Crítica de 'John Wick 4': el gran thriller coreografiado de nuestro tiempo

En la primera secuencia, sin que sirva de precedente, John Wick persigue a caballo a varios sicarios por el desierto árabe. Las imágenes vienen precedidas de una hermosa elipsis tomada prestada de ‘Lawrence de Arabia’, la que pasa de la llama de una cerilla que se apaga a la salida del sol en el desierto.

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Codirector de la primera y firmante en solitario de las otras tres entregas de la saga Wick, Chad Stahelski sigue filmando con idéntica fisicidad coreográfica las generosas escenas de acción, tiroteos y luchas cuerpo a cuerpo, coronadas con uno o varios disparos a bocajarro, que han otorgado seña de identidad a la que posiblemente sea la mejor serie de acción del cine contemporáneo. Y, como en las anteriores, no recarga la trama con meditaciones trascendentales sobre la condición de este asesino excomulgado y perseguido por todos los mercenarios de la organización conocida como Alta Mesa. Stahelski va al grano, solo que en este caso se ha tomado más tiempo. Un buen empleo del tiempo. ‘John Wick 4’ dura casi tres horas, pero pasan igual de fluidas que en las anteriores.

 Keanu Reeves, que se ha desdoblado en héroe hosco y ‘melvilliano’ del nuevo thriller y en héroe arcaico en la serie de cómics igual de violentos que ha creado y guionizado, ‘BRZRKR’, funciona con la misma precisión que el reloj de arena que al principio marca el tiempo que le queda a él y el consultor de uno de los hoteles de la organización. Una vez caída la arena, el relato adquiere la velocidad vertiginosa de crucero sin pausa ni desmayo. Un relato vaciado, sintético, epidérmico y aun igual de fascinante.