  en los archivos me decía 'si te animas, no sabes el favor que nos vas a hacer'. Y entonces decido hacer la novela, cuando veo que probablemente si cuento que somos muchos los que estamos buscando a familiares, eso iba a ayudar.

-Se habla de la batalla del Ebro como esa gran batalla, pero cuando se visita la zona, ese recuerdo, sobre el terreno, es poco perceptible.  ¿No merecería un recuerdo muy superior?

-Esa es una de mis guerras. Ahora ya no es así, pero durante muchos años el tema de la memoria histórica estaba mejor en Catalunya que en Aragón. Me contaban los arqueólogos lo que hacían por la noche con los huesos que encontraban en Aragón. Cruzaban el Ebro, los dejaban en Catalunya volvían, llamaban a los mossos y decían ‘ oiga, qué hemos visto unos huesos ahí debajo un árbol'. Los mossos los recogían, les hacían las pruebas de ADN. Esto ya no pasa. Hoy se hace en todos lados. En toda la zona de Fayón y Mequinenza se está haciendo un trabajo muy importante. Hay un museo muy bonito en Fayón de todo lo que han recuperado el campo de batalla. Entonces no puede ser que lo tengamosya debajo de la alfombra. Los que estamos vivos somos nietos y bisnietos. No es cuestión que le pueda doler a alguien o no doler. Es cerrar una página bien cerrada de una época terrible.

-¿Te gustaría ver ese reconocimiento a los caídos en la batalla del Ebro?

Hombre… Por ejemplo, hay un monumento, a la 226 brigada mixta en Los Auts, cerca de Fayón. Mi abuelo luchó en la 226 brigada mixta. Eso está ahora dejado de la mano de Dios. Si alguien pasa por ahí,  probablemente ni lo vea, porque está al lado de la carretera, te  tienes que parar, tienes que entrar en un campo que hay árboles frutales. Y ahí está está el monumento, Y  si caminas un poco, es fácil ver los agujeros que se escondían de los bombardeos unos y otros porque en esa parte estuvo la legión y luego subió la 226 brigada mixta y luego la volvió a tomarla la legión. Y sigues viendo todas esas defensas que están ahí pero está todo dejado. Nadie ha hecho por recuperar eso. E insisto que probablemente es la batalla más importante de la era moderna . Marcó un antes un después en la segunda guerra mundial, porque muchas de las armas utilizadas por unos y otros en la segunda guerra mundial se probaron en el Ebro. Entonces es es un pedazo de historia tremendo que tenemos en nuestro suelo. Fueron 100 días terribles.

-Tu abuelo en sus cartas a su familia habla de sus miedos a entrar en combate, de sus sentimientos, del dolor que le produce la distancia.En las cartas que le enviaban a él, el hambre está muy presente ¿Tu visión de una guerra ha cambiado?

-Mi visión de la guerra es salvaje.  Esas cartas hablan de la realidad que estaban viviendo ellos. Y entonces ahora ves, que eso se repite en Ucrania con Rusia. Mi abuelo, cuando leía en el periódico, estando en el frente y veía que habían bombardeo Badalona, tardaba cinco o seis días en que le llegase la carta y en saber si su familia estaba viva. Pero además, cuando él leía esta carta, ya habían vuelto a bombardear y por tanto, no sabía si  seguían vivos o no. Leyendo esas cartas no me puedo ni imaginar por lo que pasaron. No me puedo imaginar lo que fue la vida de mi abuela, a la que no la conocí, con mi madre de cinco años, su hijo pequeño muerto, su marido desaparecido, embarazada la noche que se despidieron.

-¿Tiene épica la guerra?

-Yo creo que no. Yo creo que descubres que la guerra tiene ninguna épica. La guerra tiene dolor, pena,  vidas rotas por todos lados y es es un sin sentido absoluto. Y especialmente una guerra civil, una guerra entre vecinos. Es tremendo. Te das cuenta que en un lado y que en el otro las pasaron canutas. Luego ganaron unos y construyeron el mundo a sus ojos. ¿Y qué?

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