CRÍTICA DE LIBROS

'Los árboles', de Percival Everett: la conspiranoia como herramienta humorística

Percival Everett construye una historia hilarante, en la que confluyen varios géneros literarios, para hablar del racismo más contemporáneo

PERCIVAL

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Marta Marne

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Si haces una consulta rápida en cualquier buscador de internet acerca de Money, Misisipi lo primero que encuentras son alusiones a Emmett Till, un adolescente afroamericano que fue asesinado a los 14 años después de que, según los informes, coquetease con una mujer blanca casada. Esto ocurrió en 1955, y el cuerpo mutilado de Emmett fue encontrado tres días después de la denuncia en el río Tallahatchie. Su madre decidió dejar el ataúd abierto para que todo el mundo pudiese ver las atrocidades que se habían cometido con su hijo. En 2008, Carolyn Bryant, la mujer que había sufrido el supuesto acoso de Emmett, confesó en una entrevista que la acusación no era cierta, y que se sentía culpable de todo lo que su testimonio había desencadenado.

En la vida real los cadáveres —por suerte— no tienen la oportunidad de regresar desde la tumba para vengar su muerte. Pero en la literatura todo es posible si construyes historias como lo hace Percival Everett (Georgia, 1957), escritor y profesor en la Universidad del Sur de California que ha sido reconocido con numerosos galardones y como finalista del Booker Prize por ‘Los árboles’ (De Conatus, 2023).

Con una trama a medio camino entre un procedimental policíaco y una historia de terror, salpicada de un humor de lo más absurdo —e incluso con un pequeño guiño a las novelas de zombies—, Everett construye ‘Los árboles’. Los descendientes de aquellos que lincharon en su momento a Emmett Till empiezan a aparecer brutalmente asesinados. Las escenas del crimen abruman por la cantidad de sangre encontrada. Lo más llamativo será que, junto a cada cuerpo de un hombre blanco, será hallado otro de un hombre negro; igual de masacrado y sosteniendo en una mano los testículos extirpados del cadáver del blanco.

Tópicos retorcidos

Una y otra vez, en escenarios prácticamente idénticos. Y, por si todo esto fuera poco, el cadáver del hombre negro desaparecerá de la morgue y reaparecerá en la siguiente escena del crimen como si se hubiese levantado por su propio pie. A través de más de un centenar de capítulos breves, de multitud de diálogos, y de un extenso catálogo de personajes, se nos presentan situaciones cargadas de tópicos. Pero siempre al revés. Si en la literatura sureña son los negros los analfabetos, aquí los paletos con frases repletas de vulgarismos son los blancos. Quienes desprenden un aire de superioridad policial son los agentes del MBI y del FBI, que no solo son negros sino que quien posee el rango superior es una mujer.

Con la lectura de esta novela resulta inevitable pensar en las teorías conspirativas del ‘gran reemplazo’, una doctrina que han sostenido dirigentes como Donald Trump (que aparece en este libro), Marie Le Pen o Santiago Abascal. Esta premisa sostiene que los estadounidenses y europeos caucásicos están siendo ‘reemplazados’ por inmigrantes no blancos, debido a la llegada masiva de población de otros orígenes y a la disminución de la natalidad blanca. Esto —afirman— pone en peligro nuestra identidad y cultura, como si esta fuese un compartimento estanco a punto de hundirse sin remedio. Everett juega con este concepto burlándose de él de un modo histriónico, dejando así en evidencia lo ridículo del planteamiento.

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