Crítica de 'Crónica de un amor efímero': una comedia necesaria

Enfrentarse a cada nueva película de Emmanuel Mouret es darse cuenta de lo huérfanos que estamos de comedias bien escritas y realmente bien interpretadas, de comedias como las suyas. En 'Crónica de un amor efímero', el cineasta francés (esta vez firma el guion con Pierre Giraud) vuelve a demostrar su maestría a la hora de poner en palabras las expresiones, contradicciones y estupideces del sentimiento amoroso. Lo hace con una naturalidad y una gracia inauditas, invitándonos a perdernos en los diálogos de los personajes, a veces laberínticos y llenos de trampas (las que se imponen los personajes), pero sin permitir que las palabras nos asfixien.

Para ello cuenta con la complicidad de dos actores magníficos, Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne, que expresan con una frescura llena de matices la discordancia entre lo que piensan y lo que sienten sus personajes, una madre soltera y un hombre casado. Como en su anterior 'Las cosas que decimos, las cosas que hacemos' (2020), Mouret vuelve a explorar esa contradicción desde un texto extraordinario que no se impone ni a los actores ni a las imágenes. La clave está en la devoción de Mouret por los gestos, las voces y los movimientos de los personajes (qué bien pasean los personajes en sus películas), y en su manera de pensar los espacios más cotidianos y de tránsito (casas, museos, parques) como los lugares en los que, a nuestro lado, una, dos o varias personas pueden estar viviendo algo que les marque para siempre.